Homeland o el punto de vista - Alfa y Omega

Homeland –Patria– (Fox 21 y Showtime) ha llegado en su quinta temporada a Europa, a Berlín, es decir, a la cultura occidental. «Occidente necesita un toque de atención», se oye decir. Por cierto, se vuelve a Nueva York en la sexta temporada y con una mujer como presidenta en la Casa Blanca. Anunciado ya el estreno con el próximo año.

Pocas series trabajan mejor la idea de que la realidad supera a la ficción. En la primera secuencia de esta última temporada, la protagonista, nuestra bipolar agente de la CIA, Carrie Mathison (Claire Danes), asiste a Misa. El plano más significativo es el del momento de la comunión. La clave del ordenador personal del presidente de la Fundación Düring, Otto, es papafrancisco. Fragmentos que salpican una evolución, no sé si predecible, que nos coloca más allá de nuestro sentido de pertenencia ante las amenazas del mundo global. Este giro al mundo post 11S se desarrolla, en la trama, desde un permanente eje bipolar –ya se ve que no solo es bipolar la protagonista–: normalidad-anormalidad, Occidente-mundo islámico, guerra global-guerra local, terrorismo internacional-servicios de inteligencia, cultura-religión, sin olvidarse de temas como el de la inmigración y los campos de refugiados. Ojo, planteamiento bipolar pero nada maniqueo. Y este es su éxito.

Si en las primeras temporadas –relación Carrie y el sargento Nicholas Brody (Damian Lewis)– estaba centrada en la concepción del modo de vida americano antes y después del 11S, ahora nos lleva a la comprensión más amplia de las amenazas en el planeta y sobre el papel que la inteligencia y la estrategia tienen en la construcción de la paz mundial. ¿Cuál es el punto de vista? Homeland es una provocación permanente para el punto de vista. Un ejercicio de perspectivismo filosófico y geopolítico acompañado de la relación entre los mundos internos y los mundos externos de las personas. Nada que ver con la psicología de manuales de autoayuda. Lo que pone en cuestión esta serie son las respuestas que damos a la pregunta por la libertad, colectiva e individual, y la justicia. ¿Qué es lo que hace esclava a la persona? ¿Qué es lo que hace libres y justos a los pueblos, a las naciones? ¿El discurso o la verdad con la que nos topamos todos los días? Acaso la respuesta esté en el encuentro con el otro, con el musulmán, el desconocido… Por cierto, mi personaje favorito es Saul Berenson.