Si miramos a la misma Mamá, nos sentimos hermanos - Alfa y Omega

Si miramos a la misma Mamá, nos sentimos hermanos

Los niños de Madrid quieren estar Juntos con María. Es lo que decía el lema del Encuentro Diocesano de Niños que se celebró el sábado 18 de octubre en el Parque Juan Carlos I. Desde hacía dos años…

María Martínez López

Los niños de Madrid quieren estar Juntos con María. Es lo que decía el lema del Encuentro Diocesano de Niños que se celebró el sábado 18 de octubre en el Parque Juan Carlos I. Desde hacía dos años, no se organizaba este encuentro, pero en la Delegación se dieron cuenta de que era importante que los niños de Madrid se juntaran para celebrar su fe. Nos lo cuenta don Pedro José, el sacerdote que lo organizó. Además, decidieron que la protagonista fuera la Virgen, porque «queríamos que los niños tuvieran una experiencia de comunión, de unidad, y la Virgen es la que nos puede ayudar. Cuando miran a la misma Mamá, los niños se sienten hermanos».

Además, el que hasta ahora era el arzobispo de Madrid, el cardenal Rouco, «nos ha enseñado a todos el himno de la Almudena», la Patrona de Madrid. «Este encuentro en torno a la Virgen era bueno para no olvidarlo y para enseñárselo a todos los niños». De hecho, «el himno fue muy importante durante todo el día».

Por la mañana, los niños hicieron una yincana, con preguntas sobre María y pruebas como «colocarse en orden sin poder hablar, construir una pirámide humana, o hacer unas flores de papel para ofrecérselas a las Virgen». Después de la comida, hubo juegos, y también una catequesis por grupos. El día terminó de la mejor forma posible: con la Misa, que celebró monseñor César Franco, obispo auxiliar de Madrid.

«Como era la víspera del DOMUND -cuenta don Pedro José-, don César insistió en que todos somos misioneros y estamos invitados a anunciar el Evangelio. Empezó a preguntar de dónde venían los distintos grupos, y a preguntarles si daban gracias por los misioneros que hay en estos sitios: por los curas, las monjas, los catequistas… Los niños decían que sí, y luego les preguntó si alguno se animaría a ser religiosa, o misionero. Un niño quería ser misionero, pero le daba vergüenza salir a contar por qué, y el obispo le animó diciendo que si le daba vergüenza hablar de Jesús no iba a poder serlo. Hubo algún rato que hablaban todos a la vez, y fue muy divertido».