El precio de comerte un cruasán - Alfa y Omega

El precio de comerte un cruasán

El hábito de tirar comida a la basura no es lo único que genera un impacto social y medioambiental negativo en otros puntos del planeta. Comer todas las mañanas un cruasán elaborado con aceite de palma tiene como consecuencia que 40 millones de indígenas de las selvas del sureste asiático hayan perdido sus hogares y trabajen en condiciones de semiesclavitud para multinacionales que luego elaborarán la mayor parte de nuestra bollería industrial, aperitivos o salsas. Que cambiemos cada dos años de teléfono móvil deja a los congoleños en manos de las mafias que controlan las minas de extracción del coltán, el wolframio o el estaño. Los hombres que no quieren someterse a los dictados de las guerrillas corren el peligro de ser asesinados. Las mujeres, violadas. Si aceptan, vivirán como esclavos por dos euros al día. Este es el mapa de cómo nuestros estilos de vida condenan a la muerte y al hambre a millones de personas:

Cristina Sánchez Aguilar

Los móviles manchados de sangre congoleña

Foto: AFP Photo / Lionel Healing.

Todos nuestros teléfonos móviles, tabletas, ordenadores, cámaras fotográficas y otros dispositivos tecnológicos contienen los conocidos como minerales de sangre: el coltán, el estaño, el wolframio y el oro. El coltán almacena la electricidad en el móvil. El wolframio hace que pueda vibrar. Con el estaño se sueldan los circuitos. Con oro se cubren los cableados. Uno de los mayores productores mundial de estos minerales es la República Democrática del Congo. La extracción depende del control de grupos armados que nutren sus guerrillas con el dinero obtenido de la venta de estas preciadas materias primas, y atemorizan a la población para que se someta a su explotación. Trabajar en una mina significa jugarse la vida a cambio de un sueldo de dos euros al día. Y eso que solo en la mina de Rubaya, al este del Congo, se llegan a producir 20 toneladas de coltán a la semana. El mineral se vende en los mercados internacionales a 600 euros el kilo.

En España tiramos 18 millones de móviles al año, según la ONG Alboan. Y eso que la vida útil de un dispositivo es de diez años.

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Niños con cáncer por los residuos petroleros en el Amazonas

Foto: EFE / José Jácome.

Diana tiene 10 años y cáncer de huesos provocado por los residuos tóxicos que dejan las petroleras instaladas a 100 metros de su casa, en la selva amazónica de Ecuador. La americana Texaco —ahora Chevron— llegó a la zona en 1964 y, 50 años después, 80.000 toneladas de residuos han contaminado más de dos millones de hectáreas. Este panorama ha provocado que haya cientos de niños con cáncer y que nazcan cada vez más bebés con malformaciones. En 2013 un juez ecuatoriano condenó a la empresa a pagar 19.000 millones de dólares. A día de hoy las petroleras aún vierten combustible a los arroyos, donde, 300 metros más abajo, se bañan niños desnudos y las mujeres lavan la ropa.

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El veneno tecnológico en Ghana

Foto: Álvaro Ybarra Zabala

Cada año llegan al suburbio Agbogbloshie, en Accra, cinco millones de aparatos electrónicos usados procedentes de Europa, Estados Unidos y China. Este cementerio tecnológico desprende veneno e ingresos, a partes iguales, para los desesperados que buscan entre la basura metal revendible como aluminio, cobre o hierro. Amenume, tras perder su empleo como vigilante, va diariamente con su hijo adolescente a rebuscar entre la chatarra. «Sabemos que podemos enfermar, pero si dejamos de venir no tendremos qué comer». Los cables desprenden químicos que provocan trastornos en el cerebro y el sistema nervioso.

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China, la chimenea del mundo

Foto: EPA/Adrian Bradshaw

China emite más del 25 % de los gases de efecto invernadero del mundo. Miles de fábricas, exportadoras de productos a todo el planeta —el made in China impertérrito en juguetes, zapatillas, material escolar, etcétera— mantienen unos niveles de contaminación que, según la Asociación Americana del Corazón, matarán en los próximos 15 años a un millón de personas. Pese al acuerdo firmado en París con EE. UU. para reducir sus emisiones (en el aire tras la victoria de Trump), los expertos auguran que el gigante asiático todavía no ha llegado al pico más alto de emisiones de CO2. Se prevé que en 2025 alcanzará los 14.000 millones de toneladas.

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Los niños de Bangladés que cosen tu ropa

Foto: Claudio Montesano Casillas

Y no solo es Bangladés. Podemos irnos a China, India, Camboya, Vietnam, Turquía, Marruecos, Sri Lanka… Miles de hombres, mujeres y niños trabajan más de 14 horas al día, sin apenas levantarse del asiento ni para ir al servicio, por menos de 50 euros al mes —por cada camiseta de 29 euros se llevan 0,18—. Además, son numerosos los casos de fábricas que no cumplen las condiciones de salubridad y seguridad. Solo en Bangladés en los últimos diez años han fallecido cerca de 1.500 personas por accidentes evitables —en el Rana Plaza, en 2013, murieron 1.200 personas y hubo 2.500 heridos—.

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El aceite que deforesta Indonesia

Foto: AFP Photo / Natalie Behring-Chisholm

Los aperitivos, la bollería, las salsas… gran parte de nuestra alimentación diaria está elaborada con aceite de palma. Es una materia prima muy atractiva para las empresas porque se cultiva en países tropicales, lo que significa que la tierra cuesta poco y la mano de obra, menos todavía. Malasia e Indonesia acaparan el 84 % de la producción mundial. Pero para que nosotros podamos desayunar cada día un cruasán, el 87 % de las selvas del sudeste asiático han sido devastadas. Eso implica que 40 millones de indígenas hayan perdido sus hogares y trabajen en condiciones de semiesclavitud para las multinacionales. El producto tampoco es bueno para nuestra salud: el aceite de palma eleva, y mucho, el colesterol.