«Esto es el cristianismo»: una Iglesia de mártires y buenos samaritanos - Alfa y Omega

«Esto es el cristianismo»: una Iglesia de mártires y buenos samaritanos

Las bienaventuranzas, «hablando con propiedad, es el testimonio cristiano que todos estamos llamados a ofrecer», dice el nuncio del Papa en España, monseñor Renzo Fratini, en el Congreso Católicos y Vida Pública

Ricardo Benjumea
Cartel del XVIII Congreso Católicos y Vida Pública

Hombres y mujeres perseguidos por su fe que tal vez «lo han perdido todo y, sin embargo, conservan sus sonrisas porque están unidos a Dios, dan su vida en lugar de renegar del sagrado nombre de Cristo». Así presentaba este sábado a los cristianos de Irak el misionero Luis Montes en el Congreso Católicos y Vida Pública.

En otra mesa redonda, el presidente de Cáritas, Rafael del Río, y la expresidenta de Manos Unidas, Soledad Suárez, comparaban la labor de sus organizaciones con el buen samaritano que se detiene a ayudar a la persona herida sin preguntarle su origen, raza o religión. Buenos samaritanos dispuestos también a trabajar por estas personas heridas de la mano de otros, católicos o no, que simplemente quieran trabajar por la dignidad humana.

Son los distintos rostros de la Iglesia que presenta este fin de semana el XVIII Congreso Católicos y Vida Pública bajo el lema «Yo soy cristiano. Hechos y propuestas». «El cristianismo ha sido siempre una fuerza luminosa y transformadora, y lo podemos ver a través de innumerables iniciativas, consecuencia de nuestras convicciones, como el respeto de la dignidad del hombre, sea cual sea su situación, la atención a los enfermos y la protección a los más débiles, la institución universitaria o la cultura del perdón y la reconciliación al poner en juego la propia vida que encuentra en el testimonio de los mártires cristianos su máxima expresión», resumía en la inauguración el presidente de la Asociación Católica de Propagandistas y de la Fundación San Pablo CEU, Carlos Romero.

«Hoy los cristianos seguimos impregnando con el evangelio todos los ámbitos de la vida a través de nuevos hechos y propuestas», añadía. «Y pienso en los cristianos que auxilian a los refugiados que huyen del fanatismo y la guerra. Tantos y tantos cristianos que entregan su vida por los ancianos y los olvidados, por los excluidos y los descartados… Son inmensas las acciones de todo tipo que los cristianos emprenden para resolver las causas estructurales de la pobreza y promover el desarrollo y el bien de los más pobres». «Esto es el cristianismo, esto son los cristianos de hoy en día».

Creyentes también que creen profundamente en el diálogo, «entendido como una forma de encuentro, con el fin de alcanzar un gran acuerdo de la convivencia en libertad en el seno de una convivencia plural». «Para ello, los cristianos, más que encerrarnos en nuestra intimidad personal para permanecer inmunes y protegidos a toda contaminación, necesitamos ir a las periferias de la vida e ir abriendo caminos a la esperanza, porque nuestra vocación consiste en llevar la fe a la vida con todas sus exigencias y hasta las últimas consecuencias».

Las bienaventuranzas como programa

El nuncio del Papa en España, monseñor Renzo Fratini, un veterano en estos congresos de Católicos y Vida Pública, habló de lo que mueve y da sentido a toda esa actividad, y citando al arzobispo Jorge Bergoglio en Aparecida, aclaró que «lo que nos define no son las circunstancias dramáticas de la vida ni los desafíos de la sociedad ni las tareas que debemos emprender», sino nuestra fe en Jesús.

«Nuestra identidad no se halla en el servicio que podemos y debemos prestar», añadió Fratini. «Nuestra identidad está en la fe. Nosotros hemos conocido el amor de Dios y hemos creído en Él. Habitando Cristo por la fe en la mente, en el corazón de sus fieles, estos se empeñan entre los hombres por ofrecer un servicio coherente en la caridad».

Más que cálculos de tipo humano, «es la fe viva en Jesucristo la que, en cada momento, nos sitúa y nos da la manera verdadera de mirar la realidad, nos proporciona un juicio sobre ella a la luz de Dios y nos empuja a optar por una opción consecuente», prosiguió el nuncio.

Monseñor Fratini abogó por extender esa presencia a todos los vida pública: «la educación, la política, la cultura, la economía, la ecología, la ayuda y acogida a los más necesitados…». «En todos estos lugares —aclaró— el compromiso cristiano se distingue y caracteriza por un rasgo identitario que supera el espíritu ético de la finalidad directa del éxito mundano». Esa identidad se resume en «el programa de las bienaventuranzas. Este programa, hablando con propiedad, es el testimonio cristiano que todos estamos llamados a ofrecer. Es el programa propio de una vida en cristo Jesús, una vida en el amor de Dios. Este amor, acogido por cada creyente en Cristo, posee efectos de liberación sobre la opresión de la naturaleza humana, la cual en esta hora pone a nuestra consideración en especial a cuantos trabajan en la cosa pública, el valor primigenio de la vida y de la familia».

La dimensión social de la fe

En esa línea, citando a Romano Guardini, el consiliario de la ACdP, monseñor Ginés García Beltrán, recordó que el cristianismo no es ante todo una doctrina sobre la verdad ni una moral, sino «un encuentro con Jesús de Nazaret» «Soy cristiano porque soy de Cristo», añadió, «porque mi vida ha encontrado un sentido en Jesucristo». «Por eso vivo mi vida, mis relaciones y afectos desde Cristo y sus evangelios».

Al mismo tiempo, la fe cristiana no puede vivirse de forma intimista, sino que está llamada a transformar «el mundo en medio de los hombres, que no son la competencia, sino hermanos». Porque «la esencia del cristianismo conlleva un mandato misionero: id al mundo entero». «Jesús no dice: esperad a que venga». «El repliegue sobre nosotros mismos, la autorreferencialidad, es el camino más seguro a la pérdida de la identidad». Por ello, «necesitamos vivir un cristianismo confesante», que no se reduzca simplemente a una serie de «discursos bien aprendidos» que «no transmiten» a nadie. Es la primacía del testimonio de la que habló Pablo VI. «Necesitamos un cristianismo y una Iglesia de samaritanos, hacernos prójimos de los demás, ser más misericordiosos. Vivir en la misericordia acabaría con muchas tentaciones, prejuicios y miedos que nos paralizan», concluyó Ginés García Beltrán.