Evangelizar en la calle a golpe de pandereta - Alfa y Omega

Evangelizar en la calle a golpe de pandereta

Un grupo de jóvenes madrileños recorren las calles del centro de Madrid durante los días de Navidad para evangelizar a golpe de villancico. Con canciones de letras específicamente cristianas y otros clásicos populares, se juegan la voz contra el frío para que «en medio del bullicio y de las compras, no se pierda el sentido cristiano de la Navidad»

José Antonio Méndez

Las calles del centro de Madrid son estos días un hervidero en el que pululan turistas invernales; familias con niños que contemplan las luces y adornos navideños; compradores que ultiman sus encargos para los Reyes o anticipan la llegada de las rebajas; grupos de amigos medio ebrios con adornos estrafalarios; y una multitud de personas que hacen todo lo anterior a la vez.

En mitad de esta marabunta informe, a medio camino entre el consumismo desaforado y la diversión superflua, unos acordes a ritmo de guitarra y pandereta reclaman la atención de la gente, que empieza a arremolinarse en grupos para escuchar mejor esas letras que suenan bien sobre todo porque suenan familiares. Son villancicos. De toda la vida. Y otros algo más desconocidos, pero con sabor tradicional y letras netamente religiosas. Los niños aplauden con sus manoplas, los turistas se detienen a escuchar, las familias tararean los estribillos y hay incluso quien afloja el bolsillo y echa un par de monedas a la funda de la guitarra que hay en el suelo.

Y Cristina, Daniel, José, Juan, Laura, Miguel, Pablo, Miguel, Pablo y Rebeca, un grupo de jóvenes del Camino Neocatecumenal, de las parroquias de San Isidro Labrador y Santa Catalina Labouré, que son los auténticos causantes de tan singular estampa, siguen entonando sus villancicos «para llenar las calles del centro con un poco del sentido real de la Navidad».

«En el fondo, no se ha perdido el sentido de la Navidad»

«A todos nos gusta cantar –explica Rebeca–, y con los villancicos, ves cómo reacciona la gente y es muy sorprendente: los niños y también muchos adultos cantan, bailan, y disfrutan al mismo tiempo que lo hacemos nosotros. Es gratificante ver cómo una cosa tan simple como ponerse a cantar un villancico puede emocionar tanto a las personas. Que en medio de todo el jaleo de las compras, del bullicio que es el centro en estas fechas y de todo el ruido, la gente siga valorando los villancicos porque les recuerda a lo más importante forma parte de la Navidad, es precioso. Así como otras muchas cosas se han perdido, con esta experiencia vemos que la de los villancicos es una tradición que aún sigue ahí y que es algo importante que se mantiene, porque, en el fondo, aún no se ha perdido del todo el sentido cristiano de la Navidad».

Cantar en Madrid con la mirada puesta en Polonia

No es la primera vez que lo hacen, aunque este año es el que mejor se lo han preparado: «No ha sido idea de nadie en concreto; otros años, algunos ya lo habíamos hecho, aunque un poco cada uno por nuestra cuenta, y nada más que un par de días. Este año, se nos ocurrió que si nos organizábamos bien y formábamos un buen grupo, podía resultar una buena experiencia», cuentan. Y tanto que lo ha sido. De hecho, «después de la que estamos viviendo este año, que está siendo muy bueno, seguro que la Navidad que viene repetiremos todos».

Además, reconocen que para salir a la calle les ha movido el deseo de evangelizar…, y para poner la funda de la guitarra en el suelo «nos ha influido que la JMJ de Polonia está a la vuelta de la esquina, y hay que empezar a ahorrar para poder ir». Así, los euros que les echan los van a invertir en tener una experiencia de Iglesia que, seguro, dará abundantes frutos a su vuelta.

Desde Adviento y hasta Reyes

El grupo apura las últimas horas antes de que lleguen Sus Majestades de Oriente, que pondrán fin a su aventura evangelizadora. «Llevamos cantando desde el último domingo de Adviento, y pensamos seguir haciéndolo hasta que vengan los Reyes, y quién sabe si algún día más. Cada semana, hemos ido una media de dos o tres días, aunque las voces se resienten un poco por el frío y por las ganas que le ponemos; incluso hemos tenido alguna baja por ello en los últimos días», asegura Rebeca.

Su radio de actuación ha sido el mismísimo centro de la capital: «Hemos estado en la Plaza Mayor, en la calle Arenal, en el Mercado de San Miguel, en la calle Postas… A veces nos echaban de uno u otro sitio, así que había que ir variando un poco, aunque la Policía se porta muy bien con nosotros y, en todo el tiempo que llevamos cantando, sólo nos llamaron la atención una vez». Y también hemos estado en un par de residencias cantando a los abuelitos y sus familiares.

Los primeros beneficiados

Los primeros beneficiados de esta musical forma de adoración a Dios han sido ellos mismos: «Para nosotros –dicen–, es una forma de vivir de verdad la Navidad, de darle una oportunidad a Dios para hacerle un hueco en nuestras vidas y dejarle que pueda nacer en medio de nuestra vida, tanto entre los hermanos, primos y amigos que formamos el grupo, como con todo aquel que se acerque a escucharnos. Y además, es algo que hacemos de una manera que nos gusta a todos; cantando, que como decía san Agustín, es alabar dos veces a Dios».

Gitanos que cantan a capela, chicos de educación especial…

Como si sus jornadas las hubiese proyectado Galdós en alguna de sus novelas costumbristas del centro de Madrid, las anécdotas se les acumulan. Cristina cuenta que «una vez, justo cuando estaba cantando villancicos, se nos acercó un grupo de gitanos; y cuando terminamos el nuestro, una gitana empezó a cantar ella sola un villancico a capela. Oírla cantar y ver cómo disfrutaban tanto ella como el público, y nosotros mismos, fue precioso». No han sido los únicos que se han sumado a sus canciones: «Tanto este año como el año pasado he tenido la suerte de coincidir con una escuela de educación especial que cada Navidad realiza un paseo por la Plaza Mayor. Cuando nos ven, se suman a nosotros y me encanta oírles cantar y ver cómo disfrutan con los villancicos, sobre todo con el de Los peces en el río». Incluso algún periodista curioso se ha parado a escucharles, y no sólo ha descubierto su historia sino que también se ha sumado, camuflado entre la turbamulta de transeúntes, a cantar con ellos.

Y concluyen: «Le agradecemos mucho a Dios el habernos dado esta oportunidad de evangelizar cantando, y esperamos poder seguir haciendo este servicio por mucho tiempo». Seguro que los madrileños que hayan atisbado, en medio de tanto bullicio y de tanto rótulo comercial, un destello de la Luz que trajo el Niño, también lo esperan…