La «diplomacia de la belleza» acerca al Vaticano y a Pekín - Alfa y Omega

La «diplomacia de la belleza» acerca al Vaticano y a Pekín

«El Papa será bienvenido en China, aunque la mayoría del pueblo no lo conoce». Cui Zimo forma parte de la «diplomacia de la belleza», destinada a acercar al Vaticano y a Pekín. En octubre, este artista chino compartió casa con el Papa y realizó algunas de sus creaciones caligráficas durante la apertura de la residencia de Castel Gandolfo. Su presencia certificó el deseo de Francisco no solo de visitar esa potencia en expansión, sino su voluntad de alcanzar un acuerdo histórico para el nombramiento de obispos. Mientras un grupo de delegados vaticanos y chinos mantienen conversaciones reservadas, en ambas partes se alzan voces críticas que fustigan cualquier acercamiento

Andrés Beltramo Álvarez
Cui Zimo, presidente de la Asociación China de Pintores y Calígrafos, durante un momento de la entrevista. Foto: Andrés Beltramo

China es todavía un tabú para la Iglesia católica, una de las pocas naciones jamás visitada por un Papa. Pero Jorge Mario Bergoglio se muestra determinado a cambiar esa historia, no obstante las dificultades. Desde el inicio de su pontificado ha mandado mensajes de cercanía al presidente, Xi Jinping. Incluso lo invitó a visitarlo en Roma. El mandatario no respondió, al menos públicamente, pero los gestos de simpatía han sido recíprocos.

Por eso la visita de Cui Zimo, presidente de la Asociación China de Pintores y Calígrafos en octubre, no resultó aislada. Ni casual. En entrevista con Alfa y Omega, en una de las galerías de los Museos Vaticanos, recuerda que, hasta hace 30 años, China «no estaba abierta para nadie» y, por eso, «necesita tiempo».

«Para todas las cosas existe un proceso, China es muy grande y las poblaciones son tantísimas que, aunque muchas personas desde el siglo XIX salieron del país, en realidad se trata de pocas (comparadas con el total, de más de 1.500 millones de personas), y se requiere todavía tiempo para alcanzar la apertura. La economía de China está creciendo de una manera fuerte, el Vaticano representa una religión muy poderosa, son dos realidades que podrían convertirse en una gran potencia si mantuvieran relaciones estables», asegura.

Durante su estancia en Italia, el miembro de la Academia Nacional de las Artes de China realizó algunas de sus caligrafías artísticas durante la apertura al público de la residencia de Castel Gandolfo, se hospedó en Santa Marta, y pudo reunirse en privado con el Papa, quien le firmó una obra suya incluyendo una sugerente frase: «Con amistad. Francisco».

«Será bienvenido», adelanta, sobre la voluntad del Pontífice de visitar su país, aunque aclara que la mayoría de los chinos no conoce al Obispo de Roma, sobre todo aquellas personas que siguen a los credos más difundidos: el budismo, el taoísmo y el confucionismo. En realidad, buena parte de sus compatriotas están más preocupados en asegurar su supervivencia y no se interesan por los asuntos religiosos.

«Para el diálogo, hoy es antes que mañana, es mejor hacer las cosas antes que después. Quizás para los políticos existan asuntos pendientes, pero para un pueblo que piensa en la igualdad y la paz con todos, este vínculo sería siempre una cosa bella», añade.

Objetivo: el nombramiento de obispos

China y el Vaticano mantienen rotas sus relaciones diplomáticas desde hace más de 50 años, en tiempos del régimen comunista de Mao Zedong. Desde entonces existen en el país dos comunidades católicas, una subterránea fiel al Papa y otra oficial, que responde a las autoridades civiles. Pero desde el 2013 se estableció un diálogo reservado entre ambas partes encaminado a lograr un acuerdo en cuanto al nombramiento de obispos, uno de los motivos de los recurrentes cortocircuitos.

Según la histórica posición china resulta inaceptable que un poder extranjero, como Pekín considera a la Iglesia, se reserve el derecho exclusivo y autónomo de designar autoridades religiosas. En cambio, la ley de la Iglesia considera uno de los delitos de mayor gravedad la ordenación de obispos sin el consentimiento papal. Es facultad propia del Pontífice elegir y designar a los sucesores de los apóstoles. Un contraste de perspectivas sobre el cual está trabajando el grupo de trabajo bilateral, creado durante el presente pontificado y que tiene sesiones cada tres meses. Una vez en Pekín, otra en Roma.

