80 presos piden al apóstol Santiago ayuda para reinsertarse
Por segunda vez, el Departamento de Pastoral Penitenciaria de la CEE organizó la semana pasada una peregrinación en la que los reclusos pudieron convivir con los funcionarios
El pasado sábado, un grupo de 80 presos de una decena de cárceles españolas se pusieron a los pies del apóstol Santiago, en Compostela, para pedirle su «intercesión ante el Señor Jesús en esta aventura que estamos a punto de iniciar». Se trataba de los participantes de la segunda peregrinación compostelana organizada por el Departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española.
Muchos de ellos, explica su responsable, Florencio Roselló, están ya en un proceso de reinserción. Pronto «liquidaremos nuestra condena y nos enfrentaremos a la aventura de tener que tomar decisiones, de reencontrarnos con la familia, con los amigos», leía una interna en nombre de todos.
A lo largo de la semana previa, «hemos compartido experiencias de vida, anhelos e ilusiones». También inquietudes ante una vida en la calle que «tampoco resulta fácil», por la falta de recursos y los obstáculos para la integración sociolaboral. «Necesitaremos de tu ayuda».
A quienes aún deben esperar para alcanzar la libertad, la experiencia «nos anima a reorientar nuestra vida en prisión y aprovechar las oportunidades que se nos ofrecen: programas, actividades, talleres». También «a confiar en los profesionales que desean nuestra evolución positiva, como hemos podido comprobar en el camino». Se refería a la treintena de trabajadores de los centros que los acompañaban.
Una familia con los funcionarios
Se trata de la segunda experiencia de este tipo. Algunas prisiones llevan peregrinando por separado varios años, pero en 2022, con motivo del Año Santo, se optó por una peregrinación conjunta. Cada una de las prisiones hizo un recorrido distinto del Camino. «Queríamos que lo vivieran más de forma personal y como grupo», explica Roselló.
«Algunos hicieron más de 1.000 kilómetros en furgoneta, desde El Puerto de Santa María y Algeciras», hasta llegar al inicio de la peregrinación. Particularmente interesante fue la experiencia de la prisión de Teijeiro (La Coruña), que peregrinó con el obispo de Mondoñedo-Ferrol y responsable de la Pastoral Penitenciaria dentro de la Conferencia Episcopal Española, Fernando García Cadiñanos.
La parte comunitaria de la peregrinación tuvo lugar el sábado 7, cuando todos los grupos confluyeron a primera hora de la mañana en el Monte del Gozo. Desde allí, todos caminaron juntos hasta la catedral compostelana. «No se conocían, pero había mucho que los unía. Esa vivencia de grupo refuerza mucho», apunta el responsable del departamento. Allí participaron en la Misa del peregrino, presidida por Cadiñanos, y en la que presentaron sus peticiones al Apóstol.
A continuación, en la hospedería San Martín Pinario, tuvo lugar un momento destinado a compartir experiencias. Cada prisión eligió a un preso que diera testimonio de lo vivido. «Fue muy bonito. Hablaban de cómo se habían sentido libres y de cómo no había habido diferencias entre ellos y los voluntarios y funcionarios», sino de que «éramos una gran familia». De hecho, «descubrieron una faceta más humana de los funcionarios. El Camino iguala».
Después de una comida de celebración, llegó el momento del regreso. Fue el más duro, «porque estas personas no volvían a su casa sino a la cárcel, y tenían que volver a pasar para entrar las seis o siete puertas que habían cruzado para salir», reconoce Roselló.
Sin medidas de seguridad
En el grupo, además de los 80 presos y los 30 funcionarios, había otros tantos voluntarios y capellanes. Los trabajadores «no acuden para vigilar sino para colaborar» y como un peregrino más, asegura el organizador. De hecho, los internos acudieron «sin ninguna medida de seguridad, ni siquiera una patrulla de la Guardia Civil de paisano. Se parte de la confianza, y no ha habido ningún tipo de problema».
Es fundamental para ello el hecho de que los presos seleccionados son «personas que ya están la mayoría en un proceso de reinserción y ya han salido de permiso». El equipo de pastoral los elige, pero tiene que aprobarlo tanto el equipo técnico de la prisión como la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias. «Son dos filtros serios, ajenos a nosotros».
En los albergues donde se alojaron, nadie sabía que se trataba de reclusos. «Se sentían muy normales, y el resto de la gente no se daba cuenta de que estaban compartiendo techo con presos. Esto demuestra que el preso es una persona normal, solo que si sabemos que lo es lo estigmatizamos».
«Experiencias de este tipo ayudan a que vayan teniendo contacto con la calle, con la realidad. Son una preparación para la libertad; y una libertad muy bonita: la naturaleza, el Camino y la mística que genera».
El saludo final de los presos agradecía la confianza puesta en ellos. Pedía a la sociedad «que no nos niegue una segunda oportunidad», además de recursos por parte de los poderes públicos para «una política preventiva y restaurativa» y una solución a la situación de irregularidad de muchos de ellos.