El camino de la verdadera renovación - Alfa y Omega

«Yo pertenezco a una orden que tiene ocho siglos de andadura, y siempre que vuelvo a Jesucristo lo hago desde la mirada de San Francisco, que no es decir poca cosa». Jesús Sanz Montes es franciscano y arzobispo de Oviedo. Inmediatamente cita a Juan Pablo II para subrayar que «la Iglesia es una comunión de vocaciones», una imagen ciertamente hermosa en la que sacerdocio, laicado y vida consagrada tejen la trama y el envés del cuerpo de la Iglesia. A estas alturas Monseñor Sanz ha probado sobradamente que es un hombre de gobierno, pero sobre todo un pastor, un testigo de Jesucristo que sabe que no puede permitirse el lujo de dar nada por supuesto, porque la relación con Jesús requiere «ser estrenada cada mañana». También es un profundo teólogo, capaz de hablar en los moldes culturales de nuestro mundo de hoy sin perder la hondura de los antiguos maestros.

En una entrevista en mi programa El Espejo, en la cadena COPE, le he recordado la reciente intervención del Papa en la que se refería a la situación de muchas congregaciones religiosas con la imagen de una «hemorragia». Una imagen ciertamente dura, a la que Francisco no quiso poner paños calientes. Y le he preguntado al arzobispo de Oviedo, que acaba de publicar un libro sobre la renovación de la vida consagrada desde el Vaticano II a nuestros días (La fidelidad creativa: Itinerario de renovación de la vida consagrada, BAC), cómo ha resonado en sus oídos esa imagen y qué tipo de reclamo implica.

Jesús Sanz cree que esta metáfora nos obliga a tomar postura de modo inevitable. Una hemorragia, por seguir con la metáfora del Papa, «indica que algo en mi cuerpo demanda atención… llega un momento en que por un accidente, o porque la vida no pasa en balde, tengo que tener una atención hacia mi cuerpo en el que existe una herida, algo que se ha podido lastimar… Mirar para otro lado, tener pereza, ignorar la hemorragia… no va a cortar el flujo de sangre». Las palabras del Papa constituyen un reclamo a que la vida consagrada se tome en serio a sí misma, con responsabilidad y gratitud, sin caer en la banalidad ni el pesimismo obsesivo. «Se trata de dejarnos cuidar por un Dios que nos acompaña a través de la Iglesia».

Le pregunto a monseñor Sanz sobre el título principal de su libro, La fidelidad creativa, y le planteo si ambas palabras no entrañan una cierta contradicción, al menos a primera vista. Antes de explicar cómo se engarza ese binomio, recorre los últimos cincuenta años, un tiempo en que el inmenso universo de la vida consagrada ha sufrido y gozado muchos cambios, muchas luces y sombras de los que el libro intenta hacer un balance sereno.

Para ello identifica tres posiciones, a su juicio insatisfactorias. Una primera corresponde a quienes, inquietos ante el rumbo de los acontecimientos, han pretendido restaurar nostálgicamente un pasado que ya no podía volver; otros, descontentos porque estimaban que habría que haber «avanzado» más, han caído en lo que denomina «pretensión refundadora»; y hay una tercera postura que considera la más frecuente, que corresponde con quienes simplemente se han instalado cómodamente en una mediocridad estéril. Ninguna de estas posturas hace las cuentas con el desafío que hoy tiene planteada la vida consagrada, y ahí es donde entra el binomio acuñado por san Juan Pablo II: la fidelidad creativa, o una creatividad fiel, porque desde ambas vertientes debe ser contemplada para entender bien la imagen.

En el libro recién publicado, Jesús Sanz establece cinco nudos para describir el itinerario de renovación auspiciado por el Concilio. Cinco nudos bien enhebrados, ninguno de los cuales puede ser anulado o sustituido por preferencia personal, inercia o comodidad. Si faltara uno de ellos, la fidelidad creativa no tendría lugar. El primero es volver a Jesucristo, algo que puede parecer obvio, pero no puede darse por supuesto lo que debemos estrenar cada mañana: volver a Jesucristo y a su Evangelio. Volvemos a Jesucristo desde un carisma dado, acudimos a Él ensimismados como lo estuvo un fundador, con su misma mirada. Y lo hacemos realizando una adaptación requerida por el paso de la historia, que nos exige expresar la propia vida de una manera distinta, sin traicionar los orígenes. Ese camino de fidelidad y adaptación requiere por otra parte un discernimiento según el Espíritu Santo, que es propiamente la forma en que los cristianos hacemos actual el Evangelio eterno; y ese discernimiento habrá de hacerse con la compañía de la Iglesia, no sea que lo que creemos actualidad no sea otra cosa que un capricho o un oportunismo demagógico.

Un texto valiente y lleno de frescura, con profunda mirada histórica y sentido del presente, tan apacible en su tono como exigente en el fondo, que será útil para los consagrados y para todos los bautizados que deseamos vivir conscientes y alegres este tiempo que el Señor nos regala para acercarle a un mundo que tiene imperiosa necesidad de su abrazo.

José Luis Restán / Páginas Digital