La libertad religiosa es esencial para la paz - Alfa y Omega

La libertad religiosa es esencial para la paz

Cerca de 350 millones de cristianos sufren persecución. Reclaman justicia y que su sacrificio no caiga en saco roto en la Iglesia

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Foto: CNS

Una de cada tres personas vive en países donde la libertad religiosa no se respeta, según el Informe de la Libertad Religiosa en el Mundo 2016 de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN). Millones de personas son discriminadas, perseguidas e incluso asesinadas por su fe. La realidad es dramática y debería mover a una acción mucho más decidida por parte de la comunidad internacional, siquiera porque el problema –lo vemos con la crisis de refugiados– termina salpicando a todos. Si nos fijamos, por ejemplo, en el caso de Oriente Medio, el ascenso del Daesh fue posible por la complicidad de sectores sunitas que se sentían marginados por el gobierno chií. El reconocimiento de los derechos de las minorías tendría, por tanto, un impacto decisivo para la paz en la región y la deslegitimación del terrorismo.

Las democracias occidentales a menudo son incapaces de comprender la magnitud del problema, e incluso amenazan con alienar ellas mismas a importantes segmentos de su población. La integración de personas de otras culturas y religiones exige especialmente valorar la aportación que puedan hacer desde sus tradiciones en un marco de respeto a los derechos fundamentales. A esto se opone, sin embargo, la tendencia en algunos países de limitar la presencia pública de la fe. Con el pretexto de la laicidad, el estado asume una actitud beligerante contra la religión que contradice su deber de neutralidad –en el sentido de no favorecer ni perjudicar a unas religiones frente a otras– y de colaborar con las instituciones religiosas en beneficio de la sociedad, como hace con otras organizaciones de relevancia pública.

A los cristianos, el informe de AIN les recuerda además que pertenecen a la comunidad más probada del mundo (y a la más inmune a la tentación de venganza). Cerca de 350 millones sufren persecución. Reclaman justicia humana, pero también que su sacrificio no caiga en saco roto. Sentirnos y hacerles sentir parte de una misma Iglesia es la mejor forma de que el martirio cotidiano de estos mártires contemporáneos sea fecundo.