La pendiente deslizante de la cultura del descarte - Alfa y Omega

La pendiente deslizante de la cultura del descarte

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Eran ciertos los augurios acerca de la pendiente deslizante de la eutanasia. De su aplicación a enfermos terminales con dolores insoportables, Holanda no tardó en pasar a personas dementes, y ahora el Gobierno de La Haya plantea extender el suicidio asistido a mayores cansados de vivir, poco después de la aprobación en Bélgica de la llamada eutanasia infantil. Se trata, en cualquier supuesto, de una práctica aberrante camuflada con el ropaje de la compasión. Si de lo que se trata es de aliviar el dolor, la medicina tiene hoy en Europa recursos suficientes, pero señalar el camino del suicidio a la persona vulnerable que se ve a sí misma como una carga no puede considerarse solidario. Solidaridad es hacerles ver a los mayores que su «experiencia es un tesoro precioso», como decía el Papa este sábado durante un encuentro con ancianos. «Cada fase de la existencia es un regalo de Dios y tiene su belleza y su importancia, incluso si está marcada por la fragilidad», añadía el Pontífice, denunciando eso que llama la cultura del descarte. La eutanasia y el suicidio asistido son síntomas de esa cultura. Aberrantes, pero meros síntomas, de una cultura que todos alimentamos cada vez que le hacemos sentir a una persona vulnerable que estorba.