Amores fáciles - Alfa y Omega

La factoría Netflix, que es mucho más que un algoritmo que sabe y recuerda nuestros gustos, acaba de ofrecernos Easy, una interpelación y una interlocutora para la Amoris laetitia. Easy en inglés es, y significa, fácil, cómodo, relajado e incluso, en determinados usos pragmáticos, promiscuo. Es cierto que Easy no es una serie con grandes pretensiones, ni procede del imaginario Marvel (Jessica Jones), ni en su reparto aparece Winona Ryder (Stranger things), ni ha tenido una aparición estelar como Narcos. Bueno, para ser más precisos, cuenta con un buen guionista y director, Joe Swanberg. Ocho capítulos en la primera temporada sobre las relaciones humanas, con el amor como vínculo fácil. Si Zygmunt Bauman nos habla del amor líquido y Gilles Lipovetsky, en su último ensayo, apunta hacia la ligereza como criterio interpretativo de esta sociedad, Easy lleva todas estas categorías hasta las últimas consecuencias. Personajes distintos, antología breve de temáticas, mosaico al fin y al cabo. Escenas de la cotidianeidad en la conjugación del amor.

Capítulo segundo, dos chicas se conocen en una discoteca e inician una relación con un tema paralelo: el veganismo. En uno de los momentos de posintimidad aparece la referencia religiosa que identifica la facilidad con la que uno cree y ama, y la facilidad con la que uno puede dejar de creer y amar. La referencia está en un primer tatuaje, en el que tiene escrita la palabra saved (salvada, rescatada): «Mi primer tatuaje fue durante una fase muy religiosa y luego dejé de creer, así que a veces digo que me asaltó un tiburón…». Le interpela su compañera, y responde: «No puedo decirle a la gente que antes creía en Dios y ahora no». «¿Por qué no? ¿Quién no ha tenido…?», insiste su interlocutora. «Porque eso es muy profundo, no puede soltarle algo así a la gente… He perdido toda fe y esperanza», concluye la protagonista.

¿Es posible lo que une en el matrimonio si se ha perdido la fe y la esperanza? Número 34 de la Amoris laetitia: «En el fondo, hoy es fácil confundir la genuina libertad con la idea de que cada uno juzga como le parece, como si más allá de los individuos no hubiera verdades, valores, principios que nos orienten, como si todo fuera igual y cualquier cosa debiera permitirse. En ese contexto, el ideal matrimonial, con un compromiso de exclusividad y de estabilidad, termina siendo arrasado por las conveniencias circunstanciales o por los caprichos de la sensibilidad».