Izara Batres gana el Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística - Alfa y Omega

Izara Batres gana el Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística

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Foto: Blog Sinfonía de las Palabras

Con el poemario Tríptico, la joven poeta española Izara Batres (Madrid, 1982) se ha hecho con el XXXVI Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, celebrado el 14 de diciembre en la Embajada de España ante la Santa Sede. La dotación es de 7.000 €, la edición de la obra y una medalla conmemorativa. Doctora en Literatura por la Universidad Complutense, la ganadora cuenta ya con varios premios literarios, cinco libros publicados y antologías poéticas que la incluyen. Su obra inédita Tríptico se ha impuesto a las otras nueve finalistas, entre los que estaban poetas de reconocida trayectoria e incluso una académica de la Lengua, que presentaron poemarios de alta calidad técnica e intensidad de vivencia.

Según el Jurado del certamen, esta obra transfigura, mediante un lenguaje poético acerado, libre de hojarasca, desnudo y transparente, la experiencia del dolor, para convertirla en cauce de encuentro con un Dios al que la poetisa se aferra febrilmente: «Ha sido necesario morir en el amor / y en el dolor / para verte, para verme, / para saber quién era». La voz lírica mantiene un tono firme, contundente, sincero, pero sin caer en el lamento desarraigado ni en la desesperanza, porque la maceración del dolor la transforma en suplicante y confiada expresión de amor: «Siento tu mano azul y dulce sobre mi herida». Al final, la ternura del amor se impone al dolor, a la purificación en puro éxtasis de claridades: «busco el cielo de tu virtud en la ternura deslumbrante / de la primavera / que nace en tus manos». Nos hace partícipes asimismo de la inspiración en la íntima experiencia de la gracia: «Yo sé que Dios está dictando mis versos, / sé que estás / y más allá de este cuerpo y este pulso, el enlace impone su sentido, / te siento en el alma».

Los otros finalistas fueron los españoles Alfonso Crespo Hidalgo (Córdoba), Antonio Díaz Tortajada (Valencia), Francisco Jiménez Carretero (Albacete), Elena Martín Otín (Madrid) y Virginia Sánchez Nuño (Ciudad Real); las salvadoreñas Carmen González Huguet (Cuscatlán) y Claudia Lorena Parada Turcios (San Salvador), la argentina Cledia Teresa Báez (Bahía Blanca) y la polaca Elzbieta Buczkowska (Zabrze).

El jurado estuvo presidido por el crítico literario José M.ª López Sevillano (España), secretario permanente del premio; Rafael Fernández Hernández (España), profesor de Literatura de la Universidad de La Laguna; Arnaldo Colasanti (Italia), poeta y crítico literario; David G. Murray (EE. UU.), crítico literario y experto en filología inglesa, y Alberto Giralda Cid (España), crítico literario.

En el acto de premiación, tras el saludo del Embajador de España ante la Santa Sede, Excmo. Sr. D. Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, intervino el presidente del Comité de Honor, el Emmo. Sr. cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos. El cardenal destacó que el premio es un mensaje de esperanza al hombre actual, dividido entre tantos lenguajes discordantes e incapaz de oír el grito de su corazón sediento de Dios, y que la poesía mística promueve la Verdad, Bondad y Belleza, realizada de modo absoluto en Dios, pero presente en cada persona, más allá de límites geográficos, étnicos y religiosos.

Por su parte, el presidente de la Fundación Fernando Rielo, P. Jesús Fernández Hernández, en su mensaje recordó las palabras de Fernando Rielo, fundador de la fundación y premio homónimos: «Hoy más que nunca nuestra sociedad tiene necesidad del poeta místico: ese alguien que sabe elevar su experiencia de Dios a arte. No debe pasar desapercibido este hecho a aquel que se sabe cristiano, o judío, o musulmán, o budista, o, simplemente, religioso de cualquier religión». También recordó las palabras del teólogo católico, Karl Rahner, al vaticinar que el cristiano del futuro o será un místico o no podrá ser cristiano, porque la espiritualidad del futuro no se apoyará en convicciones o en ambientes religiosos generalizados, sino en la experiencia de Dios y en la decisión personal.

El acto contó con un concierto del dúo de violines Marco Fiorini e Biancamaria Rapaccini, miembros del Quartetto di Roma, con un repertorio de Jean Marie Leclair, Henryk Wieniawski y Louis Spohr.

El premio, para obras inéditas tanto en español como en inglés, ha sido fallado en foros como la ONU; la UNESCO; el Senado francés y el Campidoglio romano. Cada año cuenta con el apoyo de un amplio Comité de Honor compuesto por académicos de la Lengua, de la Historia y de las Ciencias Morales y Políticas, así como por escritores, poetas, hispanistas y rectores universitarios.

El carácter ecuménico del premio ha hecho que lo hayan obtenido poetas de distintas confesiones cristianas, en realidad la mayoría, pero también no cristianas, demostrando la capacidad de la poesía mística para unir a las culturas y a las religiones.

Fundación Fernando Rielo

Fragmento del poemario Tríptico

Madre, me dañaron en ti,
la luz se rompió contra el fondo del silencio,
y tu creación de ternura
se hizo vidrio roto y araña.
Jirones de tela azul
volaron hacia la nada del dolor
prendido en las letras.
Madre, dañaron la firmeza del abrazo,
la quietud del cielo,
y una lágrima de brisa dulce en la voz
se quebró sin ruido;
la mirada sublime ahogó su impacto,
y la oscuridad rasgó
las últimas bóvedas dulces de la tierra.
Quise romper el filo pensando en ti, Madre,
llorando por ti y en ti,
viviendo en tu amor para sanar la herida,
y en silencio, muy despacio,
recordando cómo era la luz
cuando yo sabía quién era,
te llamé, una vez más.

Ayer me pregunté cómo había llegado aquí.
He venido a soñar travesías.
Pero ¿no lo había hecho ya?
¿No me hechizaron estas mismas calles
que se alargan hasta el infinito?
¿No sentí piedad por este asfalto dulce
que quiere elevarse por encima de la nada?
Muchos vuelos quedaron a medias.
Las sombras nadan sobre el recuerdo de un sol
que murió en invierno,
Nos agarró este agujero en medio de la luz,
que no es,
pero no ha podido dejar de ser,
pero constantemente duele, y desgarra y grita,
Creo que me perdí aquí…
entre las calles que se hunden en la esclavitud de las aguas
y ese río que quiso ser algo más que alberca.
Dime, Padre, ¿podré llegar a ti?
La primavera canta en las avenidas,
y aún no puedo volar.