Viva María - Alfa y Omega

Desde siglos es entonado por el pueblo cristiano un viejo canto popular dando «¡vivas!» al rosario, a cuyas cuentas las llaman escaleras que conducen al cielo, y «¡vivas!» a santo Domingo de Guzmán que lo ha fundado. Aunque no nos han llegado documentos fehacientes de que santo Domingo fundara el rosario, sí sabemos que recitaba repetidas veces la salutación angélica, mientras contemplaba los misterios de la redención.

Haciendo una retrospectiva histórica vemos que, en el siglo XV, el dominico Alano de la Roche (1428-1478) tuvo gran influjo en la difusión del rosario, definió su estructura y propagó su práctica de modo eficaz. Por su parte, el Papa dominico san Pío V, con la bula Consueverunt Romani Pontífices de 17 de diciembre de 1569, determina la forma definitiva del rosario actual y con una nueva bula, Salvatoris Domini, del 5 de marzo de 1572, instituye la fiesta litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de la Victoria, llamada poco después Nuestra Señora de la Virgen del Rosario, a celebrar el 7 de octubre, fecha de la victoria naval de Lepanto que fue confirmada en la actual reforma litúrgica.

La recitación del rosario nos lleva a la contemplación del misterio de la salvación, en el que María está íntimamente unida a la obra de su Hijo y es un medio eficaz de promover la fe y alimentar la vida cristiana del pueblo. Como escribió el beato Papa Pablo VI: «Esta corona de oraciones es como un compendio excelente del Evangelio y, por lo tanto, forma extraordinaria de la piedad de la Iglesia».

Finalmente, el santo rosario es el premio que María concedió a su apóstol Domingo de Guzmán, y es a la vez que un inagotable tesoro, un arduo programa que sus hijos dominicos mantienen en pie a lo largo de los siglos. Así la gente sencilla, con esa hábil intuición para las cosas santas, ha llamado a estos frailes como los frailes de María. Y en este tiempo en que la Orden de Predicadores celebra sus 800 años de vida fundacional, entre las actividades celebrativas no podía faltar el rosario itinerante que consiste en el rezo del mismo en todo el mundo y cuyas responsables de tal misión son en primer lugar la rama de nuestras hermanas contemplativas de clausura. Unamos a ellas nuestras voces e intenciones, saludando y pidiendo a María Santísima que nos colme de sus bendiciones.

Monasterio Madres Dominicas
Zamora