Los 37 pulmones espirituales de Madrid - Alfa y Omega

Los 37 pulmones espirituales de Madrid

El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, visita los monasterios de vida contemplativa. Les quiere hacer sentir, dice el padre Elías Royón, vicario para la Vida Consagrada de Madrid, que están en el corazón de la Iglesia, que cuenta con ellas para la evangelización.

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El cardenal Osoro y el vicario de Vida consagrada con las carmelitas de Príncipe de Vergara, en septiembre del año pasado. Foto: Monasterio de Nuestra Señora de las Maravillas

En el número 52 de la calle Toledo, en el corazón de Madrid, se levanta el convento de las Concepcionistas franciscanas. Lleva allí cinco siglos, desde su fundación en 1512, aunque en 1906 fue derribado por las obras de urbanización de la zona, y levantado otra vez en el mismo lugar. «Siempre hemos sido concepcionistas franciscanas, fundadas por santa Beatriz de Silva, y siempre nos hemos dedicado al trabajo y la oración».

Han sido cinco siglos rezando por el mundo, por la Iglesia y por la diócesis de Madrid, y allí acudirá el sábado el cardenal arzobispo Carlos Osoro, dentro de las visitas que desde hace meses lleva realizando a los conventos de vida contemplativa de toda la archidiócesis. Hasta el momento ha visitado 14 de ellos, por lo que le quedan por recorrer otros 23 para completar los 37 pulmones espirituales con los que cuenta la diócesis madrileña.

Orar y entregar la vida

La comunidad de concepcionistas de la calle Toledo consta hoy de doce monjas, «muchas mayores y enfermas», lamenta su superiora, la madre María Ascensión, aunque han recibido el refuerzo de cuatro religiosas jóvenes procedentes de Iberoamérica. «Antes, cuando éramos más jóvenes, trabajábamos lavando ropa de iglesias, confeccionando bolsos para algunas marcas, bordando mantelerías…, pero ahora solo podemos hacer algunos trabajos sencillos como poner etiquetas para algunas fábricas».

Foto: Óscar González / Archimadrid

De todos modos, su labor principal, la que lleva haciendo la comunidad desde hace 500 años, la siguen haciendo: orar. «Nuestra vida consiste totalmente en oración y sacrificios, y en darle la vida al Señor». En su plegaria llevan «todas las necesidades del mundo», y piden también «por la Iglesia para que avance y dé testimonio». Para ello, son conscientes de que «es necesario que estemos al tanto de todo lo que ocurre, para pedir por todo, pero la televisión no la usamos mucho porque eso nos quitaría paz y vida interior». Con todo, se alegran de que la visita del cardenal arzobispo de Madrid sirva «para mostrar el atractivo de la vida contemplativa» que ellas encarnan.

Doce hermanas contentas

«Somos doce hermanas contentas», afirma la madre Lourdes, superiora de las clarisas de Carabanchel, que el 14 de diciembre pasado recibieron la visita del cardenal, junto al que hablaron «de la vida de la Iglesia y de la diócesis». Ellas son una presencia tradicional en el barrio, pues llevan allí 125 años y han regentado un colegio durante décadas. «Ahora tenemos menos relación con la gente, pero seguimos informadas de lo que pasa fuera. Por todo eso pedimos y damos un testimonio de oración ante los que nos puedan conocer».

Las clarisas ganan su sustento realizando pequeños trabajos de oficina que les encarga el Banco Popular, una tarea que comparten con otra comunidad que también ha recibido la visita del arzobispo: las carmelitas de la calle Príncipe de Vergara. Hoy son 15 hermanas, «pero esperamos dos vocaciones madrileñas», relata orgullosa sor María Noemí, superiora de la comunidad.

Nuestro pan de cada día

«Muchas personas que vienen a vernos nos preguntan si trabajamos o no», exclama sorprendida sor María Noemí, que explica que la comunidad lleva 37 años trabajando para el Banco Popular, «al principio realizando las tarjetas Visa, y ahora haciendo tareas más sencillas como ensobrar o clasificar la correspondencia. Es menos trabajo, pero al menos tenemos el pan nuestro de cada día, también gracias a la gente, que es más solidaria ahora que antes con nosotras».

Foto: Óscar González / Archimadrid

De la visita del cardenal, las monjas destacan «su cercanía, es muy cordial, natural y sencillo. Disfrutamos mucho con él». En la conversación salieron los problemas de la Iglesia y de la diócesis, y él nos habló del Plan de Evangelización que se está haciendo ahora. No nos salimos de ahí, porque hay mucha materia: la diócesis, el Papa, el Carmelo…». A la hora de informarse, las carmelitas «leemos revistas religiosas y el periódico. De las cosas de política leemos la letra gorda», o sea los titulares.

Tienen claro que «lo que no nos interesa, no nos interesa y no lo leemos», y aplican para distinguir lo que vale la pena y lo que no el sentido común: «Tenemos que discernir. Hay muchas cosas que son de periodistas, que están un poco aumentadas».

Todas estas monjas participaran desde la distancia de su clausura en la Eucaristía con la que se celebra hoy, 2 de febrero, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. El cardenal Osoro presidirá la Eucaristía en la catedral de la Almudena a las 19 horas, en una celebración a la que han sido invitados a asistir, de modo especial, los consagrados y consagradas de la archidiócesis, quienes renovarán sus votos o compromisos sobre los consejos evangélicos.

«Sin ellos, la Iglesia sería una organización activista»

Las 14 visitas del cardenal están motivadas porque «el arzobispo quiere hacer sentir a los contemplativos que están en el corazón de la Iglesia en Madrid que cuenta con ellas para la evangelización», explica el vicario para la Vida Consagrada de Madrid, el padre Elías Royón, quien ha acompañado a don Carlos en todos estos encuentros. A todas les dice que «su oración es fundamental para la evangelización, y les anima a perseverar en su entrega en la clausura». «Los contemplativos –afirma Royón– encarnan un aspecto de la vida cristiana importantísimo, como es el de la oración y la alabanza a Dios, y la entrega a su servicio en el silencio y en la humildad. No todos somos llamados a esa vida, pero son indispensables para la Iglesia. Sin ellos, la Iglesia sería sin más una organización activista».