Pascuala Guirado Sánchez: «Me llamaron comunista por trabajar por la justicia social, por el Evangelio» - Alfa y Omega

Pascuala Guirado Sánchez: «Me llamaron comunista por trabajar por la justicia social, por el Evangelio»

Su compromiso con la lucha humilde y callada en favor de los colectivos sociales más necesitados y siempre a favor de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, ha sido motivo suficiente para que la Consejería de Familia e Igualdad de Murcia reconociese la labor de Pascuala Guirado Sánchez

Rosa Puga Davila
Foto: Jérôme Van Passel

¿Cómo recibe este premio una persona como usted?
Fue una sorpresa tremenda; me sorprende ver a gente joven por la calle que me dice: «Pascuala, te lo mereces», porque lo cierto es que hay mucha gente que se lo merece, mucha, y pensaba en ellos, en «¿por qué a mí?».

¿Cómo nació ese compromiso hacia los demás, esa incesante lucha por la justicia social?
De niña, desde los 11 a los 18 años, estuve en cama y escayolada por un golpe en la columna. Pasé mucho tiempo en casa sola, pero siempre me he encontrado personas muy buenas. Un día un cobrador que vino por casa me regaló una radio y, a partir de ese momento, pude escuchar lo que pasaba en la provincia. Empecé a oír una emisora cristiana que ofrecía el Nuevo Testamento por correo postal y lo pedí. Durante esos años nunca vino a verme ningún sacerdote, pero me empapé del Evangelio. Un día estaba en la puerta de casa viendo una procesión de la Virgen y se me saltaron las lágrimas. Una chica que me vio unos días después vino a casa a hablar conmigo y me invitó a Acción Católica. Fue allí donde encontré mi primer espacio para poner en práctica todo aquello sobre lo que yo había reflexionado con mi lectura del Evangelio. Sabía lo que quería hacer: quería darme a los demás como Jesús.

¿Cómo se inicia su lucha por la igualdad de derechos?
Un día nos hablaron de la JOC (Juventud Obrera Católica) y yo, que me sentía obrera, quería formar parte de ese movimiento. En Caravaca no existía así que me ofrecí a organizarlo. El cura me dijo: «Haz lo que quieras», y eso hice. Lo hablé con amiga y me dijo: «Yo también soy obrera» y lo hicimos. Creció como la espuma, nos juntábamos más de 100 personas. Nuestro lema era Para pedir hay que dar.

¿Cuales fueron sus logros?
Jesucristo era nuestro maestro y teníamos que poner en marcha sus enseñanzas y ayudar a los demás en sus necesidades. Nos movilizamos por un salario digno, un trato humano en el trabajo, por la consecución de días de descanso. Todo eso lo conseguimos trabajando juntos.

¿Qué fue lo más difícil de llevar?
A veces sentía miedo y vergüenza en el pueblo. Nos reuníamos en las iglesias y la gente nos trataba de comunistas porque trabajábamos por la justicia social. Yo les decía que nosotros solo actuábamos según el Evangelio. Fraga mandó la orden y se nos censuró; amenazaban con llevarnos a la cárcel. Pero hubo personas con poder en la provincia que nos defendieron y alegaron que nuestra labor no tenía que ver con el comunismo: éramos católicas.

¿Qué les decían sus padres?
No estábamos en democracia y la Guardia Civil les decía a nuestros padres que no sabían dónde estábamos metidas, que nos iban a llevar a la cárcel. Mi madre no estaba de acuerdo con lo que hacía, me llegaron a pegar por ir a la iglesia; eran creyentes, pero sin profundidad. Eso de entregarse por los demás no lo entendían.

¿Qué opinión le merece la situación actual?
Hemos vuelto a lo de entonces. Lo que habíamos conseguido en años en esta crisis lo hemos perdido. No vuelve a haber salarios dignos y el trato al empleado a veces es abusivo porque se sabe que hay miles de personas haciendo cola para el puesto y la persona aguantará. Hemos adelantado mucho en igualdad, pero en cuanto a salario seguimos con desigualdades.

¿Cómo vive Pascuala su fe y su compromiso social?
No me he podido estar quieta, siempre movida por un mismo ideal. Ahora mismo estoy en Cáritas. La gente llega con vergüenza, hundida, sumisa, moralmente hecha polvo, y Cáritas practica una caridad integral con el objetivo de sacar al hombre del pozo en el que está sumido y ponerlo con dignidad en el lugar que le corresponde independientemente de su condición o procedencia. No se trata de dar la cesta y ahí te las gobiernes. Todas las personas somos iguales en dignidad y aspiramos a ganarnos el pan con nuestro trabajo. En la Asociación de Viudas de Caravaca también trabajamos por reivindicar un aumento en la pensión.

¿Cuál es, según usted, el camino hacia una sociedad más justa?
A lo mejor suena cursi, pero es que nos queramos; a la persona que está cerca y a la que está lejos. Que seamos comunidad, una comunidad mundial en la cual ninguna persona pase necesidades y que los que tengan, den. Somos todos iguales ante Dios y nadie dice que no hagan falta dirigentes pero sin que impere el egoísmo y el abuso que es origen de tantos males.

Tiene usted un espíritu joven…
Tengo 80 años y el mismo ideal, y hasta que me muera este será mi modo de vivir. La gente joven tiene mucha fuerza y valentía, muchas cualidades, pero aunque hay una minoría de gente activa, muchas veces se vive sin sentido. Espero el día en el que piense en lo que he hecho y me sienta en paz. No dejaré de trabajar por los demás.