«Quiero quedarme en paz con mi pasado» - Alfa y Omega

«Quiero quedarme en paz con mi pasado»

Después de engancharse a las drogas y al alcohol, Paco tocó fondo cuando perdió la licencia de su taxi y se vio en la calle. Una casa de acogida de Cáritas Madrid le ha dado una segunda oportunidad. Este fin de semana va a participar en el jubileo de las personas sin hogar en Roma

María Martínez López

Paco pasó cinco días en la calle. «Todos los días me iba a la sala de Urgencias del hospital 12 de Octubre y pasaba la noche allí». Lo que no hizo fue probar bocado, porque «me daba vergüenza pedir». El madrileño se vio en esta situación a los 57 años, después de llevar 38 trabajando como taxista.

«El taxi es mucho taxi. Las malas amistades y las horas al volante» le habían llevado a engancharse al alcohol y las drogas. Cuando su madre murió hace 14 años, «mi hermano me dijo que había fallecido por los disgustos que yo le había dado». Se divorció dos veces, y tocó fondo hace dos años cuando por la reclamación de su primera mujer perdió la licencia del taxi.

Deambulando por la calle

Así fue como se vio en la calle. Uno de esos días, mientras deambulaba por Madrid pasando frío y sin creerse todavía lo que le estaba pasando, se encontró con el centro CEDIA 24 Horas de Cáritas Madrid. Aunque en ese momento no había plaza para acogerle de emergencia, le dijeron que volviera al día siguiente. Fue el comienzo de su camino de recuperación.

Tras unos meses en el CEDIA, pasó a la casa de acogida San Agustín y Santa Mónica, donde sigue desde entonces. Aunque ya casi había superado la adicción cuando entró en el centro, «todavía veía que necesitaba un empujón», que le dieron en un Centro de Atención a Drogodependencias (CAD). «Ya me han quitado la medicación, me han dado de alta en el hospital y van a darme de alta en el CAD».

«Se echan para atrás porque vienes de Cáritas»

Gracias a este centro, comenzó a hacer voluntariado. Saca a pasear a los perros de una perrera –descubrió que le gustan cuando hizo terapia con animales–, y está apuntado en el programa de voluntariado del Ayuntamiento para echar una mano en eventos públicos como carreras.

Una vez superada la adicción, su objetivo pasó a ser encontrar un trabajo. Con tres cursos y unas prácticas en jardinería bajo el brazo, se puso manos a la obra. Pero «cuando oyen que estás viviendo en un centro de Cáritas se echan para atrás». Recuerda con especial desengaño el caso de un entrevistador que, al conocer su historia, le prometió que le iba a ayudar a conseguir el empleo, para luego no volver a ponerse en contacto con él. «Yo ya no digo dónde estoy», reconoce.

«Este viaje es un impulso de Dios»

En medio de esta búsqueda, llegó la invitación de participar en la peregrinación de 4.000 personas sin hogar a Roma que organiza la entidad francesa Fratello del 11 al 13 de noviembre para participar en el Año de la Misericordia. «A mí Roma me da igual –aclara–. Yo voy a ver al Papa y a quedarme en paz con todo mi pasado. Soy muy creyente, no voy mucho a Misa pero sí me meto en las iglesias a rezar. Y creo que este viaje es un impulso de Dios, que ha dicho «Vamos a llevarle a ver al Papa». Este viaje me va a ayudar».

Y la ayuda, efectivamente, llegó por adelantado. Cuando ya estaba inscrito en el viaje, le llegó una oferta de trabajo como repartidor –tiene todos los carnets de conducir–. Se incorpora al día siguiente de llegar de Roma.

Ante la sensación de que todo se arregla, a veces parece que Paco sospecha. «Me veo con 60 años –los cumplo el año que viene–, y dentro de nada con 65 y la jubilación ahí al lado». Cuando le dan altibajos, le da por pensar que este trabajo no le va a durar, o que no va a tener pensión «y no quiero acabar solo en una residencia». Afortunadamente, en la casa de acogida hay un psicólogo que le ayuda, y además «me han asegurado de que me van a ayudar en todo lo que haga falta y no me voy a volver a quedar en la calle».