La paradoja del Gobierno y la clase de Religión - Alfa y Omega

Han transcurrido ya 35 años desde que la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis diera a luz el documento Orientaciones Pastorales sobre la Enseñanza Religiosa Escolar. El motivo de este documento, según la misma Comisión, era doble: por un lado, profundizar en la reflexión sobre el carácter propio de la enseñanza religiosa en los centros docentes, para iluminar las cuestiones –ya entonces discutidas– sobre la legitimidad y finalidad de dicha enseñanza; y, por otro lado, ayudar a los diversos miembros de la comunidad educativa a recorrer el camino que en esta materia abrieron, sobre todo, la Constitución y los Acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede.

El documento episcopal presenta la enseñanza religiosa, con toda legitimidad, como una materia propia y rigurosamente escolar y confesional, equiparable a las demás asignaturas en el planteamiento de sus objetivos, en el rigor intelectual de sus métodos y en su aportación educativa dentro del conjunto del programa escolar. Una asignatura concebida como síntesis de fe y cultura, que se ofrece al alumno para ayudarle en su proceso formativo. Una asignatura, pues, cuyos objetivos no pueden reducirse a una aséptica información sobre el hecho religioso ni confundirse con una transmisión catequética del mensaje cristiano.

Posicionamientos viscerales y tópicos

Sin embargo, y a pesar del esfuerzo realizado por los profesores de Religión y tantos otros miembros de la comunidad cristiana para dar razón de dicha asignatura en el conjunto del currículo, la enseñanza religiosa escolar, a día de hoy, sigue dando que hablar y provocando polémica, de la que los medios de comunicación se hacen eco con cierta periodicidad. Ciertos sectores de nuestra clase política y parte de la ciudadanía no aceptan pacíficamente la existencia de esta materia, poniendo en duda su necesidad y oportunidad en el sistema educativo. Algunos consideran que se ha de modificar su configuración y otros opinan que la escuela no es el lugar idóneo para la transmisión de los mensajes religiosos. El ruido mediático propicia en muchas ocasiones que el debate sobrepase los límites de la serena discusión, impidiendo el desarrollo de una juiciosa reflexión sobre este punto, en donde las diversas aportaciones –argumentadas racionalmente– prevalezcan sobre posicionamientos viscerales y tópicos que, de tanto repetirse, pasan a ser asumidos por una parte de la opinión pública como si fueran la verdad del hecho en cuestión.

Problemas con la LOMCE

Es cierto que con la actual ley de educación, LOMCE, se recupera el pleno valor académico de la asignatura de Religión, para la que en Educación Primaria y en la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) se establecen las correspondientes alternativas: Valores sociales y cívicos (Primaria) y Valores éticos (Secundaria). Ambas opciones serán de oferta obligada en todos los cursos de dichas etapas y la elección de una u otra alternativa se deja en manos de los alumnos o de los padres. Sin embargo, en Bachillerato, la Religión aparece en ambos cursos como una asignatura específica que «puede» ser cursada. Pero aquí vienen los problemas.

En la anterior ley educativa, LOE, la Religión confesional se ofertaba obligatoriamente por parte de los centros, aunque voluntaria para el alumnado, respetando así el derecho constitucional de los padres y del alumnado y cumpliendo también los Acuerdos Iglesia-Estado sobre enseñanza. Pero en la LOMCE, la Religión se ofrece en Bachillerato como una asignatura optativa, cuando por los Acuerdos antes citados debe ser tratada como una asignatura equiparable a las fundamentales (las que la LOMCE llama troncales) aunque opcional y voluntaria. De esta forma, en la práctica no se cumple lo que dicen los Acuerdos, pues si cada Comunidad Autónoma, y en su caso cada centro, tiene que ofertar un mínimo de dos y un máximo de tres materias del bloque de asignaturas específicas de un listado de más de 14 asignaturas, en 1º de Bachillerato, y de más de 18 asignaturas, en 2º de Bachillerato, queda claro que la elección de la optativa de Religión queda más como un deseo que como una realidad. Lo cual resulta curioso y paradójico al ser un Gobierno del PP el que acabe de dar el jaque mate a la asignatura de Religión en Bachillerato. Por tanto, podemos decir que, con esta nueva regulación, otra vez se ha generado la división en la comunidad escolar.

Reducción horaria autonómica

Pero los problemas no terminan aquí, pues entre las competencias que tienen la administraciones educativas de las Comunidades Autónomas está el legislar sobre el horario que se asigna a las asignaturas, también el de Religión y su alternativa. Y así, seis Comunidades Autónomas (Andalucía, Castilla y León, País Vasco, Asturias, Galicia, Canarias) y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla han reducido el horario lectivo de esta asignatura, pasando en algunas de ellas de 90 minutos a 45 minutos semanales y en otras a 60. Así, no es de extrañar que el pasado 21 de diciembre se dieran cita en Sevilla unos 5.000 profesores de Religión para protestar por la reducción horaria de la asignatura de Religión, y su alternativa de Valores Sociales y Cívicos, en Educación Primaria a 45 minutos semanales. Conviene recordar que en Andalucía cerca del 80 % de los padres eligen libremente la clase de Religión católica para sus hijos. Y en el conjunto del Estado, el 65 %.

A pesar de todas estas trabas legales, el ánimo del profesorado de Religión no decae, pues sabe que su contribución educativa al servicio del desarrollo integral de la persona sigue siendo fundamental, razón de más para que la comunidad eclesial siga mostrándole su apoyo y defendiéndole frente a planteamientos ideológicos trasnochados que algunos desnortados tratan de recuperar.