Un arzobispo, que hoy es Papa, contra la trata - Alfa y Omega

Un arzobispo, que hoy es Papa, contra la trata

El cardenal Bergoglio eligió para su Misa anual por las víctimas de la trata la fecha del 23 de septiembre, aniversario de la Ley Palacios, la primera norma legal en el mundo contra la explotación sexual. El 23 de septiembre se instauró después como el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas

Lucas Schaerer
El entonces cardenal de Buenos Aires en un acto contra la trata con Gustavo Vera. Foto: Fundación Alameda

En 2013, poco después de ser elegido Papa, Jorge Bergoglio organizó el primer coloquio sobre trata y tráfico de personas en el Vaticano, a través de la Academia Pontifica de Ciencias, bajo responsabilidad del argentino monseñor Marcelo Sánchez Sorondo. Allí congregó a organizaciones no gubernamentales de todo el mundo durante dos días para que se unieran en red. Luego vinieron encuentros con jefes policiales, líderes religiosos, alcaldes de grandes metrópolis, magistrados y fiscales…, con el objetivo de luchar contra las nuevas formas de esclavitud, como el trabajo forzado, la prostitución o el tráfico de órganos.

No es una idea disparatada del Papa condenar la trata y explotación sexual. Esto lo acordaron ya las Naciones Unidas en 1949 en el convenio que condena la prostitución por cuenta ajena. Lo recordó Francisco en la Casina Pío IV sentado entre Sánchez Sorondo y otro argentino, Gustavo Vera, amigo de viejas épocas en las que no era popular serlo.

Hay en el mundo 40 millones de personas traficadas para la explotación. En Argentina, Francisco conoció el trabajo forzoso en los campos, en la industria textil y en los prostíbulos. Las cifras más conservadoras señalan medio millón de esclavos en diversas ramas de la economía argentina. En Buenos Aires, donde fue arzobispo, hay más de 1.200 prostíbulos y 3.000 talleres textiles esclavistas, sumados a los laboratorios de producción de drogas.

Misas con las víctimas de la trata

Bergoglio era ya conocido por sus Misas callejeras en solidaridad con las víctimas de la trata y la exclusión cuando organizó una Misa junto a grupos sociales no confesionales, como la Fundación Alameda y el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), de fuerte impronta de denuncia contra las mafias y asistencia a las víctimas, lo que les valió persecución política y atentados.

El cardenal aceptó colaborar con la Fundación Alameda, a cargo del hoy diputado y maestro de escuela Gustavo Vera, y los Trabajadores Excluidos, liderados por el abogado Juan Grabois –hoy asesor del Consejo Pontificio Justicia y Paz–, que juntos habían empezado a investigar con el método de cámaras ocultas, y con esas pruebas denunciar en la justicia a las redes de trata en los prostíbulos del centro porteño, muy ligados al negocio del narcotráfico.

Atendiendo a los peligros que habían vivido los miembros de estas organizaciones sociales nacidas de la brutal crisis del 2001 en Argentina, el arzobispo jesuita aceptó el desafío de una Misa con organizaciones sociales. Fue tan bien la primer ceremonia en favor de las víctimas de la trata que Bergoglio dejó de realizarlas en la iglesia de los Inmigrantes para trasladarla al mismo epicentro de la mafia de la trata, el narcotráfico, la mendicidad y la marginalidad: la plaza Constitución. La fecha elegida por el arzobispo fue el 23 de septiembre, porque el 23 de septiembre de 1913 se promulgó en Argentina la Ley Palacios (por el diputado Alfredo Palacios), que sería la primera norma legal en el mundo destinada a luchar contra la explotación sexual. Luego la Conferencia Mundial de la Coalición contra el Tráfico de Personas instauró el 23 de septiembre como el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas.

También hubo una Misa en la puerta de un taller textil esclavista incendiando donde murieron cinco menores y una madre embarazada, todos ellos inmigrantes de Bolivia. Y Bergoglio dedicó tiempo a bautizar a las hijas de una costurera que logró salir de la esclavitud y que fundó la cooperativa textil de la Alameda, agrupando a otros costureros que huyeron del sometimiento más abyecto. Tiempo después este emprendimiento textil tendría un nuevo avance al conformar la primer marca internacional llamada No Chains (Sin Cadenas), que lanzó sus modelos de camisetas sin esclavitud desde Buenos Aires, con el aval del cardenal jesuita, mientras que en Filipinas auspiciaba esta red de trabajadores antiesclavitud el cardenal Luis Tagle.

Gestos valientes

La ayuda del Jorge Bergoglio significó poner bajo la protección de la Iglesia a víctimas de trata cuando el Estado no brindaba la asistencia que marca la ley. Arriesgada fue su decisión de recibir a Nancy Miño Velazquez, que denunció a los jefes de la fuerza de seguridad más antigua y poderosa de la Argentina por proteger prostíbulos y proxenetas. Más escabrosos fueron los episodios de alto voltaje político ligados a la explotación y trata sexual que desveló la Fundación Alameda: por medio de una denuncia de Gustavo Vera, se descubrió que el entonces presidente, Néstor Kirchner, había creado en la Patagonia el barrio prostibulario Las Casitas, copiando el método de explotación de la ciudad de Amsterdam, que ofrece a las mujeres como objetos de mercancía en locales o casas con ventanales a la calle. Las investigaciones de la Alameda alcanzarían al juez del máximo tribunal argentino, hoy representante de la Organización de Estados Americanos (OEA), Raúl Eugenio Zaffaroni, dueño de seis prostíbulos en plena ciudad de Buenos Aires. Por último, los amigos del Papa dieron a conocer una foto del actual presidente, Mauricio Macri –entonces alcalde de la ciudad– en un prostíbulo en Cancún (México) ligado al cartel narco de los Zetas y abrazado a un condenado por explotación de menores y mujeres. Bergoglio recibió y se fotografió en el Arzobispado porteño con la hija del propio mafioso argentino dueño del prostíbulo en Cancún, Raúl Martins un viejo espía, que había realizado la fotografía que compromete al actual jefe del Estado.

Todo ese camino del Papa con las organizaciones sociales y los sectores más comprometidos de la iglesia llevó a la creación de una Red Antimafia Nacional y a la aprobación de varias leyes, como la nueva Ley de Trata que recoge mayores penas para los mafiosos.