Ángelus: Sin resurrección, «el cristianismo se reduciría a una ética» - Alfa y Omega

Ángelus: Sin resurrección, «el cristianismo se reduciría a una ética»

Cada uno de nosotros está llamado a una vida «toda inmersa en la luz de Dios, toda dedicada a su alabanza, en una eternidad plena de alegría y de paz». Esta nueva vida glorificada «ya la experimentamos en el hoy»

María Martínez López

«¡La resurrección es el fundamento de la fe y de la esperanza cristiana! Si no existiera la referencia al Paraíso y a la vida eterna, el cristianismo se reduciría a una ética, a una filosofía de vida», ha subrayado el Papa Francisco este domingo antes del rezo del Ángelus en una Plaza de San Pedro abarrotada de paraguas ante la intensa lluvia. «Creer en la resurrección es esencial, a fin de que cada acto nuestro de amor cristiano no sea efímero y con finalidad en sí mismo, sino que se convierta en una semilla destinada a abrirse en el jardín de Dios, y producir frutos de vida eterna».

Aludiendo al Evangelio del domingo, el Papa ha explicado que Jesús no se deja engañar por la trampa de los saduceos, que querían negar la resurrección mediante la paradoja de la mujer casada con siete hermanos. Al contrario, «Jesús reafirma la verdad de la resurrección, explicando que la existencia después de la muerte será diversa de la de la tierra. Él hace comprender a sus interlocutores que no es posible aplicar las categorías de este mundo» a realidades que son infinitamente más grandes.

Una esperanza «para cada uno»

«En el más allá, después de la resurrección, ya no tendremos la muerte como horizonte y viviremos todo, también las relaciones humanas, en la dimensión de Dios, de manera transfigurada», ha continuado el Papa. «También el matrimonio, signo e instrumento del amor de Dios».

Esta esperanza no es «para unos pocos privilegiados», sino «para cada uno de nosotros». Es la llamada a una vida «toda inmersa en la luz de Dios, toda dedicada a su alabanza, en una eternidad plena de alegría y de paz». Con todo, Francisco también ha advertido de que esta esperanza no hace referencia solo a la realidad después de la muerte, sino que «es un nuevo tipo de vida que ya experimentamos en el hoy; es la victoria sobre la nada que ya podemos pregustar».

Impulso a la protección del clima

Después de la oración mariana, el Papa volvió a tomar la palabra para celebrar la entrada en vigor del Acuerdo de París sobre el clima. «Este importante paso hacia delante demuestra que la humanidad tiene la capacidad de colaborar para salvaguardar lo creado, para poner la economía al servicio de las personas y para construir la paz y la justicia». Por eso, deseó que esta conciencia de la responsabilidad guíe la nueva sesión de la Conferencia sobre el clima que comienza el lunes en Marrakech (Marruecos).

El Santo Padre recordó también la beatificación, el sábado en Albania, de 38 mártires del régimen comunista. «Que su ejemplo nos ayude a encontrar en el Señor la fuerza que sostiene en los momentos de dificultad y que inspira actitudes de bondad, de perdón y de paz».

Palabras del Papa antes del Angelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

A pocos días de distancia de la Solemnidad de Todos los Santos y de la Conmemoración de todos los fieles difuntos, la Liturgia de este domingo nos invita aún a reflexionar sobre el misterio de la resurrección de los muertos.

El Evangelio (Cfr. Lc 20, 27-38) presenta a Jesús confrontándose con algunos saduceos, que no creían en la resurrección y concebían la relación con Dios solo en la dimensión de la vida terrenal. Y por tanto, para ridiculizar la resurrección y poner a Jesús en aprietos, le presentan un caso paradójico y absurdo: una mujer que ha tenido siete maridos, todos hermanos entre sí, los cuales, uno tras otro, han muerto. Y he aquí entonces la pregunta maliciosa dirigida a Jesús: Aquella mujer, en la resurrección, ¿de quién será esposa? (v. 33).

Jesús no cae en la trampa y reafirma la verdad de la resurrección, explicando que la existencia después de la muerte será diversa de la de la tierra. Él hace comprender a sus interlocutores que no es posible aplicar las categorías de este mundo a las realidades que van más allá y que son más grandes de lo que vemos en esta vida.

