Carlos, nuestro hermano mayor - Alfa y Omega

Carlos, nuestro hermano mayor

Fue a partir de su ordenación como sacerdote cuando empezamos a comprender a qué se iba a dedicar Carlos y cuál sería su estilo de vida

Colaborador
Monseñor Osoro con sus padres. Foto: Archivo personal

Es difícil hablar de la familia y no traspasar la esfera de lo privado, de lo que le pertenece a ella misma y que forma parte de su estricta intimidad y, por tanto, más difícil es hablar de un hermano con la trayectoria personal y la vida pública que el nuestro tiene. ¿Qué se puede decir de Carlos? Cuando se intenta dar respuesta a esta pregunta intentamos recordar aquellas circunstancias que nos han ido marcando en la vida familiar a cada uno de forma individual y al grupo como tal. Podríamos establecer una línea de tiempo que ha servido para construir su propia biografía personal, pero en este intento volveríamos a repetir y señalar aquello que ya es conocido por una amplia mayoría.

Como hermanos hablamos de sentimientos y emociones construidos a lo largo de muchos años junto a nuestros padres, acontecidos en un contexto familiar que, junto a otros, nos ha determinado como personas. En todo caso, hablamos de una familia normal en la que desde el núcleo más básico de los padres y tres hermanos se ha ido creciendo con el paso del tiempo. Y en este sentido de la intimidad familiar hemos vivido con normalidad las distintas circunstancias de vida por las que Carlos está pasando.

La noticia de que Carlos, ya adulto e iniciando su vida profesional, se iba al seminario para ser cura fue algo trascendente en la familia y, de una forma u otra, nos ha marcado en nuestras relaciones. Cada uno de nosotros lo vivimos de manera distinta. Nuestros padres, intentando apoyar, comprender, respetar y actuar ante esta decisión; y nosotros, sus hermanos, como convidados ante algo que probablemente en ese momento no comprendíamos en su totalidad. La decisión de irse a Salamanca y orientarse hacia una nueva forma de vivir su vida no la entendimos en su transcendencia en su momento. Nuestro hermano se fue a estudiar y volvía en vacaciones. Pasado el tiempo sabemos que la decisión estaba suficientemente meditada y fue la adecuada, como así lo atestigua su trayectoria, marcada por el trabajo, la dedicación a los otros y una gran capacidad de reflexión y empatía con los problemas de los demás, pero sin abandonar nunca a los suyos, con una mirada atenta a todo aquello que nos ocurre.

Fue a partir de su ordenación como sacerdote y sus primeros años en Santander cuando empezamos a comprender a qué se iba a dedicar y cuál sería su estilo de vida. Y ahí también se fue conformando la manera de relacionarnos, ahora ya como adultos, con formas de vida distintas y con maneras diferentes de entender la realidad. Esa manera de relacionarnos, desde la diversidad de cada uno de nosotros, nos permite participar de los problemas, los éxitos y las múltiples circunstancias que acontecen en nuestra familia. Los variados escenarios de vida de cada uno nos han marcado a todos. Nuestros estilos de vida, los matrimonios, las profesiones, los sobrinos…

La vida de Carlos se podría definir desde ese momento como un volver a empezar que le ha supuesto recomponer los lugares en los que ha estado y su vida personal en el ámbito de las relaciones y en el de las responsabilidades a las que debía responder. Pero también a nosotros, porque sus decisiones y logros nos han permitido comprender y apoyar una forma de vida, casi siempre en la distancia, diferente a la nuestra.

Ser cura en Torrelavega recién ordenado o rector del seminario nos llevó a pensar en la valía de nuestro hermano, pero lo que ha ocurrido en estos 20 últimos años nos lo ha ratificado. Desde su ordenación como obispo de Orense ha ido encadenando nuevas responsabilidades que le han puesto en relación con diferentes personas, con problemas diversos. Y eso nos demuestra una gran capacidad para enfrentarse a lo nuevo con diligencia, así como cierta creatividad a la hora de resolver los problemas. Todas estas circunstancias nos alejan geográficamente, pero nos han permitido buscar alternativas y momentos para el encuentro.

En este relato emocional podemos permitirnos hablar del tiempo como duración (Carlos lo entenderá). Para él es un tiempo largo, sin prisas, sin una duración objetiva, y eso lo aplica en su vida profesional, dedicando a sus asuntos y a las personas el tiempo necesario para su comprensión y solución. Probablemente eso le hace perder la noción de las horas y le afecta a cuestiones básicas como dormir o comer. Cualquier persona cercana a él sabrá de qué estamos hablando. Esta forma de entender su tiempo y su vida la aplica también al tiempo de los demás y al de su familia. La espera para encontrarnos con Carlos o hablar con él, a veces en la madrugada, también forma parte de nuestras relaciones y de entendernos entre nosotros.

Somos observadores de lo que hace como lo haría cualquier otra persona. Pero, como hermanos, a todo aquello que hace le sumamos el cariño y el acompañamiento para que sus decisiones, en un mundo muy complejo, sean las más adecuadas. Eso es la familia, esta es nuestra familia. Y Carlos creemos que la entiende así, compartiendo los sentimientos, los problemas, los éxitos y las circunstancias de todos nosotros.

Fernando y José Manuel Osoro