«Yo no sé qué decirles, pero el Señor sí» - Alfa y Omega

«Yo no sé qué decirles, pero el Señor sí»

¿Qué se le puede decir a quien lo ha perdido todo, a sus seres queridos, su casa…? «No lo sé», confesó el Papa. «Pero el Señor sí». Él «reina desde la Cruz. Por eso es capaz de entendernos» y de «llorar con nosotros»

Ricardo Benjumea
Jóvenes visiblemente emocionadas participan en la Misa del sábado en Tacloban

El sábado fue, para el Papa, la jornada más intensa de su visita a Filipinas. A primera hora se desplazó a Tacloban, en la isla de Leyte, la más azotada por el tifón Yolanda en noviembre de 2013. Murieron en esta provincia más de 6 mil personas, y la capital quedó prácticamente destruida.

Nada más aterrizar, Francisco celebró una Misa en el aeropuerto, en medio de un fuerte temporal. Los organizadores locales le sugirieron trasladar la celebración a la catedral, pero decenas de miles de personas le esperaban desde hace horas a la intemperie, y el Papa no estaba dispuesto a desilusionarlas. Se enfundó un chubasquero amarillo e inició la Eucaristía.

En la homilía, Francisco dejó de lado los papeles que traía escritos y habló a corazón abierto. Desde el primer momento –contó–, al conocer las noticias sobre los tifones de 2013 y 2014, «decidí hacer el viaje aquí. Quise venir para estar con ustedes. Un poco tarde, me dirán. Es verdad, pero estoy. Estoy para decirles que Jesús es el Señor; que Jesús no defrauda. Padre –me puede decir uno de ustedes–, a mí me defraudó porque perdí mi casa, perdí lo que tenía, estoy enfermo… Es verdad eso que me decís, y yo respeto vuestros sentimientos, pero lo veo ahí clavado [a Jesús en la cruz] y desde ahí no nos defrauda. Él fue consagrado Señor en ese trono y ahí pasó por todas las calamidades que nosotros tenemos. ¡Jesús es el Señor! y es Señor desde la cruz, ahí reinó. Por eso Él es capaz de entendernos».

«Tenemos un Señor que es capaz de llorar con nosotros; capaz de acompañarnos en los momentos más difíciles de la vida. Muchos de ustedes han perdido todo. Yo no sé qué decirles. ¡Él sí sabe qué decirles! Muchos de ustedes han perdido parte de la familia. Solamente guardo silencio, les acompaño con mi corazón en silencio…».

Muere una joven voluntaria

La tormenta empezaba a convertirse en tifón. Hubo que agilizar los demás actos. La comida con 30 damnificados se redujo a media hora, poco tiempo, pero de gran intensidad. Según contó el cardenal Tagle, Francisco escuchó los testimonios profundamente conmovido, en silencio, sin poder reprimir algún sollozo.

No hubo tiempo para detenerse en el nuevo Centro para los Pobres Papa Francisco, que el Pontífice bendijo desde el coche. La visita a una familia de pescadores duró apenas un suspiro. También se redujo al mínimo el encuentro en la catedral con sacerdotes, religiosos, seminaristas y supervivientes de la catástrofe. «Les pido disculpas, me da pena, porque tenía escrito algunas cosas para decirles, pero tenemos todos el manto de la Virgen», dijo el Papa a modo de disculpa por su marcha apresurada, cuatro horas antes del horario previsto.

La situación se ponía fea. Después de que despegara el avión del Papa, otro aparato, en el que viajaban altos cargos del Gobierno filipino, se salió de la pista, a causa del viento. No hubo que lamentar males mayores. Sin embargo, una joven voluntaria murió al desplomarse sobre ella un andamio en el lugar donde se había celebrado la Misa. Al día siguiente, el Papa se reunió en la nunciatura con sus padres, con el cardenal Tagle como traductor.

Se llamaba Cristal, contó el Papa al comienzo del encuentro del domingo con los jóvenes. «Ella trabajó en la organización de esa misa. Tenía 27 años, era joven como vosotros y trabajaba para una asociación. Era una voluntaria. Yo quisiera que nosotros, todos juntos, vosotros jóvenes como ella, rezáramos en silencio un minuto y después invoquemos a nuestra Madre del cielo… También hagamos una oración por su papá y su mamá. Era única hija. Su mamá está llegando de Hong Kong. Su papá ha venido a Manila en espera a su mamá…».

La cruz seguía acompañando el viaje del Papa, sin mitigar el fervor y el entusiasmo de los fieles.

«Los pobres están en el centro del Evangelio»

Filipinas celebra, en 2021, el V centenario de su evangelización, y debe mirar con gratitud la herencia dejada por «tantos obispos, sacerdotes y religiosas de generaciones pasadas. Ellos trabajaron, no sólo para predicar el Evangelio y edificar la Iglesia en este país, sino también para forjar una sociedad animada por el mensaje del Evangelio de la caridad, el perdón y la solidaridad al servicio del bien común», dijo el Papa el viernes en la catedral de Manila, en una Misa con los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas. Desde un punto de vista mediático, puede que este acto no fuera lo más destacado, pero sí ofreció importantes claves sobre por dónde quiere el Papa que la Iglesia prepare «caminos nuevos para el Evangelio en Asia, en los albores de una nueva era».

La clave son los pobres. «Los pobres están en el centro del Evangelio, son el corazón del Evangelio; si quitamos a los pobres del Evangelio no se comprenderá el mensaje completo de Jesucristo». Pero «sólo si somos pobres nosotros mismos, y eliminamos nuestra complacencia, seremos capaces de identificarnos con los últimos de nuestros hermanos y hermanas». Sólo de esta forma, y sostenidos por una intensa vida de oración, «veremos las cosas desde una perspectiva nueva, y así responderemos con honestidad e integridad al desafío de anunciar la radicalidad del Evangelio en una sociedad acostumbrada a la exclusión social, a la polarización y a la desigualdad escandalosa».