La perla rota del Caribe - Alfa y Omega

La perla rota del Caribe

Redacción
La familia de esta niña intenta reconstruir su casa, arrasada por el huracán Matthew, en Camp Perrin. Foto: CNS

Habían pasado seis años desde el terremoto que destrozó Haití, aunque el país más pobre de América Latina no había sido capaz todavía de reconstruir ni la mitad de las infraestructuras devastadas. Ahora llueve sobre mojado. El huracán Matthew se ha vuelto a cebar con la zona occidental de la isla, conocida como «la perla del Caribe». Para monseñor Ducange Sylvain, obispo auxiliar de Puerto Príncipe, «esta situación es aún más trágica que la del terremoto, porque desde 2010 la gente vivía en la más absoluta pobreza y tras el huracán se han quedado sin nada», afirma en conversación con Alfa y Omega. «Somos muy vulnerables por nuestra posición geográfica, pero también tenemos un Estado muy débil que no ha hecho sus deberes», sostiene el director administrativo de Cáritas Haití, Jean Lucien.

Las diferencias son odiosas: en torno a mil muertos, mientras que en la República Dominicana, ubicada en la parte oriental de la isla, el número se reduce a cuatro.

Empiezan a llegar las primeras partidas de ayuda internacional. Cáritas Española ha enviado una remesa inicial de 50.000 euros y ha puesto en marcha la campaña Cáritas con Haití. En el territorio devastado los trabajos se concentran en enterrar a los muertos que ha dejado el huracán para evitar posibles enfermedades. «El mayor problema que tenemos es que no queda agua potable. La gente bebe de lo que pilla y el cólera [790.000 casos desde 2010] y las diarreas infecciosas están en su salsa», explica desde los alrededores de Puerto Príncipe la misionera española Valle Adame, religiosa de la Sociedad Sagrado Corazón de Jesús. «Lo que más necesitamos no son botellas de agua potable, sino aparatos para poder depurar el agua», recalca Jean Lucien. «Los medicamentos también son fundamentales. En el sur de Haití se ha perdido todo», añade Adame.

Un desierto en pleno Caribe

El país «es la viva imagen de un desierto», continúa el director administrativo de Cáritas. «Casi todos los árboles se han derrumbado y la gente está viviendo sin ni siquiera una pequeña sombra bajo la que cobijarse del sol». La mayor parte de las casas destruidas en 2010 nunca volvieron a levantarse. «Solo en las barriadas de la capital hay tres campamentos con más de 1.500 familias en cada uno que todavía no habían sido reubicadas. La gente vivía en tiendas de campaña o casas de cartón con un techo de uralita», señala la religiosa española. Estas estructuras, extremadamente débiles, han vuelto a caerse. Según datos proporcionados por Caritas Internationalis, el 80 % de las viviendas han quedado arrasadas.

Esta situación de vulnerabilidad es el caldo de cultivo perfecto para la violencia. «Cuando pasan los camiones con alimentos y paquetes de ayuda la gente los asalta», explica el director administrativo de Cáritas Haití. «La situación es casi de pánico».

Lo más sorprendente de todo es que los haitianos, pueblo perseguido por la destrucción, «vive lo que ocurre con mucho amor. Tienen mucha confianza en Dios, y saben que si tienen vida es porque Dios les ha protegido», sostiene Adame. «Los supervivientes no fallecieron en el terremoto, tampoco con el huracán, y eso les da una fuerza y una confianza envidiables. Van a Misa a diario a las parroquias que han quedado en pie e intentan no perder esa confianza».

Las parroquias y escuelas no han corrido mejor suerte que el resto de los inmuebles. Cuando todavía ni siquiera se había reconstruido la catedral de Puerto Príncipe, símbolo perenne del terremoto, «otras diez parroquias han quedado completamente destruidas. Pero en el sur ha sido peor. Esta mañana me han dicho que en la diócesis de Jérémie los techos de todas las parroquias se han caído», explica monseñor Sylvain.

Atención a los desplazados

Alrededor de 350.000 personas necesitan ayuda urgente en un escenario desolador. La Cáritas local ha informado de que se han perdido el 90 % de los cultivos y la cabaña ganadera, una auténtica tragedia si se tiene en cuenta que se trata de una zona dedicada mayoritariamente a la actividad agropecuaria. «Esta emergencia no solo es humanitaria. También es un desastre ecológico. La región más afectada ha perdido toda su cubierta vegetal, un recurso importante para el país, y diferentes especies de animales están en peligro», explican desde la institución.

Cáritas Haití sigue con su programa de respuesta inmediata a las víctimas. «En Les Cayes distribuimos más de 300 sacos de arroz, frijoles y harina de maíz. La gente dice que si Cáritas no estuviera morirían de hambre», afirma Jean Lucien. La estrategia a medio plazo de la institución es apoyar a la gente en los albergues permanentes y no provisionales. «Tenemos que reconstruir los hogares. No tiene sentido que la gente siga viviendo en tiendas de campaña».

Manos Unidas, por su parte, va a concentrar su apoyo en los departamentos fronterizos a la zona del desastre. «Aquí es donde van a empezar a llegar miles de personas desplazadas en busca de ayuda», señala Lucas Bolado, responsable de proyectos de Manos Unidas en Haití.

María Martínez / Cristina Sánchez

Cáritas con Haití:

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Manos Unidas:

ES12 0075 0001 8506 0678 6759