Apóstoles valientes del Señor - Alfa y Omega

Apóstoles valientes del Señor

Dice el cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Varela, que el Camino de Santiago es «meditar en un tú a tú con Aquel que es Señor de la Vida». Ahora mismo, miles de jóvenes de toda España viven ese tú a tú entre madrugones, lesiones, oración y caminatas al sol, rumbo hacia la tumba del Apóstol Santiago, a la que llegarán el próximo miércoles, 6 de agosto, para celebrar el 25 aniversario de la IV Jornada Mundial de la Juventud, en Santiago de Compostela, en agosto de 1989. Así vive esta pequeña Iglesia en camino…

Rosa Cuervas-Mons
Más de medio millar de peregrinos de Madrid hacen el Camino en la etapa de Navia a Ribadeo (Asturias). A ellos se unen, este jueves y en Villalba, 400 peregrinos más

Son las seis y media de la mañana y el camino está todavía oscuro. Los peregrinos echan a andar y ven cómo, poco a poco, el cielo negro va dejando paso al azul claro de la mañana. «Somos testigos del amanecer», escriben en su diario de viaje. Pero son mucho más que eso. Son, como dice el lema de la peregrinación de los cerca de mil jóvenes madrileños que, desde el pasado sábado, caminan hacia Santiago, apóstoles valientes del Señor que dan testimonio de fe, como hace 25 años hicieron 400.000 jóvenes congregados en torno a la Jornada Mundial de la Juventud de Santiago de Compostela.

En una especie de relevo generacional, rehacen el camino que abrió la juventud del 89, que, en palabras del entonces arzobispo de Santiago y hoy arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, demostró que había jóvenes movidos en su vida personal «por la fe en Cristo y no sólo por una fe tímida que se oculta».

En la primera etapa del camino, la que va de Navia hasta Ribadeo, una vecina del pueblo les mira sorprendida –«¿Qué hacen estos jóvenes andando por Asturias tan temprano?»– La respuesta llega de un joven peregrino: «Rezamos, y vamos a dar gracias al Apóstol Santiago por habernos traído la fe». Efectivamente, a estos peregrinos no les va lo de ocultarse. En la cabecera de la marcha, junto a ellos, camina el cardenal Rouco Varela, ya un veterano de la senda del Apóstol. Les anima a aprovechar cada kilómetro recorrido para encontrarse con Cristo y descubrir el plan de Dios en sus vidas. Y es que, como decía el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, en su mensaje para el Año Santo Compostelano 2004, «el Camino de Santiago es también un peregrinaje interior; es la metáfora de la vida del hombre y de la Iglesia». Y las estadísticas confirman que esa búsqueda espiritual es lo que mueve a casi el 90 % de quienes recogen la compostela al llegar a Santiago. «Se ha puesto de relieve lo que significa el sepulcro del Apóstol como punto de atracción de las almas», explica Rouco Varela.

Quizá los peregrinos –algunos de sólo 13 años– no sepan de estadísticas ni viajes interiores, pero sí están experimentando, como refleja el sacerdote Luis José Tamayo en el Diario del Peregrino de la Delegación de Madrid, la alegría de ser Iglesia en marcha: «El espíritu de alegría y fortaleza nos ha acompañado en todo momento. ¡Qué vitalidad! Son jóvenes que caminan cantando, charlando, rezando… Apenas se escuchan quejas y el cansancio ha sido un motivo para superarnos».

Vivir de verdad

Al hablar de estos primeros días de peregrinación, no puedo hacerlo de otra manera que dando gracias por lo que Dios me regala y por lo que me promete. Desde que llegamos a Navia, he visto a los jóvenes cristianos de Madrid unirse en cada ocasión que les miré. Cada uno venimos aquí con nuestras circunstancias específicas, desde lugares distintos e incluso con motivaciones diversas; sin embargo, nuestro encuentro no es fruto del azar: a todos nosotros nos ha llamado el Señor a vivir estos días junto a Él y junto a los hermanos.

He visto cómo se van rompiendo bloques de hielo al calor de la Iglesia, de tantos responsables de grupo, sacerdotes, consagradas, voluntarios… que peregrinan también hacia el Apóstol.

Lo cierto es que ya ha habido tiempo para momentos en los que, inevitablemente, me viene la queja a la boca: el descubrimiento de músculos que ni siquiera sabía que existían gracias a las agujetas, o de una ampolla nueva tras cada etapa, las colas para absolutamente todo…

A pesar de esas cosas, o mejor dicho, también a través de ellas, el día está lleno de oportunidades para VIVIR, VIVIR de verdad. Las charlas con viejos y nuevos amigos, los ratos de oración, las catequesis…, todo me ofrece salir de mí para encontrar a Cristo.

Y esto es sólo el principio: nos quedan aún muchos paisajes por compartir, heridas y conversiones. Tan importante como la meta, es el camino. Sin cruz, no hay resurrección. Sin dolor, no hay gloria.

Mónica González Aguado, 21 años
Peregrina a Santiago