¡No tengáis miedo a lo que Dios pide! - Alfa y Omega

¡No tengáis miedo a lo que Dios pide!

Encuentro con los voluntarios de la XXVIII JMJ, en el Pabellón 5 de Río Centro, Río de Janeiro. Domingo, 28 de julio de 2013

Papa Francisco

Queridos voluntarios, buenas tardes: No podía regresar a Roma sin haberos dado las gracias personal y afectuosamente a cada uno de vosotros por el trabajo y la dedicación con que habéis acompañado, ayudado, servido a los miles de jóvenes peregrinos; por tantos pequeños gestos que han hecho de esta Jornada Mundial de la Juventud una experiencia inolvidable de fe. Con la sonrisa de cada uno de vosotros, con vuestra amabilidad, con vuestra disponibilidad para el servicio, habéis demostrado que «hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20, 35).

El servicio que habéis prestado en estos días me ha recordado la misión de san Juan Bautista, que preparó el camino a Jesús. Cada uno de vosotros, a su manera, ha sido un medio que ha facilitado a miles jóvenes tener preparado el camino para encontrar a Jesús. Y éste es el servicio más bonito que podemos realizar como discípulos misioneros: preparar el camino para que todos puedan conocer, encontrar y amar al Señor. A vosotros, que en este período habéis respondido con tanta diligencia y solicitud a la llamada para ser voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud, os quisiera decir: sed siempre generosos con Dios y con los otros. No se pierde nada, y, en cambio, es grande la riqueza de vida que se recibe.

Dios llama a opciones definitivas, tiene un proyecto para cada uno: descubrirlo, responder a la propia vocación, es caminar hacia la realización feliz de uno mismo. Dios nos llama a todos a la santidad, a vivir su vida, pero tiene un camino para cada uno. Algunos son llamados a santificarse construyendo una familia mediante el sacramento del Matrimonio. Hay quien dice que hoy el matrimonio está pasado de moda. ¿Está pasado de moda? [No…]. En la cultura de lo provisional, de lo relativo, muchos predican que lo importante es disfrutar el momento, que no vale la pena comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas, para siempre, porque no se sabe lo que pasará mañana. Yo, en cambio, os pido que seáis revolucionarios, os pido que vayáis contracorriente; sí, en esto os pido que os rebeléis contra esta cultura de lo provisional, que, en el fondo, cree que vosotros no sois capaces de asumir responsabilidades, cree que vosotros no sois capaces de amar verdaderamente. Yo tengo confianza en vosotross, jóvenes, y pido por vosotros. Atreveos a ir contracorriente. Y atreveos también a ser felices.

El Señor llama a algunos al sacerdocio, a entregarse totalmente a Él, para amar a todos con el corazón del Buen Pastor. A otros los llama a servir a los demás en la vida religiosa: en los monasterios, dedicándose a la oración por el bien del mundo, en los diversos sectores del apostolado, gastándose por todos, especialmente por los más necesitados. Nunca olvidaré aquel 21 de septiembre -tenía 17 años- cuando, después de haber entrado en la iglesia de San José de Flores para confesarme, sentí por primera vez que Dios me llamaba. ¡No tengáis miedo a lo que Dios pide! Vale la pena decir a Dios. ¡En Él está la alegría!

Queridos jóvenes, quizá alguno no tiene todavía claro qué hará con su vida. Pedídselo al Señor; Él os hará ver el camino. Como hizo el joven Samuel, que escuchó dentro de sí la voz insistente del Señor que lo llamaba, pero no entendía, no sabía qué decir y, con la ayuda del sacerdote Elí, al final respondió a aquella voz: Habla, Señor, que yo te escucho (cf. 1S 3, 1-10). Pedid también al Señor: ¿Qué quieres que haga? ¿Qué camino he de seguir?

Queridos amigos, de nuevo os doy las gracias por lo que habéis hecho en estos días. Doy las gracias a los grupos parroquiales, a los movimientos y a las nuevas comunidades que han puesto a sus miembros al servicio de esta Jornada. Gracias. No olvidéis lo que habéis vivido aquí. Contad siempre con mis oraciones y estoy seguro de que yo puedo contar con las vuestras. Una última cosa: rezad por mí.