No deteriora el tiempo la belleza - Alfa y Omega

«No deteriora el tiempo la belleza: la perfecciona en otra manera de hermosura». El Adviento, tiempo de silencio y serenidad, de una espera cimentada en la promesa, es tiempo propicio para leer a una de nuestras grandes autoras: María Victoria Atencia. Malagueña, discretísima, de no haber recibido el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana hace dos años sería aún menos conocida. Y eso que es una de las grandes poetas españolas, admirada por muchos autores consagrados.

La serenidad es una de las características fundamentales de su poesía. Algunos motivos de la misma: la belleza, el tiempo, el viento, la luz y la altura. Con dulce cadencia se repiten en versos llamados a ser inmortales. «Recógete, alma mía. Es solo la belleza/ que viene y tiñe el cielo y te deslumbra y pasa». La autora dice que san Juan de la Cruz es «el poeta a quien más debo». Su influencia puede detectarse, sutilísima, en toda la obra de la malagueña.

Con ocasión de la concesión del Premio Reina Sofía, la editorial de la Universidad de Salamanca publicó, el año pasado, una preciosa antología de la obra de Atencia, El fruto de mi voz. Es una espléndida introducción a la obra de esta autora, miembro de la tríada antológica imprescindible que conforman, además, Como las cosas claman (Renacimiento, 2011) y Las iluminaciones (Salto de Página, 2014).

Decía que el Adviento es tiempo propicio para leer esta poesía de esperas y de calmas, que nos lleva a adentrarnos en las profundidades del ser, a plantearnos las cuestiones importantes, a sobrecogernos ante la belleza que nos circunda, el misterio del amor inmenso que habita este universo: «Qué peso el de la luz de una vela encendida».

Y entre todas sus obras, una es especialmente adecuada para este tiempo. Es difícil de encontrar, advierto, aunque gran parte de ella puede hallarse en las antologías arriba citadas. Trances de Nuestra Señora, libro hermosísimamente editado por Hiperión, con un prólogo emocionante de María Zambrano que acaba diciendo que «todo lo que esta poesía toca es verdadero».

«Una originalísima amplificatio del Magníficat» de María, ha definido Juan Antonio González Iglesias esta obra. Un puñado de poemas con los que la autora felicitó la Navidad, durante años, a sus seres queridos, una muestra preciosa de la altura y la belleza de la que es capaz esta poesía que oscila entre el asombro y el susurro.