Le ofrecieron liderar la Iglesia nacional albanesa. Se negó y fue fusilado - Alfa y Omega

Le ofrecieron liderar la Iglesia nacional albanesa. Se negó y fue fusilado

Dos obispos, un sacerdote que en la II Guerra Mundial había salvado a jóvenes comunistas, un franciscano al que obligaron a tragar clavos… son algunos de los mártires albaneses que hoy son elevados a los altares

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Casi 50 años de persecución, de 1944 a 1991, es lo que tuvieron que sufrir los católicos albaneses, especialmente el clero, de manos de las autoridades comunistas. En 1992, una vez pasada la persecución, la Iglesia en Albania contaba con el 10 % del clero que tenía en 1944; y de los consagrados no quedaba ya ninguno. Todos los curas y religiosos martirizados fueron detenidos bajo la acusación de ser espías del Vaticano, o se les acusaba falsamente de esconder armas.

El dictador Enver Hoxha declaró en 1967 a Albania como «el primer estado ateo del mundo», y años después hablaba de los sacerdotes en pasado: «Los jerarcas católicos eran hombres sin patria, dependían totalmente del Vaticano. Todos ellos eran cultos e instruidos, adiestrados en métodos de opresión de la voluntad de los hombres suscitando en ellos miedo de Dios. La Iglesia católica era el culmen del oscurantismo».

«Mi corazón está con el Papa»

Hoy la Iglesia eleva a los altares a 38 víctimas de aquella persecución cruenta: el arzobispo Vincenç Prenushi y otros 37 testigos de Cristo como Frano Gjini, obispo de Lezhë, a quien se le ofreció participar en la creación de una Iglesia nacional al servicio del Estado e independiente de la Santa Sede, pero respondió diciendo que «mi espíritu y mi corazón están con el Papa», y por ello fue fusilado.

O el franciscano Serafín Dom Koda, detenido solamente por haberse reunido con otros hermanos de las Orden, algo a lo que las fuerzas de seguridad otorgaban un significado político; le hicieron tragar clavos hasta que le estallaron las venas de la garganta.

Lazer Shantoja y Shtjefen Kurti, mártires

Perdón y caridad

El sacerdote Alfons Tracki salvó de los alemanes durante la II Guerra Mundial a varios jóvenes comunistas albaneses, pero no le sirvió para evitar la muerte. «Muero con mis hermanos, porque, como he podido, he contribuido para la religión de Cristo», reconoció en el juicio.

Las últimas palabras del laico Kareem Sadiq fueron: «Perdono a los que han sido capaces de hacerme daño. Perdono a los que me han condenados a muerte y los que me van a disparar».

Durante su cautiverio, el sacerdote Josef Marxen no dejó de hacer el bien. No dudaba en ayudar a los enfermos y en compartir su ración de comida con presos en mayor necesidad.

«La Iglesia necesita a sus mártires»

Los 38 mártires son beatificados este sábado en una Misa celebrada en la catedral de San Esteban, en Shkodra, presidida por el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, y concelebrada por varios obispos y por el sacerdote albanés Ernest Simoni, testigo directo de la persecución y a quien el Papa creará cardenal el próximo 19 de noviembre.

Monseñor Angelo Massafra, obispo de Shkoder y presidente de la Conferencia Episcopal de Albania, ha señalado a Alfa y Omega que «la Iglesia en Albania tiene necesidad de sus mártires, así como ellos han tenido necesidad de la Iglesia en el momento de su martirio. Y si entonces encontraron en su pertenencia a la Iglesia la fuerza para permanecer fieles a Cristo sin renegar de la fe, así nosotros hoy esperamos encontrar en su ejemplo y en su testimonio la fuerza y el valor para ser testigos de Cristo ante los nuevos desafíos que el mundo de hoy nos presenta».