Almudena y Madrid - Alfa y Omega

Almudena y Madrid

Jesús Junquera Prats
Foto: Infomadrid

La tradición nos dice que el apóstol Santiago trajo a España la imagen de la Virgen y que su discípulo san Calocero la colocó en Madrid, en una ermita junto al Manzanares. A la Virgen se la llamó la Concepción Admirable; el templo, siguiendo la tradición de Roma, se denominó Santa María la Mayor, «por ser la más antigua». En el año 711, el pueblo madrileño decide esconder la imagen ante el temor de que fuese profanada por los invasores musulmanes. Más de 300 años estuvo escondida. Una vez reconquistada la villa por Alfonso VI, este puso su empeño en encontrarla y devolver a Madrid su Virgen. Hizo promesa a Dios, y al pasar en procesión delante de la muralla, cayó parte de ella y se vio la imagen. El pueblo de Madrid transmitió el prodigio de las dos velas que no se apagaron en tantos años, símbolo de cómo se mantuvo viva su fe.

Puesta de nuevo en su templo ante el Alcázar, durante nueve siglos ha compartido la vida de Madrid. Los reyes la han distinguido con su favor. La reina Juana la Loca, en el año 1508, confirma el privilegio concedido por su tío el rey Enrique IV a favor de la Almudena. La infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, al ser nombrada gobernadora de los Países Bajos pretende llevarse consigo la imagen. Pero el pueblo se niega y la infanta se tiene que conformar con una reproducción. Felipe III y Felipe IV tratan de designar a la Almudena como patrona de Madrid. La reina Isabel de Borbón le dona su manto real en el año 1640. Esta es la primera vez que se viste a la imagen.

Es tanta la devoción, que los franceses no se atrevieron a impedir que se hicieran rogativas a ella, incluso para que los invasores se marcharan de Madrid.

En el año 1868, en la época revolucionaria, el regidor de Madrid decidió derribar el templo, y la imagen fue acogida por las religiosas cistercienses de la calle Mayor. En el año 1911 se trasladó a la cripta de la futura catedral, donde pasó los años de la guerra. Liberada Madrid, una señora, María Álvarez, fue corriendo a ver qué había pasado con la imagen. Grande fue su sorpresa al encontrar la imagen en su sitio, con una soga al cuello para ser derribada y, a sus pies, un cartel que decía «respetarla». Fue llevada al salón de plenos del Ayuntamiento y allí recibió el amor de este pueblo que siempre unido a Ella puede decir que de Madrid al cielo.