En España la gente no se casa - Alfa y Omega

La sociedad española ha entrado en un túnel del el que es imposible afirmar que exista salida. La oscuridad más absoluta lo ciega todo. Este nuevo escenario está marcado por la novedad de un hecho histórico: la gente no se casa. En 2015, menos del 20 % de la personas menores de 35 años estaban casadas. 35 años antes eran el 65 %. La tendencia al no matrimonio es rápida y brutal, y sus consecuencias múltiples. Esta caída del matrimonio –y con él, la de la descendencia– corre pareja a la reducción de los matrimonios religiosos, que en el 2015 apenas llegaban al 30 %. Hay una estrecha relación entre descenso de los matrimonios, la natalidad, y el abandono del vínculo religioso. Es una manifestación más de las consecuencias ramificadas de la desvinculación religiosa.

Lo peor del caso es que las instituciones públicas colaboran activamente en el destrozo. Lo hacen vaciando el sentido del matrimonio –parejas del mismo sexo, reduciendo a anécdota la capacidad reproductora– y dejándolo sin derechos específicos en relación a las parejas de hecho, especialmente los aspectos relacionados con la filiación, los económicos, fiscales, y hereditarios. El mensaje que envían las instituciones es este: a efectos del bien común es indiferente que os caséis o seáis una pareja de hecho. El problema profundo, grande, es que tal presunción está equivocada, o es falsa, como se prefiera. Porque como lo constatan los datos, las parejas de hecho son diferentes: más breves e inestables, con mucha menor descendencia y con más conflicto, hasta el extremo de poseer una prevalencia de feminicidios nueve veces mayor.

Y aquí aflora una escandalosa contradicción: la sociedad de la perspectiva de género abona políticas públicas que dan lugar a fórmulas perjudiciales para la mujer. También en el plano económico todo es peor, dado que la inestabilidad tiene un coste social muy elevado, en su doble dimensión, privada y pública. La familia monoparental que surge de una pareja rota y con hijos, es una puerta abierta a la pobreza, especialmente cuando, como sucede en la mayoría de casos, es una mujer quien está a la cabeza. El flujo que alimenta y hace crecer esta situación se origina en las parejas de hecho y en la cohabitación, que combinado con el crecimiento del trabajo precario y la extensión de los sueldos bajos, da lugar a una sociedad inviable e invivible.