El Papa quiere jóvenes con la sabiduría del Evangelio - Alfa y Omega

El Papa quiere jóvenes con la sabiduría del Evangelio

El encuentro del Papa con los jóvenes filipinos se recordará por sus palabras improvisadas, inspiradas por el llanto de Glyzelle, una niña de la calle. Pero fue más allá: les ofreció las armas para «renovar su sociedad y construir un mundo mejor»

María Martínez López
«Tenemos mucha información, pero no sabemos qué hacer con ella». Los jóvenes fotografían al Papa durante el Encuentro

El encuentro del Papa con 30.000 jóvenes, en la Universidad dominica Santo Tomás, terminó con un envío misionero. El Papa animó a los jóvenes a que «se entreguen con pasión y sinceridad a la gran tarea de la renovación de su sociedad y ayuden a construir un mundo mejor». Y, como armas, les aconsejó éstas: atreverse a llorar; dejarse sorprender; hacer que la información llegue al corazón y se traduzca en obras; y saber recibir de las personas que ayudamos.

El Santo Padre predicó con el ejemplo, y se dejó sorprender por los jóvenes. «La realidad de ustedes es superior a todas las ideas que yo había preparado», dijo, por lo que abandonó su discurso, e improvisó en español. Le conmovió, sobre todo, Glyzelle Palomar, la chica de la calle que lloró al preguntarle por qué sufren los niños. Es la «única pregunta que no tiene respuesta», y aprovechó para apuntar que la había hecho la única mujer en dar testimonio. «Las mujeres tienen mucho que decirnos –subrayó–. A veces, somos demasiado machistas y no dejamos lugar a la mujer. Así que, cuando venga el próximo Papa a Manila, que haya más mujeres».

«Aprendamos a llorar, como [Glyzelle] nos enseñó», exhortó a continuación; pero previno contra «una compasión mundana que no nos sirve para nada» o, como mucho, para «meter la mano en el bolsillo y dar una moneda. Si Cristo hubiera tenido esa compasión, hubiera pasado, curado a tres o cuatro y se hubiera vuelto al Padre. Solamente cuando fue capaz de llorar, entendió nuestros dramas».

Junto a esta falsa compasión, el Papa alertó sobre otra tentación: la autosuficiencia de quien ayuda a los demás. Tras escuchar a Rikki Macalor, voluntario tras el tifón Yolanda, y agradecerle su labor, le lanzó este desafío: «Pero tú, ¿dejas que te den?» Como al joven rico, «sólo te falta una cosa. Hazte mendigo. Esto es lo que nos falta: aprender a mendigar de aquellos a quienes damos. Aprender a recibir de la humildad de los que ayudamos. Aprender a ser evangelizados por los pobres, que tienen mucho que darnos. ¿Te dejas evangelizar por aquellos que ayudas?».

Ni jóvenes museo, ni computadora

El Santo Padre se dirigió también a esa otra parte de la sociedad, que no llora por pobreza, sino «porque le gustaría tener más». En Asia, a la pobreza se le suma la desigualdad: al lado de los suburbios, hay rascacielos y móviles de última generación. Un estudiante, Leandro, preguntó al Papa precisamente por la hiper-información entre los jóvenes. El Papa fue mucho más allá, y respondió que no quiere jóvenes museo –«Tenemos mucha información, pero no sabemos qué hacer con ella»–. Tampoco jóvenes computadora, que tienen «todas las respuestas» pero sin «ninguna sorpresa».

La Iglesia necesita jóvenes sabios: los que consiguen que, «a través del amor, esa información sea fecunda». Para ello, el Evangelio propone un triple lenguaje: el de la mente, el corazón y las manos. «Tu información baja al corazón, lo conmueve», y eso se traduce en obras. Y este amor «te abre a las sorpresas, el amor siempre es una sorpresa, porque supone un diálogo». Dios es «el Dios de las sorpresas, porque Él siempre nos amó primero».

El discurso que no leyó el Papa

Integridad:«Tenéis el desafío de actuar con honestidad y equidad en vuestro trato con los demás. Amar significa asumir un riesgo: el riesgo del rechazo, el riesgo de que se aprovechen de ti, o peor aún, de aprovecharse del otro. ¡No tengáis miedo de amar! Pero también en el amor mantened vuestra integridad. También en esto sed honestos y justos. Sufriréis la oposición, el rechazo, el desaliento y hasta el ridículo. Pero vosotros habéis recibido el don [del Espíritu Santo] que os permite estar por encima de esas dificultades».

Medio ambiente [unos días después de anunciar que terminará su encíclica sobre esta cuestión en marzo y, seguramente, se publicará en verano]: «Estáis llamados a cuidar de la creación, en cuanto ciudadanos responsables, pero también como seguidores de Cristo. El respeto por el medio ambiente es más que el simple uso de productos no contaminantes o el reciclaje. Tenemos que ver con los ojos de la fe la belleza del plan de salvación de Dios, el vínculo entre el medio natural y la dignidad de la persona».

Ayuda a los pobres:«Somos cristianos. Somos miembros de la familia de Dios. No importa lo mucho o lo poco que tengamos, cada uno está llamado a acercarse y servir a nuestros hermanos necesitados. Siempre hay alguien cerca de nosotros que tiene necesidades, ya sea materiales, emocionales o espirituales. El mayor regalo que le podemos dar es nuestra amistad, nuestro interés, nuestra ternura, nuestro amor por Jesús. Quien lo recibe lo tiene todo; quien lo da hace el mejor regalo. Os pido a todos, especialmente a los que podéis hacer y dar más: por favor, ¡haced más! Por favor, ¡dad más!».