«Los débiles pueden cambiar la historia» - Alfa y Omega

«Los débiles pueden cambiar la historia»

Redacción
Andrea Ricardi durante su intervención. Foto: ABC

La Comunidad de Sant’Egidio es bien conocida en las cancillerías de todo el mundo, que la ven como a una especie de cuerpo diplomático informal que trabaja muy de cerca con la Secretaría de Estado de la Santa Sede. Su aportación fue esencial para lograr la paz en Mozambique, y ha tenido una labor destacada en otros procesos de paz, como en Kosovo o Guatemala.

Ha liberado a esclavos, en países donde aún existe la esclavitud; ha promovido el diálogo interreligioso, con especial ahínco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001; ha iniciado campañas para la abolición de la pena de muerte y contra las minas antipersona; ha ayudado a miles de personas víctimas de las guerras o de catástrofes naturales… La Comunidad de Sant’Egidio nació cuando, en 1968, Andrea Riccardi, un joven que no había cumplido aún los 20 años, reunió a un grupo de estudiantes de bachillerato en Roma para escuchar y poner en práctica el Evangelio, inspirado en la primera comunidad cristiana y en san Francisco de Asís. Riccardi es hoy, además, profesor de Historia contemporánea en la Terza Università degli Studi di Roma, y uno de los más brillantes historiadores de la Iglesia contemporáneos. Tras la inauguración del V Congreso Católicos y Vida Pública, pronunció una conferencia sobre Los nuevos mártires del siglo XX, un desgarrador testimonio que quiso reivindicar la memoria de los miles de cristianos que dieron su vida por el Evangelio y la caridad evangélica en este siglo plagado de tragedias. Mantuvo, después, un encuentro con algunos informadores y abordó diversas cuestiones:

• El método de Sant’Egidio:

«El corazón de la vida cristiana nace de la oración. Nuestro secreto es el de la palabra de Dios en el corazón: servir a los pobres y vivir el Evangelio; oración y amor a los pobres. San Pablo dice: Cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte. El cristianismo no es un poder, ni tampoco es una flaqueza. Es una fuerza, pero la fuerza del débil y del humilde; es la religión del Crucificado. En este sentido, creemos que los débiles pueden cambiar la Historia, que tienen la fuerza para cambiarla. También, en la medida en que el poderoso reconoce su propia debilidad, se hace hombre. El poderoso que niega su debilidad se convierte en superhombre, y en el superhombre, al final, hay siempre algo de demoníaco. La fe cristiana renueva el hombre y renueva su presencia en la sociedad. El siglo XXI será el de la espiritualidad y la solidaridad para los cristianos. No hay solidaridad sin espiritualidad. Pero una espiritualidad sin solidaridad se convierte en New Age».

• África, ¿tiene solución?

«No quiero poner una placa a Sant’Egidio por los acuerdos de paz en Mozambique, porque eso pasó hace 10 años. Pero sí fue algo muy importante, porque en esa guerra hubo un millón de muertos, y en Mozambique ya no se muere por la guerra. Hoy, en Mozambique, en Malawi, en Guinea-Bissau, estamos emprendiendo una nueva lucha contra el sida. Es un problema que no se comprende en Europa, porque los enfermos de Madrid o de Roma reciben tratamiento, pero no así los de Nairobi, Bissau o Maputo.

Muchos se preguntan: ¿Por qué hay tanta violencia en África? ¿Por qué en Ruanda, un país católico, hemos presenciado una tragedia como la de 1994? El mal está en todas partes. Pero lo que debemos constatar es la fuerza del bien, el coraje de tantos cristianos que han dado su propia vida en África: europeos y africanos. Estoy convencido de que, de estos martirios comunes, nace una cultura de solidaridad cristiana entre Europa y África.

Hoy, con la globalización, el papel del Estado está en proceso de redefinición. En África, además, por la división del continente (tras la era colonial), no hay Estados homogéneos. Éste es el problema de África. Ahora, debemos contribuir a que sea posible la convivencia, debemos prevenir las guerras. Creo que la solución no debe ser sólo africana, sino que debe ser una solución internacional. Como ha dicho Juan Pablo II, y creemos en Sant’Egidio, África es hoy el banco de pruebas de la conciencia internacional, de la política internacional.

La Comunidad de Sant’Egidio está presente en 22 países africanos. Me enorgullezco cuando digo que el continente en el que está más extendida no es Europa, sino África. Son comunidades que trabajan por los pobres, que rezan…, un movimiento de la sociedad».

• Sant’Egidio, en España:

«La presencia de la Comunidad quiere recordar a España, con tantas personas ricas y aisladas, el mundo de la pobreza: los vagabundos, los gitanos, los ancianos…

Creo que el problema español consiste en que España ha pasado, con una rapidez única en Europa, de ser un país por entero católico (aunque ¿era enteramente católico? No lo creo) a ser un país extremadamente pluralista y consumista. Esa velocidad ha creado vértigo y ha generado multitud de paradojas. Creo que la España de hoy no va tan deprisa, y que puede ya reflexionar más tranquilamente. Además, creo que Europa necesita a España, igual que necesita a Italia. Una Europa sin España y sin Italia perdería su lado mediterráneo, que es una parte fundamental del continente».