En efecto, dice: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán» (vv. 34-35). Con estas palabras, Jesús desea explicar que en este mundo vivimos de realidades provisorias, que terminan; en cambio, en el más allá, después de la resurrección, ya no tendremos la muerte como horizonte y viviremos todo, también las relaciones humanas, en la dimensión de Dios, de manera transfigurada.

También el matrimonio, signo e instrumento del amor de Dios en este mundo, resplandecerá transformado en plena luz en la comunión gloriosa de los santos en el Paraíso.

Los «hijos del cielo y de la resurrección» no son pocos privilegiados, sino que son todos los hombres y todas las mujeres, porque la salvación traída por Jesús es para cada uno de nosotros. Y la vida de los resucitados será semejante a la de los ángeles (Cfr. v. 36), es decir toda inmersa en la luz de Dios, toda dedicada a su alabanza, en una eternidad plena de alegría y de paz.

¡Pero atención! La resurrección no es solo el hecho de resurgir después de la muerte, sino que es un nuevo tipo de vida que ya experimentamos en el hoy; es la victoria sobre la nada que ya podemos pregustar. ¡La resurrección es el fundamento de la fe y de la esperanza cristiana! Si no existiera la referencia al Paraíso y a la vida eterna, el cristianismo se reduciría a una ética, a una filosofía de vida. En cambio, el mensaje de la fe cristiana viene del cielo, es revelado por Dios y va más allá de este mundo. Creer en la resurrección es esencial, a fin de que cada acto nuestro de amor cristiano no sea efímero y con finalidad en sí mismo, sino que se convierta en una semilla destinada a abrirse en el jardín de Dios, y producir frutos de vida eterna.

Que la Virgen María, Reina del cielo y de la tierra, nos confirme en la esperanza de la resurrección y nos ayude a hacer fructificar en obras buenas la palabra de su Hijo sembrada en nuestros corazones.

Palabras del Papa después del Angelus

Queridos hermanos y hermanas,

En ocasión del Jubileo de hoy de los Reclusos, querría hacer un llamamiento a favor de la mejora de las condiciones de vida en las prisiones de todo el mundo, de manera que respete plenamente la dignidad humana de los detenidos. Además, deseo reiterar la importancia de reflexionar sobre la necesidad de una justicia penal que no sea exclusivamente punitiva, sino que esté abierta a la esperanza y la prospectiva de insertar al encarcelado en la sociedad. De manera especial, someto a consideración de las autoridades civiles de cada país la posibilidad de hacer, en este Año Santo de la Misericordia, un acto de clemencia a favor de los presos que considerarán idóneos para que se beneficien de tal disposición.

Hace dos días entró en vigor el Acuerdo de París sobre el clima del Planeta. Este importante paso hacia delante demuestra que la humanidad tiene la capacidad de colaborar para salvaguardar lo creado, para poner la economía al servicio de las personas y para construir la paz y la justicia. Mañana comenzará en Marrakech, Marruecos, una nueva sesión de la Conferencia sobre el clima, dirigida, entre otras cosas, a la actuación de dicho acuerdo. Deseo que todo este proceso esté guiado desde la consciencia de nuestra responsabilidad para el cuidado de la casa común.

Ayer en Scutari, Albania, fueron proclamados beatos 38 mártires: dos obispos, numerosos sacerdotes y religiosos, un seminarista y también laicos, víctimas de la durísima persecución del régimen ateo que dominó durante mucho tiempo este país en el siglo pasado. Ellos sufrieron la cárcel, las torturas y al final la muerte, por ser fieles a Cristo y a la Iglesia. Que su ejemplo nos ayude a encontrar en el Señor la fuerza que sostiene en los momentos de dificultad y que inspira actitudes de bondad, de perdón y de paz.

Saludo a todos ustedes, peregrinos, llegados de diferentes países: las familias, los grupos parroquiales y las asociaciones. En particular, saludo a los fieles de Sídney y de San Sebastián de los Reyes, al Centro Académico Romano Fundación, y a la comunidad católica venezolana en Italia, como también a los grupo de Adria-Rovigo, Mendrisio, Roccadaspide, Nova Siri, Pomigliano D’Arco y Picerno.

A todos les deseo un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!