«¡Qué haces sentado con esos terroristas!» - Alfa y Omega

Cuando le enseñé esta foto a un amigo en España, me dijo horrorizado: «¡Qué haces sentado con esos terroristas!». Y es que mucha gente se ha dejado comer el coco por los medios de comunicación y los estereotipos que difunden.

No, no son terroristas. Son estudiantes de una universidad islámica cerca de Tangail, en Bangladés. Tenían un día de excursión e iban paseando; de pronto se encontraron con la casa de adobe en la que vivía yo entonces, y les llamó poderosamente la atención ver a un extranjero occidental sentado a la puerta. Lo normal es que los pocos extranjeros que hay en Bangladés vivan en la capital, en pisos o chalets de alto nivel, con varios empleados a su servicio. Aquello que veían era bastante inaudito para ellos. Se acercaron despacio, preguntaron si yo vivía allí, y al decirles que sí su interés se vio acrecentado.

Nos sentamos aprovechando un banco de madera y varios taburetes de plástico y estuvimos charlando largo y tendido.

Los chicos eran educados e instruidos. Querían saber qué estoy haciendo en Bangladés, alejado de la gran ciudad, en un pueblecito pequeño. Y sobre todo, querían saber por qué lo hago. Se mostraron encantados e incluso admirados. Nosotros (el hermano George se unió a la conversación cuando llegó de clase) también les hicimos preguntas sobre sus estudios, sus familias, sus expectativas. Todos procuramos mantener la conversación por caminos constructivos, no entramos en polémicas que no llevan a ningún lado.

Últimamente están surgiendo grupos islámicos radicales que reclutan chicos jóvenes no en las madrasas, sino en las universidades. Su objetivo son chavales aislados, de los que pasan muchas horas en internet. Les presentan la lucha armada como algo que mola un montón.

Han conseguido crear un cierto clima de miedo. Pero ellos no son Bangladés. La gente que vive a nuestro alrededor se ha contagiado de este clima y nos protege a su manera. Al día siguiente de algún atentado, prácticamente nos prohíben salir de casa. «Hermano, ¿dónde vas? No salgas hoy», «No te preocupes, que hoy no dejamos pasar a nadie desconocido por aquí»… Y cosas por el estilo. «Pero necesito ir a comprar arroz y patatas», replico. «Nosotros te lo traemos, tú quédate aquí». Este es el verdadero Bangladés, el de siempre; un Bangladés poblado por gente acogedora, tolerante, inteligente, un poco pícara, sonriente.

Me encantaría que los políticos y periodistas de Occidente pasaran un par semanas aquí. Seguro que su punto de vista cambiaba radicalmente.