Así formaba Bergoglio a sus novicios - Alfa y Omega

Así formaba Bergoglio a sus novicios

Diego Fares tuvo a Jorge Bergoglio de director espiritual. Hoy presenta un libro sobre las Diez cosas que el Papa Francisco propone a los sacerdotes

Ricardo Benjumea
El arzobispo Bergoglio preside el Jueves Santo del año 2000 junto a Diego Fares, en el Hogar San José. Foto: Archivo personal de Diego Fares

Cuando en el avión rumbo a Río el periodista de La Razón Darío Menor le pidió al Papa que le aconsejara lecturas para los jóvenes golpeados por el paro, Francisco respondió: «los libros de padre Fares, un jesuita argentino, que está trabajando muy bien en lo social en Buenos Aires». La Civiltà Cattolica no tardó en echarle el lazo, y ahora Diego Fares se ha convertido en uno de los principales referentes de la nueva edición en español de la revista jesuita, cuya edición iberoamericana está a cargo de Herder.

Y sigue escribiendo libros; el último, un breve volumen que presenta hoy en el Colegio Español en Roma, Diez cosas que El Papa Francisco propone a los sacerdotes (Publicaciones Claretianas), con prólogo del propio Pontífice. Fares comenta algunos de los mensajes que el Obispo de Roma ha lanzado a los presbíteros, contrastados con los que les dirigía siendo arzobispo de Buenos Aires y, sobre todo, desde la experiencia personal que puede aportar alguien que, en 1975, lo conoció como prenovicio de la Compañía de Jesús, lo tuvo después de director espiritual y, finalmente, de padrino de ordenación.

Su austeridad y coherencia fueron dos rasgos que, en un primer momento, le llamaron la atención. También su cercanía. «Compartía con nosotros las actividades comunes. Si te encontraba trabajando en la granja, se ponía a acompañarte», recuerda. Esa misma «amistad» la fomentaba mucho entre los novicios, ayudando a tejer lazos humanos entre ellos basados en la franqueza y salpicados continuamente de «sentido del humor».

Ya entonces, Bergoglio se tomaba muy en serio el ideal de una Iglesia en salida. «Lo primero que hacía en la formación era enviarnos a [la peregrinación a] Luján con el pueblo fiel, con toda la gente que caminaba al encuentro con la Virgen. Así nos inculcaba que el pueblo de Dios tiene hambre de pastores que lo cuiden y acompañen», añade Diego Fares. «Eso nos ayudó mucho».

El entonces provincial de los jesuitas solía también mandar a sus novicios a trabajar en barriadas pobres, a salir hacia eso que Francisco llama ahora las periferias geográficas y existenciales, término que acuñaría más adelante. «La mayor parte de la humanidad hoy es pobre, así que una Iglesia evangelizadora tiene que estar con los pobres», reflexiona Fares, a lo que une la necesidad de una mayor inculturación. «Hay culturas con las que tenemos un largo diálogo pendiente», afirma.

Jorge Bergoglio se destacaba también por cultivar la vida de oración de sus novicios, asunto en el que nunca deja de insistirles todavía a los sacerdotes. «Es un tipo de oración que descansa en el Señor y se puede hacer en cualquier momento», un trato con Dios definido por «la naturalidad» y «la familiaridad», que no necesita «impostaciones» artificiales. En lo que sí insistía –e insiste hoy– mucho el actual Pontífice es en que «todo es gracia», una gracia «totalmente inmerecida» y recibida en la unción para «salir a ungir a los demás». Momentos antes de su ordenación sacerdotal, recuerda Fares, después de confesarle, Bergoglio le preguntó muy serio: «¿Eres totalmente consciente de lo que vas a recibir?», a lo que el joven, tras sentir que «un escalofrío» recorría su cuerpo, alcanzó simplemente a responder: «La verdad es que no». Y entonces él, con una sonrisa, le dijo: «¡Menos mal!».

Entre esas propuestas del Papa a los sacerdotes no podía faltar «el discernimiento», que consiste en el «arte de acompañamiento» a los fieles, de modo que puedan «abrirse a que Jesús sea el Señor de su vida concreta». «No es una cuestión sofisticada ni una asignatura más que deba aprenderse en las facultades de Teología», aclara Fares. Se trata más bien de «una disposición del corazón», de «una gracia de estado que crece en la oración». «Es algo tan básico como respirar», abunda. «Igual que un padre y una madre saben lo que le pasa en un momento dado a su hijo», así es el acompañamiento del sacerdote a los fieles.