Los alcaldes de las principales ciudades de Europa anuncian en el Vaticano una red de acogida a los refugiados - Alfa y Omega

Los alcaldes de las principales ciudades de Europa anuncian en el Vaticano una red de acogida a los refugiados

Se cancela por sorpresa la audiencia prevista con el Papa. El encuentro de alcaldes concluye con una rotunda declaración a favor de una Europa hospitalaria y solidaria

Ricardo Benjumea

El Papa «está seguramente muy contento de nuestra declaración final y de nuestro trabajo junto a él para construir puentes y no muros», pero «ciertamente no ha venido porque hay algo que le ha complicado la vida».

El canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, anunciaba de este modo que se cancelaba la audiencia del Pontífice con los alrededor de 80 alcaldes europeos participantes en un encuentro sobre los refugiados. «No doy ninguna explicación, pero simplemente reconozco los hechos», añadía el prelado argentino.

A pesar de esta decepción, el encuentro puede considerarse un gran éxito, si quiera por el hecho de que, en un momento de profunda crisis europea, marcado por las incertidumbres incluso sobre la continuidad del proyecto, alcaldes de toda adscripción ideológica se hayan dado cita en el Vaticano para reivindicar hospitalidad hacia los refugiados.

Entre los primeros ediles, han estado los de Berlín, París, Roma o Manchester. De España han participado las alcaldesas de Madrid y Barcelona, y los alcaldes de Valencia, Zaragoza y Málaga.

La cumbre deja como resultado una ambiciosa declaración final, a la que dio lectura el legislador porteño Gustavo Vera, viejo amigo del Papa Bergoglio y colaborador estrecho de la Academia Pontificia en eventos de calado político.

En ese documento se reconoce que las grandes ciudades de Europa «se enfrentan a la mayor crisis de desplazados desde la II Guerra Mundial», a la cual sus representantes deben responder creando «una red de alcaldes capaces de concebir ciudades acogedoras, refugios, que sepan organizar corredores humanitarios europeos, seguros y regulares —reconocidos por la comunidad internacional—, y practicas solidarias». Esa «nueva red debe estar centrada en el encuentro humano y basada en una visión animada de la interculturalidad, con una participación activa de la sociedad civil —incluido el tercer sector—, y de las tradiciones religiosas, donde debe primar el actuar en la defensa y promoción de la dignidad humana, de la libertad, de la justicia, de la integración y de la paz, más allá de los debates sobre las diferencias».

Los alcaldes apuntan a «la guerra y el terror, la pobreza, la creciente desigualdad, el cambio climático, la degradación y los cataclismos ambientales» como el origen «del mayor desplazamiento forzado en la historia del hombre: más de 65 millones de seres humanos». Y afirman que «los muros nunca sofocaran la búsqueda de seguridad, dignidad, bienestar y paz». Frente a ello, «las ciudades deben construir puentes de amor, de caridad, de solidaridad, de buena fe, de confianza y de esperanza». «La nueva red de alcaldes debe además promover una amnistía u otra solución para las víctimas de las formas modernas de esclavitud y de la trata de personas, en términos de trabajo forzado, prostitución, y trafico de órganos».

Más allá de la cuestión de los refugiados, el documento clama por soluciones para «los jóvenes desempleados» y la necesidad de «un amplio programa de gasto social en salud, educación, capacitación, cesantías y apoyo familiar, financiados a través del cierre de los paraísos fiscales».

También, como estaba previsto, se pide «otorgar a Grecia el alivio de la deuda, con la esperanza de poner fin a la prolongada crisis de la eurozona». No hay, en cambio, mención en el documento final al Brexit, a pesar de que uno de los puntos del programa pedía explícitamente que no se «castigara» a los británicos por haber decidido la salida del Reino Unido de la UE.

Declaración final de los alcaldes europeos

Europa: los refugiados son nuestros hermanos

Las ciudades de Europa que representamos son agrupaciones de pueblos anteriores a las naciones, muchas de ellas incluso anteriores al cristianismo, como Atenas, Roma, Lesbos y otras. Algunas de tales ciudades han sabido crear modos de convivencia y acogida que hoy son modelos de imitar. Atenas, por ejemplo, está en el origen de la democracia moderna; Florencia en la abolición de la pena de muerte. Europa en general, después del mensaje de Cristo, significa también reconocimiento de la dignidad humana de cada persona, de su libertad y de la paz como bien supremo.

Por ello, para penetrar en nuestras obligaciones respecto de los refugiados, debemos tener memoria de las maneras en que nos hemos sabido organizar en ciudades y luego en naciones durante el curso de la historia. Las grandes ciudades de Europa —como también luego las de Américas y Asia— que ahora se enfrentan a la mayor crisis de desplazados desde la Segunda Guerra Mundial, deben hoy como ayer reunirse en la buena fe, la confianza y la esperanza, en la amistad, concordia y justicia, estrechando brazos de humanidad, integración y solidaridad.

Esta conciencia europea presente en los representantes de sus ciudades, nos lleva a pensar en la necesidad de crear una red de alcaldes capaces de concebir ciudades acogedoras, refugios, que sepan organizar corredores humanitarios europeos, seguros y regulares —reconocidos por la comunidad internacional—, y practicas solidarias. Los Alcaldes, así más empoderados, podremos ejercer mejor nuestras responsabilidades en una más armónica articulación con las instancias de gobierno regionales, nacionales e internacionales.

La nueva red debe estar centrada en el encuentro humano y basada en una visión animada de la interculturalidad, con una participación activa de la sociedad civil —incluido el tercer sector—, y de las tradiciones religiosas, donde debe primar el actuar en la defensa y promoción de la dignidad humana, de la libertad, de la justicia, de la integración y de la paz, más allá de los debates sobre las diferencias. Debe mirar el futuro común por construir más que la diversidad del pasado.

La nueva red de Alcaldes debe además promover una amnistía u otra solución para las víctimas de las formas modernas de esclavitud y de la trata de personas, en términos de trabajo forzado, prostitución, y trafico de órganos.

La red debería contribuir a restaurar un sentido de justicia y de oportunidad para la condición trabajadora desencantada, los jóvenes desempleados y a quienes la persistente crisis financiera y la subcontratación laboral han perjudicado económicamente. Esto implica por parte de los estados implementar un amplio programa de gasto social en salud, educación, capacitación, cesantías y apoyo familiar, financiados a través del cierre de los paraísos fiscales. También implica otorgar a Grecia el alivio de la deuda, con la esperanza de poner fin a la prolongada crisis de la eurozona.

La ayuda humanitaria a los desposeídos, animada por el espíritu de caritas y de la ética del cuidado, hoy debe ser informada y ayudada por nuevos descubrimientos académicos y científicos en los campos de salud, salud mental, trauma, educación y bienestar.

La guerra y el terror, la pobreza, la creciente desigualdad, el cambio climático, la degradación y los cataclismos ambientales, están detrás del mayor desplazamiento forzado en la historia del hombre: más de 65 millones de seres humanos.

Esto pone de relieve la absoluta necesidad de pasar de una estrategia basada en la defensa y la guerra a otra focalizada en el desarrollo sostenible e integral, especialmente en el caso de los países más aventajados. Los muros nunca sofocaran la búsqueda de seguridad, dignidad, bienestar y paz. Las ciudades deben construir puentes de amor, de caridad, de solidaridad, de buena fe, de confianza y de esperanza. Puentes para sanar a nuestros hermanos refugiados, a nuestras hermanas refugiadas, a nuestros niños refugiados y así sanar también a nuestra humanidad común.