Francisco pide apoyo para las personas con enfermedades raras - Alfa y Omega

Francisco pide apoyo para las personas con enfermedades raras

Honrar los bienes terrenales «conduce a resultados tangibles aunque fugaces», pero el único que «nunca falla» es Dios, dice el Papa durante el rezo del Ángelus

Ricardo Benjumea

El Papa dirigió este domingo un mensaje de apoyo a las personas que padecen enfermedades raras y a sus familiares. «Gracias por todo aquello que hacen», les dijo, deseándoles que «sean apoyados adecuadamente en el difícil camino, tanto a nivel medico como legislativo».

Este martes se celebrar el Día Mundial de las Enfermedades Raras. Esta jornada reivindicativa, según recordó Radio Vaticano, fue establecida en 2008 un 29 de febrero. El objetivo es crear conciencia y mejorar el acceso al tratamiento y a la representación médica de los individuos con patologías poco frecuentes y sus familiares. El lema de este 2017 es: «Con la investigación, las posibilidades son ilimitadas».

Antes del rezo del Ángelus, el Papa comentó el diálogo de este domingo («No se puede servir a dos amos…»). «Dios no es un ser distante y anónimo», dijo. «Él es nuestro refugio, la fuente de nuestra serenidad y nuestra paz. Es la roca de nuestra salvación» y «nuestro gran amigo, el aliado, el padre, pero no siempre nos damos cuenta». Y «nos alejamos del amor de Dios cuando andamos en la búsqueda obsesiva de los bienes terrenales y de las riquezas del mundo».

Una dificultad añadida es que, «mientras que honrar a estos ídolos conduce a resultados tangibles aunque fugaces, elegir a Dios y a su Reino no siempre muestra inmediatamente sus frutos. Es una decisión que se toma en la esperanza y deja a Dios la plena realización. La esperanza cristiana está ordenada al cumplimiento futuro de la promesa de Dios y no se detiene ante ninguna dificultad, ya que está fundada en la fidelidad de Dios, que nunca falla. Él es fiel, es un Padre fiel, un amigo fiel, es un aliado fiel».

Palabras del Papa antes del rezo del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy (cf. Mt 6.24 a 34) es un fuerte llamado a fiarse de Dios, no lo olviden… ¡fiarse de Dios! que cuida de los seres vivos de la creación. Él da alimento a todos los animales, cuida de los lirios y la hierba del campo (cf. vv 26-28.); su mirada benévola y solícita acompaña cotidianamente nuestras vidas. Ella pasa por el interior de nuestras preocupaciones, que amenazan con quitarnos la serenidad y el equilibrio. Pero esta ansiedad es a menudo inútil, porque no puede cambiar el curso de los acontecimientos. Jesús nos llama con insistencia a no preocuparnos por el mañana (cf. vv 25.28.31.), recordando que por encima de todo hay un Padre amoroso que nunca se olvida de sus hijos: fiarnos de él no resuelve mágicamente los problemas, pero nos permite afrontarlos con el ánimo necesario. Con valentía. Soy valiente porque me fío de mi Padre, que cuida de todo y me quiere tanto Dios no es un ser distante y anónimo: Él es nuestro refugio, la fuente de nuestra serenidad y nuestra paz. Es la roca de nuestra salvación, a la que podemos aferrarnos con la certeza de no caer, quien se aferra a Dios no se cae jamás, y es nuestra defensa contra el mal siempre en acecho. Dios es nuestro gran amigo, el aliado, el padre, pero no siempre nos damos cuenta. No nos damos cuenta de que tenemos un amigo, un aliado, un Padre, que nos quiere tanto. Y preferimos apoyarnos en los bienes inmediatos, que podemos tocar… bienes tangibles, olvidando y a veces negando, su bien supremo, es decir, el amor paternal de Dios. ¡Sentirlo Padre, en esta época de orfandad es tan importante! En este mundo huérfano… ¡Sentirlo Padre! Nosotros nos alejamos del amor de Dios cuando andamos en la búsqueda obsesiva de los bienes terrenales y de las riquezas del mundo, manifestando así un amor exagerado a esta realidad.

Jesús nos dice que esta búsqueda afanosa es ilusoria y motivo de la infelicidad. Él da a sus discípulos una regla de vida fundamental: «Busquen primero el Reino de Dios» (v 33). Se trata de llevar a cabo el proyecto que anunció Jesús en el Sermón de la Montaña, confiando en Dios que no defrauda… tantos amigos, tantos que nosotros creíamos amigos nos han desilusionado. Dios nunca defrauda… trabajando como fieles administradores de los bienes que Él nos ha dado, incluso de los bienes terrenales, pero sin «caer en la exageración» como si todo, incluso nuestra salvación dependiera sólo de nosotros.

Esta actitud evangélica requiere una elección clara, que el pasaje de hoy indica con precisión: «No se puede servir a Dios y al dinero» (v. 24). O el Señor… o los ídolos fascinantes pero ilusorios. Esta elección que estamos llamados a hacer, repercute por tanto, en todos nuestros actos, actividades y tantos compromisos. Es una elección que hay que hacer de manera clara y renovar constantemente, porque la tentación de reducir todo al dinero y al placer están presionando. ¡Hay tantas tentaciones por esto!

Mientras que honrar a estos ídolos conduce a resultados tangibles aunque fugaces, elegir a Dios y a su Reino no siempre muestra inmediatamente sus frutos. Es una decisión que se toma en la esperanza y deja a Dios la plena realización. La esperanza cristiana está ordenada al cumplimiento futuro de la promesa de Dios y no se detiene ante ninguna dificultad, ya que está fundada en la fidelidad de Dios, que nunca falla. Él es fiel, es un Padre fiel, un amigo fiel, es un aliado fiel.

Que la Virgen María nos ayude a confiar en el amor y la bondad del Padre celestial, a vivir en Él y con Él. Este es el requisito previo para superar los tormentos y las adversidades de la vida, e incluso las persecuciones, como nos lo demuestra el testimonio de tantos hermanas y hermanos nuestros.