Gabi, con grandes dolores por su cáncer, pasó de la rebeldía a la confianza en Dios - Alfa y Omega

Gabi experimentó un proceso que le llevó de la negación y el rechazo a la entrega confiada dejándose llevar. Su testimonio lleva a Jesús García, capellán del tanatorio de la M-30 de Madrid, a reflexionar sobre la importante tarea de acompañar en este doloroso camino

No somos inmunes al temor a la muerte. Nos supera el dolor, el enigma del más allá; pensamos que no hay mañana tras la muerte, que todo se acabó, nos amenaza la noche sin final.

Los cristianos nos miramos en el espejo de Jesucristo, en su modo de vivir y también en su modo de afrontar la muerte. En los relatos evangélicos se van dibujando los diversos momentos y actitudes de Jesús, desde la resistencia a la aceptación y la entrega confiada. Él presentía que le esperaba una muerte violenta. Se lo advertía a sus discípulos: «Mirad que subimos a Jerusalén, allí me detendrán, juzgarán y condenarán a muerte». Ellos reaccionaban desconcertados: «Eso no puede suceder».

Tuvo su momento de miedo y se escondió lejos de Jerusalén. Mas para acompañar el duelo por la muerte de su amigo Lázaro, regresó dispuesto a afrontar su hora. Afrontó con entereza su detención: «Soy yo a quien buscáis, dejad marchar a estos». No le faltó su momento de pánico hasta sudar sangre en Getsemaní: «Padre, si es posible que pase de mi este cáliz». Necesita la cercanía de los suyos: «Ni siquiera habéis podido velar una hora conmigo». En la cruz grita su amarga queja a Dios: «¡Padre, por qué me has abandonado!». Pero va a expirar con la convicción de que «ha cumplido su misión», y «entrega su espíritu al Padre, de quien procede».

Más de una vez, habréis sido testigos, junto a alguno de los vuestros, de ese proceso de negación, rechazo, protesta y, al fin, entrega confiada dejándose llevar. Recuerdo a Gabi sometido a dolorosos tratamientos para atajar su cáncer. Después de un tiempo de rebeldía, fue llegando milagrosamente al tiempo en que me decía: «Tengo tantos motivos para estar agradecido a la vida, al cariño de los míos, a las atenciones del personal sanitario, al apoyo de tantos amigos… que estoy confiado a Dios e intento asumir en paz mi situación, sea la que Dios quiera».

Qué importante es la tarea de acompañar este camino doloroso con cercanía discreta, una caricia, una oración y gratitud por compartir ese misterio de la vida que se agota a la espera de un nuevo amanecer.