«Ahora solo estamos concentrados en el nombramiento de obispos, nadie habla de relaciones diplomáticas», confió una fuente cercana a las negociaciones. Aunque el objetivo, a largo plazo, es sentar las bases para el restablecimiento pleno de vínculos institucionales.

Miembros de una comunidad católica clandestina en una iglesia de Tianjin. Foto: AFP Photo / Greg Baker

«Paso a paso. Lentamente». Así se avanza. Lejos de los precipitados optimismos, sin sucumbir a los falsos pesimismos. «Siendo realistas debemos aceptar que son muchos los problemas a resolver entre la Santa Sede y China, y que ellos pueden generar, a menudo por su complejidad, diferentes posiciones y orientaciones», reconoció el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, entrevistado durante su participación en el más reciente Foro Económico Mundial de Davos.

El arte como lugar de encuentro

Mientras las conversaciones oficiales progresan con lentitud, el Vaticano ha decidido apostar por la «diplomacia de la belleza». El término lo acuño Dario Edoardo Viganò, prefecto de la Secretaría de Comunicación de la Santa Sede, en medio de una conferencia de prensa este lunes 23 de enero. «Esta es una noticia: algunas obras de los Museos Vaticanos irán a Pekín pronto, en el fondo se trata de apoyar la alta diplomacia desde la diplomacia de la belleza», anunció. Sentada a su lado la directora de las galerías papales, Barbara Jatta, se apresuró a confirmar: «Estamos trabajando en eso».

Se trata de apelar al «arte como lugar de diálogo y de encuentro. Un apoyo a la gran obra de mediación de la Santa Sede, que nunca es de intermediación sino de acompañar a sujetos que son los verdaderos protagonistas del diálogo», abundó Viganò. En este contexto se inscribió la visita de Zimo.

Pero esa voluntad positiva de acercamiento mutuo no resulta unánime en ninguna de las dos partes. Aunque del lado vaticano existe cierta convicción de una buena voluntad del presidente Xi Jinping, se tiene la certeza también de que algunos altos funcionarios del Partido Comunista se oponen con firmeza a un eventual acuerdo con Roma.

Críticas que existen también del lado católico. Joseph Zen Ze-kiun, obispo emérito de Hong Kong, es el más vistoso exponente de esta línea dura. Recordado por sumarse a las protestas callejeras de Occupy Central en septiembre de 2014, cuando su sucesor John Tong invitó al diálogo, siempre se caracterizó por ser un feroz crítico del régimen de Pekín. Anticipándose a un posible acuerdo con la Santa Sede, a mediados de 2016, instó a los católicos chinos a seguir su conciencia y repudiar el tratado, por considerarlo injusto.

En un artículo de su blog personal criticó a quienes «están de parte del Gobierno» y los «oportunistas de la Iglesia», quienes «esperan que la Santa Sede firme un acuerdo para legitimar la actual y anómala situación». Y advirtió que «cualquier cosa que sea aprobada por el Papa, nosotros no la tenemos que criticar». Pero precisó también que, a fin de cuentas, «es la conciencia el último criterio para juzgar nuestro comportamiento». Y apuntó: «Entonces, si según su conciencia el contenido de cualquier acuerdo es contrario al principio de nuestra fe, no tienen que seguirlo».

Del lado vaticano comprenden las dificultades del catolicismo chino, cercenado por una añeja división. Con obispos legítimos e ilegítimos. Con fieles (incluso no bautizados) que abarrotan los escasos templos públicos propiedad de la comunidad oficial. Con otros fieles (de las católicos subterráneos) que realizan sus sacramentos en privado, incluso pese a ser miles. Con un Gobierno que los tolera superficialmente, pero sabe muy bien quienes pertenecen a esa comunidad no autorizada por la ley.

Parolin, en su entrevista en Davos, sostuvo que el Papa, como sus predecesores, sabe del bagaje de «sufrimientos, malentendidos y también de martirio silencioso» que cargan sobre sus espaldas los católicos de China. «¡Es el peso de la historia!», constató. Pero ponderó que Francisco también sabe «cuán vivo está el anhelo de la plena comunión con el sucesor de Pedro, cuántos avances se han dado, cuántos esfuerzos se seguirán haciendo».