La verdadera sabiduría - Alfa y Omega

La verdadera sabiduría

Alfa y Omega

«He venido hoy a Ávila para adorar la Sabiduría de Dios, en este IV centenario de la muerte de santa Teresa de Jesús, que fue hija singularmente amada de la Sabiduría divina»: así dijo san Juan Pablo II, el 1 de noviembre de 1982, en la Misa celebrada en la ciudad de la Santa. Ahora, en vísperas de su fiesta del año preparatorio del V centenario de su nacimiento, vale la pena evocar las palabras del santo Papa, que continuaba diciendo: «Teresa de Jesús es arroyo que lleva a la fuente, es resplandor que conduce a la luz. Y su luz es Cristo, el Maestro de la Sabiduría, el Libro vivo en que aprendió las verdades; es esa luz del cielo, el Espíritu de la Sabiduría, que ella invocaba para que hablase en su nombre y guiase su pluma. Vamos a unir nuestra voz a su canto eterno de las misericordias divinas, para dar gracias a ese Dios que es la misma Sabiduría».

A su imagen y semejanza fuimos creados hombre y mujer, y por ello perder esta divina Sabiduría es la muerte de nuestra humanidad. ¿Acaso no lo vemos cada día? Sí, la muerte de la verdadera humanidad, la que asumió el mismo Hijo de Dios, probado en todo como nosotros, menos en el pecado. ¡Qué bien lo sabía santa Teresa, siempre apasionadamente abrazada a la humanidad de Cristo! De ahí su consejo, vivido en primera persona, a todo el que quiera ver cumplida de veras su humanidad: «Puede representarse -dice en el Libro de la Vida– delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada humanidad y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos». Todo hombre y mujer, para serlo de veras, con la Santa, ha de confesarle a Cristo lo que anuncia la portada de este número: Para Vos nací.

En su encuentro con las monjas contemplativas, en el monasterio de la Encarnación de Ávila, aquel 1 de noviembre -lo evoca la foto que ilustra este comentario-, decía así Juan Pablo II: «Hijas del Carmelo: que seáis imágenes vivas de vuestra Madre Teresa, de su espiritualidad y humanismo. Que seáis de veras como ella fue y quiso llamarse -y como yo deseo se la llame- Teresa de Jesús». Y en definitiva, ser de Jesús es la verdad del hombre, de todo hombre y de toda mujer, la verdad del matrimonio y de la familia. Sin Él, cada uno de los seres humano, no sólo, según sus propias palabras, nada podemos hacer, en realidad nada podemos ser. Y el Papa santo, justamente porque ser de Jesús es la verdad del hombre, no dudó en señalar a quienes lo muestran como hizo, de modo tan extraordinario, santa Teresa: «El mundo necesita, más de lo que a veces se cree, vuestra presencia y vuestro testimonio. Es necesario, por ello, mostrar con eficacia los valores auténticos y absolutos del Evangelio a un mundo que exalta los valores relativos de la vida. Y que corre el riesgo de perder el sentido de lo divino, ahogado por la excesiva valoración de lo material, de lo transeúnte, de lo que ignora el gozo del espíritu». Sí, las monjas contemplativas son muy necesarias para la Humanidad entera, «su actitud ante las realidades de este mundo, que ellas contemplan según la sabiduría del Espíritu, nos ilumina acerca de los bienes definitivos y nos hace palpar la gratuidad del amor salvador de Dios».

¡Qué bien lo tenía presente santa Teresa! Lo dejó escrito en su oración por la familia, del Libro de las Fundaciones: «¡Oh Señor, qué gran merced hacéis a los que dais tales padres que amen verdaderamente a sus hijos, que sus estados y mayorazgos y riquezas quieren que los tengan en aquella bienaventuranza que no ha de tener fin! Cosa es de gran lástima que está el mundo ya con tanta desventura y ceguedad, que les parece a los padres que está su honra en que no se acabe la memoria de este estiércol de los bienes de este mundo y no la haya de que, tarde o temprano, se ha de acabar; y todo lo que tiene fin, aunque dure, se acaba y hay que hacer poco caso de ello…».

Lo publicamos hace exactamente veinte años, cuando Alfa y Omega comenzaba, en vísperas de la entrada en Madrid de su nuevo arzobispo, que cumple también ahora los veinte años de ministerio episcopal en la diócesis, y lo hacíamos ya con la mirada puesta, al igual que hoy lo hace en Roma el Sínodo de los Obispos, en la familia, que sólo en ser de Jesús está su verdad, su bien y su belleza. ¡Está la verdadera sabiduría: Sabiduría de Dios! A ella apelaba, en la Misa de inicio del Sínodo, el Papa Francisco: «Podemos frustrar el sueño de Dios si no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo. El Espíritu nos da esa sabiduría que va más allá de la ciencia…». Y de ella sigue siendo maestra insuperable nuestra santa Teresa de Jesús.