Memoria de lo que somos - Alfa y Omega

Memoria de lo que somos

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El manto de la Virgen en un cuadro de finales del siglo XVII (iglesia de Aladrén). Foto: Arzobispado de Zaragoza

A veces la evangelización se lleva a cabo en la aridez, y en no pocas ocasiones aparece el desaliento ante el esfuerzo gastado y unos frutos aparentemente escasos. Es lo que le pasó al apóstol Santiago, según la tradición que lo sitúa en España a comienzos del siglo I, y que menciona que la Virgen se le apareció para animarle a continuar con su misión. El encuentro, narrado de padres a hijos durante generaciones, fue puesto por escrito por primera vez por un clérigo que servía en el archivo de la iglesia de Santa María la Mayor, el templo mudéjar sobre el que se edificaría más tarde la actual basílica zaragozana.

La misma tradición da fe también de un pilar que señala el lugar junto al que se apareció la Virgen a Santiago, quizá una columna que formaba parte de la casa de uno de los primeros discípulos de Cesaraugusta, una domus ecclesiae donde se reunían los cristianos en los primeros siglos de nuestra era. Desde entonces y con el paso de los años, la Virgen del Pilar ha formado parte de la memoria afectiva de la historia del pueblo aragonés y el de toda España.

Reproducción del Pilar junto al que se apareció la Virgen. Foto: Arzobispado de Zaragoza

Una multitud de aragoneses y españoles han peregrinado durante siglos para besar el pilar donde quiso mostrarse la Virgen, y un sinnúmero de niños han pasado bajo su manto protector. Hasta el 20 de noviembre, Alma Mater Museum, el museo de la diócesis de Zaragoza, muestra, en la exposición La sagrada columna. El pilar de Aragón, 16 mantos reconstruidos a partir de pinturas esparcidas por toda la geografía aragonesa, y que permiten al visitante de hoy conocer cómo veían a Pilarica los aragoneses de los siglos XV, XVI y XVII.

Todos ellos son una muestra del afecto y el cariño con el que la gente sencilla veneraba la imagen de María, y que ahora se ofrecen al pueblo en una triple dimensión: didáctica, pedagógica y catequética, como explica Domingo Buesa, director del museo: «Es didáctica porque enseña con claridad los aspectos fundamentales de la devoción al Pilar; pedagógica porque hemos dado todos los instrumentos para que se pueda aprender y trabajar con ella; y catequética porque pone en valor la dimensión espiritual de la devoción a la Virgen. En ella podemos conocer bien lo que nos afecta, lo que somos, lo que hemos sido, y tener muy claro lo que nos queda de ese legado. La exposición se convierte así en un espacio donde reflexionar sobre nuestra identidad. Porque si no sabemos de dónde venimos, es muy complicado saber a dónde vamos».