Meritxell de la montaña... - Alfa y Omega

Meritxell de la montaña...

Sin importarle la nieve, la imagen de María siempre volvía bajo el rosal donde había aparecido. Los andorranos entendieron que la Virgen quería que se le rindiera culto allí, y su santuario se convirtió en el corazón de Andorra. El incendio, que en 1972 redujo todo a cenizas, no impidió que lo siguiera siendo

María Martínez López
Fachada principal de Sant Martí de la Cortinada

«Meritxell de la montaña, enséñanos a admirar. Meritxell de las nieves, enséñanos a no engañar, ni a engañarnos. Meritxell del cielo limpio y del sol esplendoroso, enséñanos la luz. Meritxell, vecina de los prados y de las casas de campo, enséñanos la sencillez…». Esta oración del Rector del santuario de Meritxell, mosén Ramón Rossell, refleja en parte lo que esta Virgen significa para los andorranos.

Un frío día de Reyes del siglo XII, un payés que iba a Misa a Canillo descubrió un rosal silvestre florecido y, bajo él, una imagen de la Virgen, con los mismos zuecos que usaban las lugareñas. Su mano derecha era desproporcionadamente grande, algo que los andorranos han visto siempre como signo de bendición y acogida. En los días siguientes, la imagen desapareció, primero de Canillo, y luego, también, del cercano Encamp. Siempre volvía a aparecer bajo el rosal. Los lugareños comprendieron que la Madre de Dios quería que le rindieran culto allí, y construyeron una sencilla iglesia, reformada totalmente en 1658.

El santuario de Meritxell, antes de ser destruido por un incendio en 1972

Durante siglos, cada 8 de septiembre, el santuario ha acogido a los fieles que acudían a homenajear a María. Pero el día de fiesta se convirtió, en 1972, en catástrofe: esa misma noche, un incendio redujo a cenizas el santuario y la talla de la Virgen. La pérdida de la imagen y de la casa de su Madre fue un duro golpe para la identidad del país.

Dos años después, comenzó la construcción, al lado de las ruinas, del nuevo santuario, destinado a albergar una réplica de la talla destruida. El arquitecto Ricardo Bofill diseñó un edificio con ventanales y espacios abiertos, para disfrutar del entorno, e inspirado en las señas de identidad de Andorra: la pizarra y la piedra blanca simulan las montañas cubiertas de nieve; el románico está en los arcos de medio punto, y la influencia árabe, en la fuente del claustro pequeño. El santuario antiguo se reconstruyó en 1992, y acoge una muestra permanente sobre la Virgen de Meritxell.

Desde entonces, María tiene dos casas en las que acoge a sus hijos andorranos, y no sólo el 8 de septiembre: el primer domingo de mayo, por ejemplo, se celebra la peregrinación de las siete parroquias en las que se divide el país; y en junio, una celebración con matrimonios que celebran sus Bodas de Oro y de Plata. El carácter maternal de la Virgen se refleja también en la obra social del santuario. Gracias a la asociación AINA y a la limosna de los peregrinos, decenas de niños y jóvenes desfavorecidos pueden disfrutar de colonias populares en verano, y de otras actividades durante el curso.

Meritxell es también madre de todas las iglesias andorranas. En su claustro, están las maquetas de algunas de las más de 40 iglesias románicas que, junto a los prados, las montañas y los arroyos, forman el paisaje del principado y han sido, durante siglos, el centro de la vida del país. Los andorranos no acudían allí sólo a rezar: a su alrededor, se celebraban ferias y mercados; en ellas se refugiaban los viajeros cuando les sorprendía la noche; y, a falta de edificios oficiales, las iglesias acogían las reuniones sociales.

Fresco del Calvario y Crucificado, en Sant Joan de Caselles

Uno de los templos más importantes, Sant Martí de la Cortinada, todavía conserva algunos bancos con respaldo reversible, para mirar al altar durante los oficios, y a los interlocutores del banco de atrás en las reuniones. Esta iglesia, construida a principios del siglo XII y ampliada en el XVII, cuando la minería de hierro propició un considerable desarrollo social, es uno de los pocos lugares que conserva sus frescos románicos, recuperados en 1968. Algo parecido ocurrió en Sant Joan de Caselles, también del siglo XII. En 1963, los restauradores descubrieron, envueltos en trapos detrás del retablo mayor, los restos de un Crucificado románico. Hoy, la única escultura románica de Andorra vuelve a lucir, sobre un fresco del Calvario que también se recuperó, en el mismo lugar donde generaciones de andorranos han rezado al Hijo de Meritxell.