Cuando el hambre se oye - Alfa y Omega

Cuando el hambre se oye

Eva Fernández
Foto: CNS

Resulta demasiado fácil escribir sobre el hambre cuando tienes cerca una nevera y has previsto lo que comerás hoy. Más aún cuando vivimos en uno de los países del mundo donde más alimentos se tiran a la basura. Puede incluso que la foto que ve sobre estas líneas apenas le llame la atención. Ya hemos visto demasiadas y solo a quien todavía tenga alguna sensibilidad que herir, le puede llegar a quemar la piel. En este mismo instante millones de personas en todo el mundo están luchando por conseguir comer solo una vez al día. Podríamos seguir dando cifras y estadísticas, pero ninguna tan esclarecedora como el sonido del hambre. Dicen que al principio se escucha como una sintonía intermitente que taladra la cabeza, hasta que al final dejas de sentir. No oyes, pero tampoco ves. Esta semana celebramos el Día Mundial de la Alimentación, y la FAO vuelve a lanzar un llamamiento a la responsabilidad mundial. A la tuya y la mía. En esta ocasión quieren que reflexionemos sobre el cambio climático y la seguridad alimentaria, porque las personas más pobres del mundo son las que más sufren los desastres relacionados con el clima. Precisamente ante este organismo internacional, el Papa Francisco advertía recientemente que «la excesiva información con la que contamos va generando paulatinamente la naturalización de la miseria». Es decir, «poco a poco, nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo natural». Pienso ahora en Haití y en sus cerca de 1.000 muertos tras el paso del huracán. Murieron porque no tenían donde refugiarse. Vivían en el país más pobre de América, que todavía no ha conseguido levantarse tras el terremoto de 2010 que dejó más de 200.000 muertos. Ahora sobre ellos se cierne la amenaza de una segunda epidemia de cólera que seguirá diezmando su población, pero puede que no estaremos muy interesados en saberlo. Encienda el televisor. España no se mueve, pero mientras nos lamentamos de nuestros políticos, dejamos de contar los muertos.