«En Venezuela, los niños pobres son asesinados dos veces» - Alfa y Omega

El pasado 20 de enero murió de hambre en mi comunidad el niño Keiven Iván. Según el observatorio venezolano de la alimentación cada día fallecen más de 50 menores por desnutrición en esta riquísima tierra. Todos ellos son asesinados por los corruptos que saquean Venezuela y, también, por los que callamos para seguir beneficiándonos del sistema global neocapitalista.

Foto: Carlos Ruiz.

Enseguida coloqué esta misma foto en las redes, pidiendo perdón al Señor y a Keiven por el crimen cometido contra él. Y enseguida hubo respuestas. Muchas se adherían a la súplica de clemencia. Muchas menos querían compromiso contra las causas del genocidio del hambre. Y algunas fueron para insultar. Los insultos no procedieron de los lados de la dictadura (por ahí solo hubo amenazas de despido a algún funcionario que colgó la noticia en su Facebook), sino de un chat de católicos comprometidos en el que participo, uno de esos foros monopolizados por los mensajes ñoños característicos del cristianismo burgués, tan sin sal ni mordiente.

Lo de menos es que me faltasen el respeto a mí, acusándome de demagogo y de aprovecharme del sufrimiento de los niños. Lo imperdonable es que ofendieron a los pobres con los argumentos habituales del falso cristianismo: «la culpa es de ellos por tener tantos hijos; no quieren salir de la miseria»…, aderezados con una abundante dosis exculpatoria: «nosotros ya hacemos lo que podemos, no nos hagan sentir mal».

A pesar de alguna reticencia clerical, el anodino chat se incendió –¡por fin!– y durante unos minutos los mensajes cursis dieron paso a los problemas reales, es decir divinos. Después de apasionados debates, llegó lo peor, cuando la buena conciencia rebosó su almibarada cicuta y ofreció la solución definitiva: hagamos un radiomaratón para recoger alimentos y zanjar el tema. No sigamos metiéndonos en política ni cuestionando nuestras vidas.

Foto: EFE / EPA / Ettore Ferrari.

El asistencialismo degrada a todos. Al pobre porque desacraliza su dolor y a nosotros porque trivializa nuestro pecado, convirtiéndolos en mercancía intercambiable por 30 monedas. Los pobres son asesinados dos veces. Cuando los matamos y cuando les negamos su dignidad vaciando sobre ellos el albañal de nuestro espíritu corrompido por el ansia de acumular, de prevalecer y de pasarlo bien a costa de quien sea; ídolos que nos impiden experimentar la bienaventuranza. No solo queremos ocultar sus cuerpos famélicos, también nos urge echar tierra sobre las causas de su hambre porque están en nuestras neveras.

Un poeta dijo: «Líbrate de la derecha cuando es diestra y de la izquierda cuando es siniestra». Los empobrecidos venezolanos padecen ambas: mueren a causa de los que frustran los cambios en nombre del paraíso en la tierra y por los que legitiman la injusticia en nombre del orden y de un Dios falsificado.