Un embarazo «no es un tumor» - Alfa y Omega

Un embarazo «no es un tumor»

Un embarazo «no es un tumor, sino un hijo», subrayó el Presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) a pocos días de la manifestación del 22 de noviembre, movilización que cuenta con el respaldo de los obispos. En su discurso de apertura de la Asamblea Plenaria, monseñor Ricardo Blázquez aludió también al problema social de la corrupción. «Necesitamos como pueblo una regeneración moral», dijo

Ricardo Benjumea
Durante el discurso inaugural de monseñor Blázquez en la CIV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española

El arzobispo de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Blázquez, inauguró, el lunes 17 de noviembre, la CIV Asamblea Plenaria del episcopado español, con un discurso dedicado básicamente a informar a los obispos sobre el reciente Sínodo dedicado a la familia, y a trazar un primer boceto sobre el camino a recorrer por la Iglesia en España hacia el Sínodo Ordinario de octubre de 2015.

Un primer mensaje que se trae monseñor Blázquez de Roma es el impulso a la colegialidad que quiere imprimir el Papa en la Iglesia, con una atmósfera más «participativa y sinodal. ¡Que ésta sea también nuestra actitud en la presente Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal!», dijo.

Ésta es una Plenaria con varias novedades. Participa por primera vez como arzobispo de Madrid monseñor Carlos Osoro, Vicepresidente de la CEE. Monseñor Blázquez resaltó también la vuelta a la calle Añastro del cardenal Antonio Cañizares, nuevo arzobispo de Valencia. Como era previsible, la Plenaria le eligió el martes para sustituir al cardenal Rouco, ahora arzobispo emérito de Madrid, en el Comité Ejecutivo.

Otro recién incorporado procedente de Roma es monseñor Celso Morga, que el sábado tomó posesión como arzobispo coadjutor de Mérida-Badajoz. Además, monseñor César Franco, Presidente de la Comisión episcopal de Enseñanza y Catequesis y hasta ahora obispo auxiliar de Madrid, participa en la Asamblea como obispo electo de Segovia. El Presidente de la CEE tuvo palabras de gratitud para su predecesor, monseñor Ángel Rubio, y para el hasta ahora arzobispo de Zaragoza, monseñor Ureña, que renunció la pasada semana por enfermedad.

En defensa de la vida

La Asamblea se celebra a pocos días de la manifestación del 22 N, en la que se espera la participación de algún obispo a título individual. A los obispos -dijo monseñor Blázquez- les ha «entristecido y desconcertado la noticia de la retirada por parte del Gobierno del proyecto de ley de defensa del niño concebido y no nacido, y de la ayuda a la madre que se siente angustiada ante el nacimiento de su hijo en gestación», como se afirmó ya en septiembre en una Nota del Comité Ejecutivo. Lo dicho sigue en pie. «Continuamos padeciendo el mismo desconcierto y reclamando lo prometido en el programa electoral», dijo el Presidente de la CEE. «Quiero trasmitir una vez más el mensaje y el empeño de la Iglesia de defender siempre el valor sagrado e inviolable de la vida humana desde la concepción hasta el ocaso, y en todas las situaciones y circunstancias», añadió. «La ciencia enseña que, desde la concepción, hay un tercer ser humano distinto de los padres. No es un tumor, sino un hijo. Deseo que cuanto antes sea cambiada eficazmente la legislación en el sentido de defender la vida de los niños en camino y de ayudar a las madres».

El nuncio, junto al Vicepresidente, Presidente y Secretario General de la CEE

Blázquez citó al filósofo Julián Marías, que «nos advirtió de que la aceptación social del aborto había sido uno de los hechos más graves de nuestro tiempo. Queremos trabajar para que esta aceptación social se convierta en un rechazo social. A ello ayudarán las expresiones sociales que canalicen las convicciones de los ciudadanos que quieren construir de manera plenamente democrática una sociedad justa y libre, en la que la vida humana sea protegida en todas sus etapas», añadió, en referencia a la movilización de este sábado.

«Sin abortos provocados -prosiguió-, la sociedad será moralmente mucho más limpia. Nadie tiene el derecho a decidir a quién se deja nacer y a quién se le corta el paso». Y se preguntó: «¿Cómo es posible que el Tribunal Constitucional no haya respondido todavía al recurso que hace cuatro años le fue presentado contra la segunda ley del aborto?».

