Un amor que no falla - Alfa y Omega

Un amor que no falla

Antonio María Rouco Varela
Pórtico de la basílica romana de San Pablo Extramuros

Ayer celebrábamos la Eucaristía en la basílica de San Pedro, donde el altar había sido construido sobre los restos del apóstol Pedro. Hoy celebramos la Eucaristía en la basílica de San Pablo Extramuros, también, situada sobre los restos del apóstol Pablo. Si alguien dudaba de la verdad histórica de este hecho, desde hace pocos meses o pocas semanas, ya no se puede dudar. Y entre Pedro y Pablo vemos una historia que ha pasado en esta vida. Hemos tenido un encuentro esta mañana con Pedro hoy, el sucesor de Pedro, el Papa Benedicto XVI. Con su palabra, con su presencia, nos ha indicado el camino para continuar con la Misión Joven en Madrid.Ayer celebrábamos la Eucaristía en la basílica de San Pedro, donde el altar había sido construido sobre los restos del apóstol Pedro. Hoy celebramos la Eucaristía en la basílica de San Pablo Extramuros, también, situada sobre los restos

Hoy participamos en la Eucaristía los grupos de las tres diócesis madrileñas. Saludo muy fraternalmente al señor obispo de Getafe y a su obispo auxiliar, al señor obispo de Alcalá y a los obispos auxiliares de Madrid. También a todos los sacerdotes, los vicarios, y los delegados de pastoral juvenil, un saludo especialmente grato y agradecido; y a todos los sacerdotes que os han acompañado en el camino de la peregrinación hasta Roma. Son muchos, más bien jóvenes, casi todos. También tenemos el honor de que participe en la celebración eucarística la Presidenta de la Comunidad de Madrid, y también la Consejera para la Educación, que tiene mucho que ver con los jóvenes y la juventud de Madrid. También quiero saludar al ministro de la Embajada de España ante la Santa Sede.

Luego, un saludo a todos vosotros, los que habéis caminado a Roma en peregrinación para el encuentro con el Papa, pero sobre todo con la memoria viva de Pedro y Pablo, que es la memoria de dos enamorados de Cristo, de dos apóstoles de Cristo, que no han tenido miedo de dar testimonio de Cristo ante los hombres, aunque les hubiera costado la vida, como así fue. La historia de la Iglesia en Roma es la historia de los primeros mártires, de la primera sangre que se derrama por el Señor; es la historia, por lo tanto, de los fundamentos más vivos y más auténticos de lo que nosotros hoy queremos, esperamos, vivimos y amamos.

Porque de eso se ha tratado en esta peregrinación y de esto se trata en la Misión Joven: que los jóvenes de Madrid descubran, como decía el Papa esta mañana, que si hay un amor que no falla, es el amor de Dios; y que si hay una prueba de que ese amor no falla, es Cristo; y si hay una prueba de que Cristo no nos falla, es la Cruz. Y si hay una prueba que podemos verificar todos los días sacramentalmente, es el sacramento de la Eucaristía. Y si hay una prueba eficaz para demostrar al mundo que eso es verdad, es la de nuestras vidas, es la de nuestro testimonio, y la de nuestro amor a todos.

El Papa decía muy vívidamente esta mañana: el que descubre a Cristo en su vida, descubre la fórmula más bella para vivir bien; personalmente, en el matrimonio y la familia, en la entrega a los demás a través de la vocación para la vida consagrada… El que lleva a Cristo dentro es un misionero permanente. Nosotros queremos ser misioneros permanentes. Todos los cristianos, todos los católicos de Madrid deberían serlo, pero en este momento de la historia de la ciudad, de la historia de España, es importantísimo que los jóvenes lo sean. Y con ello recogerán y expresarán lo mejor de nuestra historia común.

La Iglesia, como habéis podido apreciar, celebra hoy la fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, conocida de joven como Edith Stein. Una joven judía que buscaba la verdad. Había perdido la fe muy pronto, como explica en un libro autobiográfico que os recomiendo, y se llama Diario de una familia judía. Una intelectual clásica, con un talento fuera de lo normal, tanto que un gran profesor, Husserl, es famoso por las obras que escribió, pero sabemos que se las escribió en gran medida ella, que era su profesora asistente; sobre todo la que trata de la Fenomenología. Los que habéis estudiado filosofía sabéis de qué va.

Comunicad a Cristo

Esa chica, que estudiaba filosofía, que ha perdido la fe de sus padres y de su familia, que en el umbral de la juventud no está contenta, ha perdido el sentido de la vida. Tiene experiencias de amor humano limpias, pero que tampoco le satisfacen; va de fracaso en fracaso. Y llega un día, cuando en la casa de unos amigos, por la noche, encuentra en su biblioteca el Libro de la vida, de santa Teresa de Jesús. Se lo lee de un tirón, pasa la noche en blanco. Y al amanecer -cuenta ella- se ve obligada a reconocer que ha encontrado la Verdad, que ha encontrado a Cristo, y que se quiere bautizar en la Iglesia católica; más aún, quiere ser carmelita, cosa que logró. Unos años más tarde entraba en el Carmelo de Colonia. En la persecución nazi contra los judíos, también contra los judíos convertidos al catolicismo, ella muere en Auschwitz. El último libro que escribe, dentro de una amplísima obra de filosofía y teología, lo titula La sabiduría de la cruz.

Hoy, en esta basílica, construida sobre los restos y la tumba de un apóstol que también pasó por un momento de gran conversión, decisiva, de su vida, nos encontramos con modelos vivos en la memoria de la Iglesia, vivos también en la persona del Santo Padre, de que el amor de Cristo revoluciona el corazón del hombre, y revoluciona la vida de los hombres, de modo que necesitan ser misioneros. Lo decía el Papa esta mañana. El que ha encontrado a Cristo necesita ser misionero. Tiene que decirlo, tiene que comunicarlo, tiene que expandirlo; no puede quedarse callado dentro del corazón, porque eso brota. Y eso es así, pase lo que pase. La persecución no va a faltarle. Pensar que puede haber un cristianismo, un amor en la vida vivido a fondo, sin cruz, es una gravísima equivocación, una gravísima ignorancia de lo que es el amor. Va a haber cruz, la hay. Pero el que ama en Cristo, por Cristo y con Cristo, cambia el mundo. Nosotros queremos cambiar el corazón de los jóvenes de Madrid, de los que no ha cambiado todavía, y de los que tenemos que cambiarlo todos los días.

El Papa, al final de sus palabras de esta mañana, hacía memoria del amor maternal de la Virgen. Citaba un texto del Concilio Vaticano II que, para nosotros, los mayores, es como si lo hubiéramos vivido anteayer, pero para vosotros, los jóvenes, me imagino que pertenece a la historia más pasada. Sin embargo, está recientísimo, esta fresquísimo. Citó un texto muy hermoso sobre la Virgen. Y en esa cita, el Concilio habla de que María es el modelo del amor maternal para todos aquellos que quieren ser apóstoles del amor de su Hijo. A ella, a la que invocamos en Madrid -la Virgen de la Almudena es Patrona de toda la Provincia Eclesiástica-, le pedimos esta tarde, en esta basílica, y contando con la intercesión -todos nos están mirando desde el cielo- de Pedro, de Pablo, de una manera muy especial de Teresa Benedicta de la Cruz, de una forma especialísima de santa Teresa de Jesús, que nos acompañe, que nos sostenga, con un tono cada vez más vibrante, más auténtico, más limpio, más manso, en la Misión que hemos emprendido.