Recobremos el sentido de misión para los educadores - Alfa y Omega

En la escuela católica y desde hace ya varias décadas, los profesores laicos han ido cubriendo las vacantes que iban dejando los religiosos docentes, de tal forma que, hoy en día, son mayoría en gran parte de los claustros. Este relevo ha permitido la subsistencia de muchas de estas escuelas, habiendo desarrollado una importante labor educativa y evangelizadora, pero, de manera asociada, han aflorado problemáticas antes desconocidas para las entidades titulares y que conviene conocer y afrontar.

En cierta medida, se viene percibiendo en el profesorado un sentimiento que, no podríamos clasificar claramente como de malestar, pero sí de «no satisfacción plena». Este tema ha preocupado en gran medida a muchas entidades titulares, principalmente por la trascendencia que tiene el estado anímico del profesorado en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Con ocasión de un encuentro de este colectivo, se tuvo a disposición una muestra significativa de docentes y se les consultó formalmente sobre su estado de satisfacción en el desarrollo de su profesión. La percepción de falta de reconocimiento por parte de la sociedad, la actitud de muchos padres respecto a la educación de sus hijos, la cantidad de alumnos con conductas problemáticas, desmotivados y sin ningún interés por aprender, unido a elementos legislativos en constante cambio, se situaban entre las principales causas aludidas por los profesores.

Pero de entre todos los profesores y profesoras que participaron en esta experiencia destacaba un sector, no muy numeroso, que decían sentirse plenamente satisfechos a pesar de que eran perfectamente conscientes de todas las dificultades en las que debían desarrollar su actividad. Este segmento correspondía a docentes que identificaban su tarea como mucho más que un puesto de trabajo, eran profesores con un alto grado de implicación con los valores de la institución y de fuertes convicciones religiosas. Expuestas estas apreciaciones a religiosos docentes de distintas congregaciones, se pudo constatar que para este profesorado no existía ese grado de insatisfacción; se declaraban enormemente felices por poder realizar su labor y también eran conocedores de los problemas. La diferencia estaba en un aspecto fundamental: el Sentido de Misión.

El Sentido de Misión es lo que nos puede permitir mantener el convencimiento de que todo el esfuerzo realizado no es inútil, tiene un significado trascendente que va más allá de una simple transmisión de conocimiento; la formación de la persona en los valores cristianos es lo que va a facilitar el cambio a una sociedad mejor, más justa y solidaria. Ese Sentido de Misión va más allá de un puesto de trabajo que uno acepta y asume, es una razón de ser y de vivir, es lo que va a dar un sentido a nuestras vidas, lo que va a sustentar nuestro trabajo tanto educando como evangelizando.

Quizás no sea fácil hacer que toda la comunidad docente adquiera el Sentido de Misión que se busca, pero es necesario realizar un esfuerzo comunicativo e instructivo que permita una toma de conciencia de la importancia de asumir ese concepto. Las acciones formativas organizadas desde las entidades titulares y la labor de los capellanes o directores espirituales se vuelven de vital importancia de cara a ir conformando un perfil de educador cristiano comprometido. Se trata de que interioricen la idea de que no sólo desarrollan una labor profesional y vocacional, sino que están llamados a un objetivo superior: ser figuras clave en el proceso formativo de las próximas generaciones de cristianos, ser transmisores de esperanza y de fe.

Recobremos pues el Sentido de Misión para los educadores; merece la pena intentarlo.

José Luis del Río
Gerente de la Fundación diocesana de Enseñanza Victoria Díez de Sevilla