Un legado, «bien querido», de 80 colegios y 88.000 alumnos - Alfa y Omega

Un legado, «bien querido», de 80 colegios y 88.000 alumnos

El padre Antonio Bachs falleció el pasado 17 de enero de un infarto al corazón. Dedicó toda su vida como jesuita al Perú y a la institución Fe y Alegría, que ofrece educación de calidad para los pobres. «Era un hombre de Dios, entregado al servicio de los que menos tienen», recuerda Edgar Tapia, director de imagen institucional de Fe y Alegría

José Calderero de Aldecoa
El padre jesuita Antonio Bachs visita uno de los colegios de Fe y Alegría. Foto: Fe y Alegría

Los que conocieron al padre Antonio Bachs aseguran que se ha ido «un apasionado por la vida y por los niños». Quien así le define es Edgar Tapia Burgos, director de imagen institucional de Fe y Alegría Perú, que trabajó, codo con codo, durante 16 años junto al histórico. Así le llamaban los que le conocían, «porque era el sacerdote jesuita más antiguo que tenía la institución Fe y Alegría», recuerda Edgar.

Pero la gente no sólo le valoraba por sus más de 47 años de dedicación, la gente le quería porque «era un hombre trabajador, noble, cercano y humilde. Se ha dedicado a trabajar para los más pobres». Y eso le valió para ganarse el cariño de la gente y el VI Premio Cámara Española, que le concedió la Cámara Oficial de Comercio de España en el Perú, por su destacada labor en la educación del país.

El padre Antonio Bachs nació en Madrid en 1934. Se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Alcalá de Henares. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1952 y, un año después, llegó al Perú, lugar que le ha visto morir, a los 80 años, por un infarto de corazón. En 1967, empezó a trabajar en Fe y Alegría, institución educativa que daba sus primeros pasos y de la que fue Director General durante casi veinte años.

En Fe y Alegría, que ofrece una educación de calidad a la población empobrecida, el padre Antonio trabajó «con esa fe de quien está convencido del poder transformador de la educación y con la alegría imprescindible para lograr que los sueños se hagan realidad», explican desde la institución.

Cuando Bachs se sumó al proyecto, Fe y Alegría Perú sólo contaba con 11 colegios. A su muerte y tras dedicarle todo su trabajo como jesuita, la institución cuenta con 80 colegios y más de 88.000 alumnos. «Antonio deja un legado impresionante y bien querido en el Perú», asegura Edgar Tapia.

Fe y Alegría Perú creció enormemente bajo su mandato, pero eso no le llevó a descuidar a las personas. «A los niños les dedicaba tiempo. Ha sido un pastor a carta cabal. Visitaba los colegios, las congregaciones. Conocía a los profesores por su nombre. Acompañaba espiritualmente a las congregaciones que atendían los colegios», asegura el director de imagen institucional.

Se preocupaba por todos y por todo

«Al llegar a los colegios —recuerda don Edgar Tapia— siempre decía al director: ¿Me invitas a un café?, y el café se alargaba y se convertía en café con leche. Conocía a todos por su nombre». Se interesaba por todos y por todo. «Otro de sus motes era el ingeniero, por preocuparse incluso de la construcción de los colegios».

Hombre de oración

Pero, sobre todo, «era un hombre de Dios, entregado al servicio de los que menos tienen». Todas las mañanas celebraba Misa y rezaba con su comunidad. Los domingos decía Misa en una de las barriadas de Lima. Después de comer, también dedicaba tiempo a la oración. «En los momentos difíciles, siempre se retiraba a rezar y salía contento y mucho más esperanzado. Su fuerza y su vitalidad la sacaba de la oración. Era un apasionado de Jesucristo. Era un hombre muy mariano», asegura Edgar.