Madame Curie al natural - Alfa y Omega

«Los demás solo concebían la enseñanza de las ciencias naturales como una descripción de hechos corrientes, no comprendían que se trataba de inculcar en los niños un gran amor por la naturaleza y por la vida, así como la curiosidad por descubrirlas». María Sklodowska-Curie (1867-1964) habla de educación; pero revela también la pasión que la empujó a dejar Polonia –un adiós que arrastró siempre– para estudiar e investigar en Francia. El debate al que se refiere tuvo lugar el día antes de que un accidente le arrebatara a Pierre, el compañero que tanto insistió en que su esposa fuera incluida en el Nobel de Física.

Belén Yuste y Sonia L. Rivas-Caballero logran, en Ella misma (Palabra), que su pluma parezca un simple hilo que cose con soltura los testimonios en primera persona sobre la descubridora del polonio y del radio. Su detallismo brilla, sobre todo, en la selección de las cartas y otros textos que nos dibujan el interior de esta mujer estoica, tan interesada por el conocimiento como por ayudar a los demás. Cuesta imaginársela recorriendo el frente de la I Guerra Mundial al volante de unidades móviles de rayos X.

Esta obra es el fruto de más de 30 años de trabajo. Ha sido presentada en el Museo Nobel de Estocolmo y hoy, en el marco de la Semana de los Nobel, se presenta en la embajada de Suecia en Madrid. Ella misma es, además, la única biografía de madame Curie en español que se vende en el Museo Curie, el Nobel y el Sklodowska de Polonia. Su trabajo les ha valido a Yuste y a Rivas-Caballero la Medalla al Mérito de la Cultura del Gobierno de Polonia, así como el grado de caballero de la Orden de las Palmas Académicas, concedido por el Gobierno de Francia. Pero, sin duda, el mejor reconocimiento es la amistad que, durante estos años, ha surgido entre ellas y los nietos de los Curie, que prologan el libro.

Ellos son también protagonistas de la obra por formar el último eslabón de la saga Curie, la tercera generación de investigadores de renombre de la familia, a quien María contagió su pasión por la ciencia. Una de las apuestas más interesantes de las autoras es dedicarles una parte del libro. La ilustra a la perfección una simpática foto del pequeño Pierre Joliot con todos los premios Nobel ganados en la familia: el de Física, compartido por sus abuelos en 1903; el de Química que ganó su abuela en 1911; y el de Química que ganaron sus padres, Frédéric e Irène Joliot, en 1935.