El Sínodo, contado por monseñor Blázquez - Alfa y Omega

El Sínodo, contado por monseñor Blázquez

Monseñor Blázquez informó a los obispos sobre los trabajos del Sínodo extraordinario celebrado en octubre, en el que participó en representación de la CEE, y apuntó algunas propuestas y líneas de reflexión para empezar a preparar ya el Sínodo ordinario de octubre de 2015

Redacción
Un momento del Sínodo

Monseñor Ricardo Blázquez comenzó aludiendo a la Exhortación apostólica Familiaris consortio. En 1981, san Juan Pablo II resaltaba el impacto sobre la familia de profundas transformaciones sociales y culturales. El proceso se ha acelerado en los últimos años. «Hipótesis entonces insospechadas se han abierto camino. Por eso, era oportuno un nuevo tratamiento en la Asamblea del Sínodo de los Obispos». De ahí que monseñor Blázquez calificara como «acertada y hasta providencial» la convocatoria de dos Sínodos por parte del Papa Francisco. «Tanto la trascendencia de la familia (es uno de los bienes más preciosos de la Humanidad), como la situación de la misma, solicitaban de la responsabilidad de la Iglesia una detenida y amplia reflexión en orden a adoptar las adecuadas respuestas pastorales».

En la Relatio aprobada por el Sínodo, se delinea «el status quaestionis, a la espera de que, en el Sínodo Ordinario de 2015 (que contará con mayor número de participantes y durará tres semanas, en lugar de dos), se determinen «las líneas operativas para la pastoral de la familia». Hasta entonces, queda abierto un período de reflexión en las Iglesias locales, completada por comisiones ya creadas por el Papa, a la que se sumarán probablemente otras nuevas «para estudiar cuestiones teológicas, canónicas, pastorales, históricas y ecuménicas». Entre esas cuestiones, monseñor Blázquez aludió a «la indisolubilidad del matrimonio y el posible acceso a la Penitencia y la Comunión sacramental en determinados casos y con criterios claros de los divorciados vueltos a casar». Ya se trabaja en Roma sobre esto, pero «¿no sería conveniente que, en Comisiones de la Conferencia Episcopal y en las diócesis, en Facultades de Teología y Derecho Canónico, fueran tratadas estas cuestiones?», se preguntó el arzobispo de Valladolid. «Convertir la Relación Sinodal en tema de reflexión en las diócesis y otros organismos es signo de que nos incorporamos al dinamismo de sinodalidad en que el Papa viene insistiendo».

Verdad y misericordia

El Presidente de la CEE aclaró que la misión del Sínodo celebrado en octubre no había sido «repetir la doctrina católica sobre la familia», sino «escuchar los desafíos pastorales que plantean determinadas situaciones de la familia. El médico -dijo- procura diagnosticar acertadamente la enfermedad para curarla eficazmente».

Una de las intervenciones de monseñor Blázquez

El reto planteado fue acercarse «compasivamente a las llagas de las familias, que necesitan samaritanos para curarlas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza». Las indicaciones del Papa fueron muy claras, explicó monseñor Blázquez: por un lado, el Sínodo debía huir de «la tentación de la rigidez que se aferra a la letra de la ley y se cierra a las sorpresas de Dios», pero también de «la tentación de quien, en nombre de la misericordia, venda las heridas sin curarlas, y se detiene en los síntomas sin buscar las causas; o la tentación de transformar el pan en piedras para lanzarlas contra los pecadores, los débiles y los enfermos; o la tentación de descuidar el depositum fidei, considerándonos sus propietarios». La Relación del Sínodo es, en este sentido, «bastante equilibrada», según Blázquez. «Al tiempo que pide una actitud nueva, más compasiva en la pastoral familiar, subraya la verdad cristiana impregnada de comprensión».

¿Por qué no se casan los jóvenes?

«La familia atraviesa una crisis cultural profunda» -escribe el Papa en la exhortación Evangelii gaudium-, que plantea numerosos interrogantes y desafíos para la Iglesia. Monseñor Blázquez aludió, en particular, al descenso de la nupcialidad. «¿Por qué ha perdido el sacramento del Matrimonio la capacidad de convocatoria que ha tenido hasta ahora?», se preguntó. «¿Por qué huyen muchos jóvenes de contraer un compromiso institucional?» Se ha producido, a juicio del Presidente de la CEE, un fenómeno de des-institucionalización, en el que se entiende que el matrimonio es una realidad que «cada persona puede configurarlo según juzgue oportuno», a la carta. Esto plantea graves riesgos. «¿No queda la persona a la intemperie, o a merced de la fragilidad de sus sentimientos, fuera de los vínculos sociales que implican el matrimonio y la familia».

Pero esta crisis del matrimonio refleja también una «endeblez de la fe cristiana y de la pertenencia eclesial».

«Es necesario ahondar en la relación entre fe cristiana y sacramento del Matrimonio», añadió Blázquez. «Si la identidad cristiana está oscurecida, lo estará obviamente el sacramento del Matrimonio y la familia cristiana. La vocación al matrimonio cristiano se descubre en el itinerario de la vida cristiana, que tiene su fundamento en la iniciación cristiana. En la situación actual, debemos acentuar la grandeza de la vocación a contraer matrimonio y a constituir una familia cristiana que se funda en el Bautismo, como la vocación al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada. Cuando los tiempos no son propicios, debe encarecerse el aprecio de estas vocaciones en la Iglesia y para el servicio de todos. La preparación inicial y el acompañamiento posterior de la comunidad cristiana deben sostener la perseverancia de cada vocación».