Con 14 años, Olivia llegó a París como esclava doméstica. «Pasaba días sin comer» - Alfa y Omega

Con 14 años, Olivia llegó a París como esclava doméstica. «Pasaba días sin comer»

«Sentía que estaba soñando. Iba a ir a Francia a estudiar». Así comenzó el sueño de una chica de 14 años, que acabó en pesadilla. Con ocasión de la Jornada Internacional de Oración y Concienciación contra la Trata de Personas, el 8 de febrero, Caritas Europa exige a la UE que actúe contra la trata de seres humanos

Redacción
Foto: Secours Catholique

«Tenía 12 años cuando una amiga de la familia visitó a mis padres. Dijo que conocía a gente en París que iban a ser padres y estaban buscando una adolescente que puiera cuidar del bebé. Prometieron que me pagarían y recibiría educación. Sentía que estaba soñando. Iba a ir a Francia a estudiar». Es el testimonio de Olivia, una mujer de Togo, que fue víctima de trata y de abusos como esclava doméstica durante nueve años en París, en la década de los 1990.

El viaje se retrasó y no llegó a la ciudad del Sena hasta dos años después, con un pasaporte falso que decía que era mayor de edad. En la casa de su nueva familia —compuesta por una togolesa y un francés—, era la primera en levantarse y la última en acostarse. Siempre llevaba al bebé de la pareja, de un año, a la espalda, porque cada vez que intentaba acostarlo el niño lloraba y su madre pegaba a la muchacha. De hecho, incluso dormía de pie, con el niño sujeto a ella. «Me pasaba tres o cuatro días sin comer. Me privaban de todo, incluso de beber. Me encerraba en el cuarto de baño para beber agua del grifo».

«Encendió la cocina» y le quemó las manos

Al final, la echaron de esa casa porque otra chica del barrio, que la había visto con frecuencia, se presentó en su casa y pidió que la dejaran ir al cine con ella. La mujer que la tenía esclavizada «encendió la cocina eléctrica hasta que estuvo muy roja», y le quemó las manos. «Después me golpeó, me rompió la ropa, me arrancó un puñado de pelo y me clavó los tacones en los pies. Después me echó de casa», sin nada, sangrando y sin hablar francés.

Salvó la vida gracias a la familia de la chica que se había presentado en su casa. «Si estoy viva, es gracias a ellos». Pero después de recuperarse también ellos siguieron explotándola, si bien sin tanta crueldad. Se aprovechaban de que no tenía papeles, era invisible. Así pasaron ocho años. De hecho, su amiga encontró trabajo de asistenta doméstica, y obligaba a Olivia a hacer todo el trabajo mientras ella veía la televisión. Por fin, Olivia pudo pedir ayuda al matrimonio para el que trabajaba su salvadora. Ellos la pusieron en contacto con el Comité contra la Esclavitud Moderna, que la ayudaron a regularizar su situación, y donde ella colabora ahora para ayudar a otras personas que lo necesitan.

Contra la indiferencia

Las organizaciones de Cáritas de toda Europa trabajan diariamente con víctimas de la trata como Olivia. Esta lacra afecta a millones de personas en el mundo y genera miles de euros de ganancias a grupos criminales. Pero ni Cáritas ni la sociedad civil por sí solas pueden desafiar seriamente la indiferencia global que alimenta el tráfico de seres humanos. Por ello, Cáritas Europa pide a los estados europeos y a la Unión Europa a ratificar íntegramente e implementar la Convención del Consejo de Europa sobre la Acción contra el Tráfico de Seres Humanos. Asimismo, les exige que hagan todo lo que esté en su mano para abordar las raíces de la trata.

«Teniendo en consideración que el mundo hoy es cada vez más inestable, cargado de conflictos, emergencias desencadenadas por el cambio climático y una brecha creciente entre los que tienen y los que no, es vital poner fin a los factores que contribuyen a la horrorosa trampa de la esclavitud moderna. Se debe prestar especial atención a los niños, pues son los que más sufren, están especialmente ligados a situaciones de conflicto y postconflicto y tienen pocas opciones para migrar por vías legales. Con frecuencia estos niños huyen de condiciones nefastas en su país con sueños y esperanzas. Pero al final terminan como esclavos laborales o sexuales. Les han robado su infancia y dignidad. Las heridas psicológicas son tremendamente profundas», afirma Geneviève Colas, experta en trata de Cáritas Europa.

Caritas Europa / Redacción