Cardenal Müller: Amoris Laetitia es clara en su doctrina y coherente con la tradición - Alfa y Omega

Las contundentes declaraciones del cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Fe, al canal televisivo Tgcom24, ofrecen un punto de luz y serenidad en medio de la agria polémica en torno a algunos puntos de la exhortación Amoris Laetitia. Para Müller no tiene sentido que alguien plantee una especie de «corrección» al Papa, dado que la doctrina de Amoris Laetitia es plenamente coherente con la tradición y no contiene nada que plantee un peligro para la fe.

La polémica arranca, en realidad, con el final de la segunda Asamblea Sinodal sobre la familia, y se centra en el capítulo 8, dedicado al acompañamiento pastoral de las situaciones irregulares respecto a la doctrina de la Iglesia. Recordemos aquí la reciente afirmación del cardenal Sebastián en El Espejo de COPE, en el sentido de que «la situación trágica de tantas familias requiere un cambio de actitud pastoral». Un cambio de actitud pastoral que de ningún modo implicaría una rebaja en la propuesta cristiana sobre el matrimonio, que arraiga directamente en las palabras de Jesús en el Evangelio y ha sido custodiada ininterrumpidamente por la tradición de la Iglesia.

Sin embargo, el modo en que se expresa esa nueva actitud pastoral para «acompañar, discernir e integrar la fragilidad» ha suscitado algunas reservas, sobre todo en lo que respecta a la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar puedan acercarse a los sacramentos tras un cuidadoso discernimiento y bajo determinadas condiciones, y también respecto al papel de la conciencia personal y su relación con la ley de la Iglesia. Esas reservas han encontrado su expresión más clara en la carta que cuatro cardenales (Burke, Cafarra, Meissner y Brandmüller) dirigieron al Papa, planteando cuatro preguntas (las conocidas como dubia) para aclarar si el magisterio contenido en Amoris Laetitia supondría una ruptura, especialmente con la exhortación Familiaris Consortio y con la encíclica Veritatis Splendor, ambas de san Juan Pablo II. Dado que la carta no encontraba respuesta, estos purpurados decidieron hacerla pública, momento en que la polémica se encendió con tonos cada vez más desabridos. Uno de los cuatro firmantes, el norteamericano Burke, ha llegado incluso a sugerir que si el Papa no respondía, habría de ser objeto de una «corrección» pública, algo en lo que no parecen haberle seguido sus compañeros.

Durante los meses en que se ha prolongado la polémica, muchas miradas se han concentrado sobre el cardenal Müller por diversos motivos. El primero, su responsabilidad al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero también por su cercanía personal al Papa emérito Benedicto XVI y porque no es ningún secreto que participó activamente en los debates sinodales, oponiéndose a la línea de sus colegas alemanes Kasper y Marx. Es cierto que Müller no ha respondido de modo formal (por ejemplo mediante una carta con membrete de la Congregación), algo que sólo podría haber hecho por encargo del Papa, sino a través de una entrevista televisiva. Pero eso no resta valor a su entrada en el campo.

El prefecto ha reconocido que «los cardenales de la Iglesia Romana tienen derecho de escribir una carta al Papa», pero ha mostrado su disgusto por el hecho de que dicha carta fuese hecha pública, «casi obligando al Papa a decir Sí o No». Por otra parte Müller ha dicho que la «corrección» invocada por el cardenal Burke «no es posible en este momento, porque no está en juego un peligro para la fe, como Santo Tomás habría planteado». Además advierte que «es un daño para la Iglesia discutir sobre estas cosas públicamente», y sentencia que «Amoris Laetitia es muy clara en su doctrina», siguiendo toda la enseñanza de Jesús sobre el matrimonio y toda la doctrina de la Iglesia en dos mil años de historia.

Y con una perspectiva muy similar a la planteada por el cardenal Sebastián, explica que lo que el Papa Francisco pide es «discernir la situación de estas personas que viven en una unión no regular, es decir no según la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, y ayudarles a encontrar un camino para una nueva integración en la Iglesia según las condiciones de los sacramentos, del mensaje cristiano del matrimonio». Desde luego Müller no ha empleado un lenguaje evasivo, tampoco en este caso: «yo no veo ninguna contraposición: por una parte tenemos la doctrina clara sobre el matrimonio, por otra, la obligación de la Iglesia de preocuparse por estas personas en dificultades».

En cualquier caso la intervención de Müller tiene una gran virtud: es legítimo preguntar, debatir y profundizar sobre el contenido de un documento pontificio, puede serlo incluso discrepar en algunos aspectos, con deseo de construir y de entender. Lo que no tiene sentido es dibujar un panorama apocalíptico e irreal de riesgo latente para la fe y para la unidad de la Iglesia, y suscitar con ello una desconfianza amarga hacia el Sucesor de Pedro, que no tiene nada de católica. El prefecto de la Fe ha hablado.

José Luis Restán / Páginas Digital