«Una regeneración moral»

El discurso abordó también la corrupción política. «Es una convicción generalizada y un clamor que resuena en todos los rincones, el que necesitamos como pueblo una regeneración moral. La noticia de tantos hechos que nos abochornan, desmoralizan y entristecen debe llevarnos a detectar las causas y a cambiar el curso de las cosas». Pero «no bastan la irritación, los rechazos y la condenación que manifiestan, probablemente, en medio de todo, la reacción de un sentido moral». Tampoco basta con buenas leyes. Éstas «son necesarias, pero su vinculación personal debe ser fortalecida con la conciencia ética». «Sin conducta moral, sin honradez, sin respeto a los demás, sin servicio al bien común, sin solidaridad con los necesitados, nuestra sociedad se degrada. La calidad de una sociedad tiene que ver fundamentalmente con su calidad moral. Sin valores morales, se apodera de nosotros el malestar, al contemplar el presente, y la pesadumbre, al proyectar nuestro futuro. ¡Cuánto despiertan, vigorizan y rearman moralmente la conciencia, el reconocimiento y el respeto de Dios!».

Año Teresiano

Otro de los temas que introdujo en su discurso monseñor Blázquez fue el Año Teresiano. «Recordar hoy a santa Teresa, una mujer del siglo XVI -dijo-, nos enseña a aprender del pasado; si le diéramos la espalda, recortaríamos las posibilidades de nuestro presente y de nuestro futuro». Y añadió el Presidente de la CEE: «Ella está viva en su obra de reforma y nos habla en sus libros; son dos espejos transparentes de su presencia».

«Santa Teresa fue una monja contemplativa del siglo XVI, orante, iniciadora en la oración y maestra de oración», explicó Con razón se la considera «una mujer de humanidad arrolladora, de excelente pluma, de desbordante actividad…, pero, ante todo y sobre todo, fue una mujer de oración».

«Este centenario -añadió- es una preciosa oportunidad para descubrir el sentido cristiano y humanizador de la oración, guiados por una maestra excepcional».

Saludo del Nuncio a la Asamblea Plenaria de la CEE:

«Cuánto bien nos hace volver a santa Teresa»

La apertura del Año Teresiano fue el eje de las palabras de saludo del nuncio, monseñor Renzo Fratini. «Cuánto bien nos hace volver a las obras de esta eminente Doctora de la Iglesia en las que encontramos, hecho experiencia, mediante la colaboración con la divina gracia, el contenido objetivo de la fe y de la teología católica», dijo.

Son tiempos de misión. «Nuestra misión pastoral es llevar a Cristo», y «para ello hay primero que encontrarse con Él, no con una idea, sino con Él. Tenemos que centrar nuestra vida en la Eucaristía, en la adoración y oración, en la escucha de su Palabra para no desvirtuarla. Si esto no fuera así, si no llevo a Cristo, ¿qué llevo y a quién llevo? Me llevo a mí mismo y mis ideas o mi ideología. Se sale, pues, a partir de Cristo y llevando a Cristo», dijo el nuncio.

Hoy, «estamos llamados a promover una renovación espiritual y pastoral en la Iglesia. De la experiencia del misterio de Cristo que resalta en los escritos, tanto teresianos como de los otros autores de aquel Siglo de Oro, ¿no brota acaso la propuesta de que el hombre verdaderamente renovado, según Cristo, es el hombre que ha purificado su memoria, es decir, el que ha purificado su corazón?», se preguntó.

«Sí, el presente es, para la Iglesia que peregrina en España, un Año de gracia, una ocasión para propiciar el fomento de la oración, siguiendo las enseñanzas de santa Teresa. España ha acertado a ofrecer a la Iglesia maestros de vida interior que es la única vía de renovación perenne y de autenticidad, de fortaleza frente a la mundanidad. Convencidos, pues, de estas verdades, animados por la palabra del Santo Padre Francisco, llenos de amor a Dios y al prójimo, sigamos el camino con el optimismo de la Promesa inquebrantable de salvación, que viene, y que hemos de acoger y ayudar a acoger a los fieles que el Señor nos ha confiado».