El Papa y los luteranos: del conflicto a la comunión - Alfa y Omega

El Papa y los luteranos: del conflicto a la comunión

Una declaración realista y la voluntad de dejar atrás las divisiones, recorriendo el camino de la reconciliación. Una apuesta arriesgada, que cosechó algunos detractores. El viaje de Francisco a Suecia fue mucho más que un acontecimiento histórico, se trató de una aportación sustancial en el sendero inevitable del diálogo entre los cristianos. Iglesias herederas de grandes errores y décadas de violencia. Cinco siglos de división y apenas 50 años de encuentro. Aún existen numerosos temas pendientes, pero en la amistad es posible sanar las heridas del pasado

Andrés Beltramo Álvarez

La visita relámpago de Jorge Mario Bergoglio a Lund y Malmö, el lunes y martes de esta semana, no estaba exenta de riesgos. Pero no fue una idea original del Papa argentino. Ya Benedicto XVI pensaba realizar algún gesto en 2016 o 2017 con motivo de los 500 años de la declaración de Martín Lutero contra la mundanización en la Iglesia de Roma. En sus famosas 95 tesis, colgadas en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg en 1517, el religioso agustino lanzó severas amonestaciones y manifestó un profundo deseo de purificación.

Joseph Ratzinger, conocedor del protestantismo, había barajado la idea de un mea culpa recíproco entre católicos y luteranos como base para el diálogo de la vida. Quería buscar, en la convivencia cotidiana, los puntos de acuerdo. Esta propuesta la retomó Francisco, quien la resumió estos días en un texto de Twitter: «La unidad de los cristianos es una prioridad, porque reconocemos que entre nosotros es mucho más lo que nos une que lo que nos separa».

Con esa disposición llegó el Papa a Malmö a primera hora de la tarde del lunes 31. Acudió invitado por la Federación Luterana Mundial (FLM) con un objetivo central: asistir a una oración ecuménica conjunta, prevista en la catedral luterana de Lund. Todos los demás actos fueron secundarios, también la Misa para la comunidad católica celebrada la mañana del 1 de noviembre, inicialmente no prevista en el programa.

Se dedicó poco tiempo a las citas protocolares. Francisco fue recibido en el aeropuerto con honores y se reunió en privado, allí mismo, con el primer ministro Stefan Löfven. Más tarde visitó a la familia real en el Palacio de Kungshuset. Con el rey Carlos XVI Gustavo y con la reina Silvia se trasladó a pie hasta la catedral de Lund. Allí le esperaban los principales exponentes luteranos y católicos de la región, junto a un grupo de 390 personas, entre los que se encontraban diversos líderes políticos, sociales y religiosos.

Ramas de una misma vid

Lejos de ser una celebración, el acto fue –más bien– un balance. No hubo discursos triunfalistas de los luteranos ni reivindicaciones de supremacía. Significativo, considerando que durante décadas la Iglesia luterana sueca fue la más violenta y hostil al catolicismo fiel a Roma, sobre todo en los años inmediatamente posteriores a la reforma.

Tampoco se negaron las dificultades en el camino ecuménico ni se pretendió olvidar la historia. «La separación ha sido una fuente inmensa de sufrimientos e incomprensiones», reconoció el Papa en su discurso. Pero advirtió de que también dio frutos positivos, como el haber contribuido «a dar mayor centralidad a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia».

«Debemos mirar con amor y honestidad a nuestro pasado y reconocer el error y pedir perdón: solamente Dios es el juez. Se debe reconocer con la misma honestidad y amor que nuestra división se alejaba de la intuición originaria del pueblo de Dios, que anhela naturalmente estar unido, y ha sido perpetuada históricamente por hombres de poder de este mundo más que por la voluntad del pueblo fiel», añadió.

Más adelante, en su homilía pronunciada en español, Francisco subrayó que ambas partes buscaban «profesar y defender la verdadera fe», pero se encerraron en sí mismas «por temor o prejuicios». «No podemos resignarnos a la división y al distanciamiento que la separación ha producido entre nosotros. Tenemos la oportunidad de reparar un momento crucial de nuestra historia, superando controversias y malentendidos que a menudo han impedido que nos comprendiéramos unos a otros», insistió.

En su turno Martin Junge, secretario de la FLM, coincidió en reconocer que es «muchísimo más» lo que une que aquello que divide, porque ambas Iglesias son ramas de una «misma vid». Y apuntó: «Conscientes de todas esas fuerzas centrífugas que siempre amenazan con separarnos, quisiera llamarles para que confiemos en la fuerza centrípeta del Bautismo».

Oración y caridad

Esta voluntad de reconciliación contrasta con las críticas surgidas en torno al viaje apostólico. Como ya quedó aclarado, el Papa no celebró la división ni el cisma. Tampoco lo hicieron los luteranos. Ni se buscó protestantizar a la Iglesia católica, como acusaron algunos grupos minoritarios pero muy activos a nivel de la opinión pública, especialmente en internet.

El mismo esquema del viaje estableció los límites de la iniciativa de Francisco. Muchas veces el Papa ha dicho que, con los luteranos, se debe rezar y hacer caridad. Eso hizo él: primero rezó en la catedral de Lund y después pasó revista al trabajo caritativo común en la arena de Malmö. Allí escuchó los testimonios de varias obras de caridad conjunta: acción por la paz, el cuidado de la naturaleza, atención a los pobres y acogida de los refugiados.

«Para nosotros, los cristianos, es una prioridad salir al encuentro de los deshechados, de los marginados de nuestro mundo, y hacer palpable la ternura y el amor misericordioso de Dios, que no descarta a nadie, sino que a todos acoge. A nosotros, cristianos, hoy se nos pide protagonizar la revolución de la ternura», estableció.

Antes, también en la catedral, el Pontífice y el presidente de la FLM, Munib Yunan, firmaron una declaración conjunta. El documento dio gracias por el fructífero diálogo mutuo e imploró la «curación de las heridas y de la memoria, que nubla la visión recíproca». Ambos líderes constataron las dificultades teológicas que impiden la definitiva unidad, pero empujaron a buscar los puntos de encuentro para superar las desconfianzas persistentes. En resumen: dejaron un camino abierto para pasar del conflicto a la comunión. «Exhortamos a todas las comunidades y parroquias luteranas y católicas a que sean valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros. En vez de los conflictos del pasado, el don de Dios de la unidad entre nosotros guiará la cooperación y hará más profunda nuestra solidaridad», afirma el documento.

Al día siguiente, a los católicos reunidos en el estadio Swedbank de Malmö la mañana del martes, Francisco les habló de las Bienaventuranzas, el «documento de identidad del cristiano». Y, parafraseando el texto bíblico, propuso una versión actualizada: «Bienaventurados los que miran a los ojos a los descartados y marginados mostrándoles cercanía; bienaventurados los que reconocen a Dios en cada persona y luchan para que otros también lo descubran; bienaventurados los que protegen y cuidan la casa común; bienaventurados los que renuncian al propio bienestar por el bien de otros; bienaventurados los que rezan y trabajan por la plena comunión de los cristianos… Todos ellos son portadores de la misericordia y ternura de Dios, y recibirán ciertamente de él la recompensa merecida».