De la conversión a la acción - Alfa y Omega

De la conversión a la acción

Puestos a decidir con quién aliarse, el Papa tiene claro cuál debe ser la opción católica: con los desposeídos, con los refugiados, con los inmigrantes, con los trabajadores explotados…

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El Papa Francisco, durante la celebración de una eucaristía, en el jubileo de los presos, en la basílica de San Pedro del Vaticano, el 6 de noviembre de 2016. Foto: REUTERS/Tony Gentile

Los excluidos protagonizan los últimos grandes actos del Año de la Misericordia, probablemente también los más significativos e intensos. Este fin de semana, mientras por todo el mundo se cierran ya las puertas santas, personas sin hogar se encontrarán con Francisco. El encuentro viene precedido de la peregrinación a Roma de unos 1.000 presos, mujeres y hombres a los que el mundo suele juzgar con prepotencia, olvidando, en palabras del Papa, que «todos tenemos la posibilidad de equivocarnos». De hecho –recordó–, solemos hacerlo. Sin embargo, la buena noticia que nos deja el Jubileo es «la posibilidad de cambiar de vida». Dios nos espera dispuesto siempre a perdonarnos.

El Año de la Misericordia ha supuesto una fuerte llamada a la conversión personal, pero también a la acción social comprometida. En la clausura del III Encuentro Mundial de Movimientos Populares, Francisco clamó contra «la tiranía terrorista» que «emana del control global del dinero». Palabras duras dichas ante cientos de cartoneros, manteros, líderes ecologistas…, con las que el Papa reafirmó su convicción de que las soluciones tienen que provenir de la base. Junto a movimientos católicos, había representantes de todo tipo de organizaciones. Francisco reconoció que «seguramente pensamos distinto en muchas cosas», pero puestos a decidir con quién aliarse en la defensa de un orden social justo, el Papa tiene claro cuál debe ser la opción católica: no con los poderosos, sino con los inmigrantes, con los refugiados, con los trabajadores explotados… Resuena el eco del «cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres» de los primeros días de pontificado, ideal que a menudo puede parecer lejano y que no pocos interpretan en clave estrictamente política. La realidad, sin embargo, es que experimentar el perdón y la misericordia de Dios nos lleva, nos tiene que llevar, a situarnos del lado de los excluidos. Estas son las dos caras de la moneda del Año de la Misericordia.